Por Luis Javier Valero Flores
El lunes, en una restringida conferencia de prensa, ofrecida por el gobernador del Estado, César Duarte, la primera que otorga luego de la segunda cirugía a la que se le sometió a consecuencia del accidente en el helicóptero, abordó, en un tono picaresco que arrancó las risas de sus interlocutores, algunos de los aspectos relacionados con la sucesión gubernamental que debieran formar parte de la discusión, no sólo de la clase política y sus partidos, sino del conjunto de la sociedad y que versan, también, sobre el papel de los medios de la comunicación y su relación con el poder.
No son asuntos menores.
Así lo consignó El Diario: “… señaló que los funcionarios estatales que deseen contender en las elecciones del 2016 deben dejar sus cargos… Sin embargo, enfatizó que la postura de su administración es que si hay funcionarios que ‘anden con un candidato’ se les pide que salgan… Destacó que en la actualidad son muchos los que dicen que están en condiciones de ser los candidatos, pero que deben esperar a enero, cuando se abra el registro y en los primeros días de febrero se sabrá quién será el candidato o candidata”. (Nota de Orlando Chávez, El Diario Chihuahua, 19/X/15).
Si bien la información aparecida fue extremadamente escueta, se puede colegir que el tema de la postulación del candidato de su partido acaparó la mayor parte de su atención y de los entrevistadores (los que, hasta la fecha, no nos han proporcionado una versión más completa de la reunión), a tal grado que cuando se refiere a los aspirantes no se refiere al total de ellos, sino solamente a los de su partido.
En ese sentido, llega, incluso, al grado de precisar fechas de lanzamiento de la convocatoria del PRI para designar a su candidato (a), que ubica en el mes de enero del año próximo: “La convocatoria saldrá en enero, la definición en febrero y hoy el que se pare de manos no hace más que pararse de manos”, expresaría, en el giro que decidió imprimirle a sus expresiones.
Cosa semejante haría en el otro aspecto que más concita la atención, el de las condiciones de equidad en la contienda, algo que han reclamado Víctor Valencia de los Santos, Lilia Merodio y Marco Adán Quezada: “Si quieren piso parejo que se lo pidan a los albañiles, yo no pongo pisos”.
Y habló de que algunos han perdido “la brújula, porque los tiempos y la dinámica que hemos visto es diferente a la de hace seis años”.
Bueno, pues el problema que padecemos es que prácticamente todos los aspirantes priistas han resuelto aprovechar estos momentos y desplegar una intensa actividad, lo que se les agradece –por lo menos el escribiente– pues nos ofrecerá la oportunidad de apreciar, de mejor manera, su entramado mental, sus proyectos, sus concepciones acerca de muchos aspectos, y no sólo los derivados de los discursos, sino, fundamentalmente, de su actividad política, concebida esta no solamente por su paso por las dependencias, cargos, encomiendas, sino, también, en el modo en que buscan, por ejemplo, agenciarse las simpatías del electorado.
La objeción estriba en que casi todos lo hacen utilizando los recursos generados por el desempeño de sus cargos públicos y ahí es en donde cae en terreno fértil lo dicho por el ballezano: si la andan buscando, que se separen de sus cargos.
Eso sí sería hacer las cosas de manera distinta, nos la deben los priistas a los chihuahuenses; y no solamente los priistas. Alcanzar la designación de un modo tal que el solo hecho de hacerlo así enviaría el mensaje de que han, efectivamente, cambiado.
¿Por qué no piden licencia a sus cargos, todos?
La lista es larga: las senadoras Graciela Ortiz y Lilia Merodio; los diputados federales Juan Blanco, Gustavo Madero y Javier Corral; los alcaldes Javier Garfio (Chihuahua), Enrique Serrano (Juárez), Heliodoro Juárez (Cuauhtémoc) y Jaime Beltrán (Delicias); y los funcionarios Víctor Silva (Sedeso federal) y Héctor Murguía (Gobierno de Chihuahua).
Podrán argüir los defensores de este modo de hacer política que en otros países los aspirantes no se separan de sus cargos gubernamentales.
Tienen razón, la diferencia está en que aquí hasta el último centavo y el último de los recursos gubernamentales, puestos bajo su custodia o ejercicio, es utilizado en las actividades proselitistas.
Cambiar, sobre todo para los priistas, implica dejar atrás su pasada, y muy pesada, herencia patrimonialista.
Twitter: LJValeroF