Por Víctor Flores Olea
Hace unos días se celebró una mesa redonda en la Fundación Heberto Castillo que dirige con pasión, devoción y puntualidad Teresa Juárez de Castillo, viuda del luchador social cuyo nombre recordamos con admiración. Tarea notable la de esta mujer que sin mayores recursos organiza sistemáticamente, en el asiento de la Fundación en Coyoacán, debates en torno a temas que preocupan agudamente a nuestra sociedad. Esta vez participamos en la mesa, además del suscrito, Luis Villoro, Magdalena Gómez y Elvira Concheiro.
Inicie mi intervención sosteniendo que la pregunta del debate es una pregunta que, en rigor, sólo se formula desde la izquierda, y que para la derecha tal problema no lo es o, en todo caso, que no se preocupa mayormente por resolverlo o por formular una respuesta adecuada al mismo, ya que precisamente el origen del problema está en la avidez del capitalismo que pone en primer término la maximización de las ganancias y desatiende soberanamente cualquier efecto social, por siniestro que sea.
Dijimos, naturalmente, que tal ha sido el carácter del capitalismo desde sus orígenes, pero que ahora, en el capitalismo neoliberal, se ha agudizado desmedidamente la avidez del sistema y de sus hombres y empresas para incrementar las ganancias en el menor tiempo posible, lo que equivale a decir que se han extremado también las prácticas de la explotación del trabajo humano, que es la verdadera raíz de la riqueza acumulada en manos de unas cuantas manos. A mayor injusticia hoy, podemos decir, mayor explotación del trabajo y mayor concentración del capital. En todo caso, tal es la tendencia impuesta por el neoliberalismo.
¿Qué hacer para contrarrestar esa tendencia? Variedad de acciones pudieran concebirse, aunque en la ocasión debemos sintetizar enormemente nuestras reflexiones. Sí, la transformación del sistema es lo primero que se ocurre, precisamente para evitar o eliminar la explotación del hombre por el hombre.
Pero aquí se inicia otra discusión fundamental: la transformación del sistema ha de realizare de un solo golpe o en una sola acción contundente, lo cual parece imposible o muy difícil en el mundo y en la sociedad en que vivimos, o bien ha de realizarse de manera gradual, paso a paso, a través de una serie de reformas sucesivas que terminen por transformar el sistema. No hay respuesta única a esta pregunta, porque depende de circunstancias concretas, pero es un hecho que la respuesta a nuestra pregunta tiene que ver con la serie de reformas o transformaciones sucesivas o de un golpe que lleguen a la postre a eliminar radicalmente la injusticia social que vivimos.
México, desde luego, no sería ajeno a esta discusión general, pero sí hemos de ver que los grupos y clases que detentan el poder económico y político no parecen dispuestas a abandonar un ápice de ese poder. En nuestra experiencia histórica más reciente encontramos que en 1988 (candidato Cuauhtémoc Cárdenas), 2006 (candidato Andrés Manuel López Obrador), y 2012 (otra vez Andrés Manuel), y seguramente sirviéndose de diferentes prácticas ilegales y hasta fraudulentas, el sistema de poder no ha permitido la mínima variación, y por lo que se ve no es fácil que lo acepte en el futuro. Los intereses condensados son muchos y no es fácil que haya una cesión de autoridad con base en la ley y el derecho, puesto que son ellos mismos quienes “manipulan” en su beneficio la ley y el derecho, que así han perdido su significado original de rectitud y justicia.
Pero además muestran también esa voluntad de afianzar poder y fuerza sin ninguna contemplación por la ley y el derecho, en la operación que vivimos de práctica eliminación del art. 123 constitucional y de la Ley Federal del trabajo, como normatividad en defensa de los derechos laborales, precisamente a través de la llamada reforma laboral que ha sido aprobada en fast track por los partidos de la derecha (PRI y PAN) y apoyada escandalosamente por los medios de comunicación también mayoritariamente en manos de la extrema derecha; así, se rompe una de las instituciones históricas más sólidas con que contábamos, que es el derecho del trabajo surgido de la Revolución Mexicana de 1910. La exigencia de los grupos empresariales en México y de las transnacionales han terminado por imponerse (al menos provisionalmente), con el vil chantaje de abstenerse de invertir en nuestro país.
Es verdad que la destrucción de instituciones como la ley laboral no se ha realizado sin oposiciones de importancia. Multitud de voces calificadas y de demostraciones públicas multitudinarias se han levantado para mostrar su repudio a tales agresiones y para afirmar la decisión del pueblo de resistir y denunciar, de militar y rechazar aquellos ataques que precisamente van a ahondar la injusticia social que vivimos. Pero justamente porque se han efectuado a pesar de las numerosas oposiciones, se nos indica que la lucha ha de ser aun más decidida y radical. Cuando se proclama el no pasarán deberían mostrarse con hechos las proclamas, y entonces es preciso reconocer que la izquierda está actualmente en situación de debilidad relativa frente a la derecha y a la extrema derecha, y que entonces es necesario su fortalecimiento y mejor articulación política.
Cuestiones que seguramente tienen que ver con uno de los puntos más interesantes a debate actual de la izquierda hoy: ¿movimientos sociales como Morena, o la propuesta de convertirlo en un partido político de nuevo estilo y cepa, es decir profundamente democrático y militante efectivo sobre los principales asuntos de interés general? ¿División de la izquierda o reforzamiento de la misma, a condición de que un nuevo partido no caiga en las contradicciones, corruptelas e inclusive traiciones oportunistas en que han caído precisamente algunos de los últimos partidos de la izquierda?
En todo caso está abierto a discusión este asunto decisivo para el futuro de la izquierda en México, lo que equivale a decir para el futuro de la nación.
Fuente: www.Jornada.Unam.mx