Pluripayasadas

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Por Denise Dresser

¿Qué tienen en común Bozo y Carmen Salinas? ¿Groucho Marx y David López? ¿Charles Chaplin y Tristán Canales? Saben cómo volver pluripayasadas a las plurinominales. Saben cómo actuar, saben hacer reír o llorar, saben entretener al auditorio mas no representarlo políticamente. Parados en el centro de una carpa o en el escenario de la política nacional, despliegan el talento escénico indispensable para la gran obra que han montado. Una payasada nacional -escrita en la era de la regresión- que busca darle circo a los mexicanos a través de situaciones ridículas, escenas extravagantes, personajes estrambóticos, actuaciones vulgares, tramas ridículas. Una democracia cirquera, caracterizada por la hipocresía cotidiana de quienes dicen respetar las reglas cuando violan su espíritu. Una escenificación teatral de algo que se asemeja a los procesos democráticos cuando en realidad se burla de ellos. Al caer el telón después de la elección intermedia en junio, el circo continuará.

En los circos, los payasos hacen reír por su bufonería, la manera en la cual se burlan de sí mismos y del público. Son capaces de mantener la hilaridad a toda costa aunque el público sabe que lo que contempla es fársico. Y lo mismo ha ocurrido en México con la selección de candidatos para el Congreso. Al mejor estilo del Circo Atayde o del Ringling Brothers, los priistas convierten a las posiciones plurinominales en una burla. He allí a Ivonne Ortega, responsable de desfalcos financieros documentados en Yucatán. He allí a Tristán Canales, operador de TV Azteca y Ricardo Salinas Pliego. He allí a Carmen Salinas, actriz sin experiencia política, pero una gran capacidad para vender galletas. He allí a Sylvana Beltrones, a quien su padre le consiguió la postulación.

Pero los circos son así. Suelen contener elementos grotescos, que rayan en la ridiculez. Como la forma en la cual Manlio Fabio Beltrones logra armar su propia bancada con incondicionales, discípulos y familiares. Como la manera en que Enrique Peña Nieto construye su coalición comparsa en el Congreso. En todos los casos la selección no se hace con base en el profesionalismo. No impera la calidad sino la lealtad o la consanguineidad. Y por ello el poder legislativo terminará con bancadas repletas de incondicionales y yernos y clientes y amigos y subordinados. Un Congreso que premia cuates en lugar de representar ciudadanos. Un Congreso cercano a los líderes partidistas, pero alejado de la población. Un Congreso que funciona como agencia de colocación entre ellos y no como correa de transmisión de nosotros.

Los circos también se caracterizan por el énfasis en las situaciones exageradas, cuyos efectos parecen absurdos.

El hecho de que tantas plurinominales “queden en la familia”. El hecho de que tantos hijos sean postulados en distritos “seguros” en vez de distritos disputados. Nombre tras nombre. El secretario particular del cuestionado gobernador de Sonora, Guillermo Padrés. El excandidato a gobernador de Veracruz, involucrado en una cornucopia de escándalos, Miguel Ángel Yunes. El exsecretario particular del gobernador de Puebla, el impresentable Rafael Moreno Valle. Los perredistas reciclados de siempre, Jesús Zambrano y Guadalupe Acosta Naranjo. Camaleonsaurios y bebesaurios númenes del nepotismo. Evidenciando con sus candidaturas lo que decía la escritora Erica Jong: “Cada país tiene el circo que se merece. España tiene las corridas de toros; Italia tiene la Iglesia; Estados Unidos tiene Hollywood”. Y México tiene el Congreso.

Ese recinto pseudodemocrático donde todavía no hay reelección pero sí hay trampolín. Donde los payasos saltan y brincan y hacen marometas. Donde a partir de las reformas electorales de los noventa participan más jugadores en el terreno electoral -más allá del PRI- pero el juego sigue siendo el mismo de siempre. En donde la reglas para la designación de candidaturas plurinominales sólo preservan la rotación de cuadros inelegibles, inaugurada por el PRI y mimetizada por otros partidos. Invitándonos así a pagar por presenciar una democracia de circo montada para preservar los privilegios de una élite política que salta de puesto en puesto, sin jamás haber rendido cuentas por lo que hizo allí. Una democracia “competitiva” pero impune. Una democracia que funciona muy bien para sus partidos, pero muy mal para sus ciudadanos. Y mientras que los espectáculos cirqueros suelen arrancar risas, para México no habrá un desenlace así. En los circos se aplaude a los payasos que hacen el ridículo. En México se les premia con una plurinominal.

Fuente: El Siglo de Torreón/ Reforma

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