Por Julio Hernández López/ Astillero
Así lo declaró ayer el presidente López Obrador: “es realmente el futuro de la nación lo que está en juego”. Lo dijo durante una mañanera en la que el tema del periodismo, sus implicaciones políticas, distorsiones y formas de financiamiento tuvo de nueva cuenta un lugar privilegiado, esta vez con más amplitud que nunca, virtualmente consumido el espacio de la conferencia de prensa en tales tópicos.
La sesión de este miércoles tuvo un momento inusual, pues el reportero Roberto Montes, a quien tocó un turno que habría de ser el último en concederse, anunció, en nombre de “la mayoría de quienes estamos aquí”, que se había decidido no formular preguntas al titular del Poder Ejecutivo Federal, en réplica de protestas realizadas un día antes en las cámaras del Poder Legislativo federal (donde se dio la espalda a los representantes populares, específicamente en un caso en que el orador del momento era un morenista).
El presidente dio amplia respuesta a los planteamientos hechos en el contexto de esa abstinencia interrogativa reporteril y dio luego por terminada la sesión, a cuyo inicio había dicho que sería breve (“no nos vamos a tardar mucho”), pues tenía que ir a una visita de supervisión al Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, en Santa Lucía.
No se pudo saber si en realidad “la mayoría” de los asistentes a la mañanera iba a mantenerse sin hacer preguntas al Presidente en Palacio Nacional. En dado caso, la respuesta podrá conocerse el próximo lunes, pues López Obrador estará a partir de hoy en una gira de “fin de semana largo”, que le llevará a Tijuana, Nogales, Ciudad Juárez, Piedras Negras, Ramos Arizpe y Nuevo Laredo, para cerrar la agenda el domingo en Chilpancingo. Cinco estados norteños y luego la capital de Guerrero.
Un punto a discusión respecto a las protestas de periodistas en las cámaras legislativas y ayer en Palacio Nacional reside en el deslinde o no del caso específico del conductor de programas de la empresa Latinus, Carlos Loret de Mola, financiada con dinero proveniente de un bando cuya jefatura política ejerce Roberto Madrazo Pintado, priísta de larga historia.
Una protesta genérica, sin hacer distingo entre periodistas de a pie y periodismo de élite y de expresos compromisos facciosos, puede ser utilizada (como ya lo ha sido, al menos en “apoyos” en redes sociales) por personajes siniestros que pugnan por volver a estatus de privilegio. De ello debe cuidarse de especial manera este movimiento que en esencia es de trabajadores de la comunicación, no de patrones o de personajes seriamente cuestionables.
A estas protestas, que son continuidad de las realizadas en días anteriores ante el creciente número de asesinatos de periodistas, se sumó el propio López Obrador, aunque advirtiendo que su gobierno no es cómplice ni ejecutor de actos represivos.
López Obrador aprovechó para afinar la tesis de que tras algunas acciones contra su gobierno, específicamente las relacionadas con Latinus y Loret, está la colusión de poderes políticos y económicos que se financian de actos de corrupción, como la venta de medicinas y equipos médicos.
Aseguró AMLO que esos grupos “acaparaban toda la compra del gobierno de medicamentos, 100 mil millones de pesos. Y también por eso la campaña de que faltaban los fármacos y meter a los niños, pero eso es lo que hay detrás de estos intereses”.
Dirigida originalmente a Carlos Loret, AMLO extendió a Joaquín López-Dóriga, Ciro Gómez Leyva, Jorge Ramos y Carmen Aristegui la polémica exigencia de que deberían informar “por ética” de sus percepciones económicas. Y aseguró que ni Proceso ni Aristegui “contribuyeron al cambio”.
Pero, en el fondo, más allá de estos peculiares señalamientos específicos, lo que está en curso es una trascendente discusión política e ideológica pues, como dijo el propio Presidente y se ha citado al inicio de esta columna, “es realmente el futuro de la nación lo que está en juego”. ¡Hasta mañana!
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