París: entre Benzema y Bin Landen

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Por Jorge Zepeda Patterson

Me temo que la tragedia de París constituirá un parte aguas como lo fue la destrucción de las torres de Nueva York, hace catorce años. Ciertamente el número de víctimas en Francia (alrededor de 200 entre muertos y heridos graves) palidece frente a las casi tres mil personas fallecidas en los ataque de aquél 11 de septiembre. Pero el golpe de este fatídico viernes 13 tiene un componente que lo hace terriblemente desquiciante: en cierta forma es una convocatoria a la guerra civil, un llamado a la inestabilidad permanente en los convulsos barrios de la población de origen árabe de París, Marsella o Lyon.

El ataque de Al Queda en contra de Estados Unidos fue una agresión externa entre dos entidades ajenas una de la otra: el extremismo islámico contra la sociedad norteamericana. Más allá de la herida infligida, lo que en verdad cambió la historia mundial fue la reacción del gobierno estadounidense. La invasión a Irak y la inestabilidad crónica introducida en Medio Oriente echó en brazos del terrorismo a una legión de jóvenes musulmanes en los siguientes lustros. En ese sentido, Bin Laden consiguió su propósito: provocar a Estados Unidos para que este incendiara la pradera del mundo árabe. El Estados Islámico (ISIS) no se explicaría hoy en día sin la guerra que tanto enorgulleció a George Bush.

Los ataques de París persiguen un guión igualmente siniestro y dependerá del gobierno y de la opinión pública francesa que ese designio se cumpla o no.  Se estima que poco más de 5 millones de musulmanes viven en Francia, aún por debajo del 10 % de la población del país. Pero constituye el grupo demográfico de mayor crecimiento, tanto por una tasa de natalidad muy superior a la media como por el flujo incesante de emigrados. Más inquietante aún es el alto nivel de desempleo de los jóvenes de origen árabe. Más de la mitad de la población de las cárceles francesas es musulmana, lo cual resulta más que revelador.

La falta de oportunidades y la imposibilidad de integrarse con éxito a la sociedad tradicional francesa ha provocado una extendida sensación de desesperanza entre los jóvenes musulmanes y la radicalización de muchos de ellos. Se sabe que varios centenares de estos muchachos, miles quizás, han abandonado Francia para integrarse a las filas del Estado Islámico en Siria. Peor aún, las autoridades estiman que entre 200 y 300 han regresado a Francia. Algunos de ellos seguramente desencantados de la Yihad o guerra santa, pero otros lo habrían hecho con el propósito de continuarla en suelo europeo. No es difícil pensar que los líderes religiosos extremistas los hayan convencido de que serían más útiles a la causa aterrorizando al pueblo francés y presionando a su gobierno. No olvidemos que Francia es uno de los países europeos que participa militarmente en la confrontación en Siria en contra del ISIS.

Los que organizaron los ataques de París conocen este caldo de cultivo y, por desgracia, tienen una alta posibilidad de éxito. El guión es casi un libro de texto: lo que seguirá es un endurecimiento de la opinión pública popular francesa en contra de todo lo que huela a musulmán. La xenofobia y la intolerancia se esgrimirán en detrimento de justos por pecadores y menudearán todo tipo de agravios y discriminaciones en contra de árabes y musulmanes. Es decir, más jóvenes se sentirán víctimas de un sistema que los rechaza y los reprime; aumentará el número y la intensidad de los sectores radicalizados y en consecuencia la policía será más severa y arbitraria. Un ciclo de inestabilidad que se alimenta a sí mismo.

El ejemplar de The Economist que comenzó a circular esta semana, antes de los atentados, daba cuenta del ascenso imparable del Frente Nacional, de Marina Le Pen, una organización de extrema derecha que ha hecho del discurso en contra de los musulmanes su lema de campaña. El FN arrasaría en los comicios que tendrían lugar en los próximos días del norte del país. Incluso los partidos de izquierda han optado por ignorar el tema de los emigrados árabes porque se ha convertido en un tema impopular entre los votantes. Y eso fue antes de la masacre de París.

El tema de fondo es saber si Francia podrá hacer algo distinto a lo que hizo Estados Unidos cuando cumplió cabalmente el guión previsto por los terroristas.  La tentación de caer en el discurso del odio y la segregación será mayúsculo, pero tendrían que hacer un esfuerzo para evitarlo si no desean despeñarse por el camino sin retorno de la intolerancia y la radicalización. Por cada terrorista hay miles de musulmanes franceses que sólo desean una vida digna para sus familias. Tendrán por los muchos Karim Benzema que hay detrás de un apellido árabe. Sólo trabajando con ellos podrán los franceses resolver el “problema musulmán” que abofeteó el rostro de París este viernes 13.

@jorgezepedap

www.jorgezepeda.net

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