Por Sanjuana Martínez
No existe la oposición en México. Es uno de los grandes aciertos del PRI: haber logrado atomizar a los dos partidos. Enrique Peña Nieto consiguió desde el principio meterlos a los dos en el mismo saco. El pacto fue el principio de su agonía.
¿Están PAN y PRD en su fase terminal? Me refiero a su fase como grandes partidos de oposición. Ambos han traicionado a su electorado. Ambos se han sometido al partido en el gobierno. Ambos han perdido el rumbo de sus objetivos principales.
Ninguno de los dos partidos ha cumplido con su obligación de construir una verdadera opción viable para contrarrestar las decisiones autoritarias del gobierno peñista. Ninguno de los dos partidos han sido en realidad un contrapeso para el poder.
Gracias a la actitud entreguista del PAN y el PRD, Peña Nieto logró imponer sus nefastas reformas. Son ellos los mayores culpables de las consecuencias que vamos a afrontar los mexicanos.
Analicemos caso por caso. El PAN enfrenta una de sus peores crisis de credibilidad. La corrupción se cierne sobre sus filas. El método del “dedazo” para la elección de candidatos que criticaron en el PRI lo han reproducido e incluso superado. Las transas de las distintas tribus panistas para hacerse con el control del partido son tan escandalosas como el padrón inflado y han generado que el mismo Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) ordene al IFE y al Comité Ejecutivo Nacional investigar las irregularidades en el proceso de afiliación. Los métodos panistas han superado a los priístas y lo vimos cuando se documentó en 2009 afiliaciones masivas en algunos comités delegacionales como el de Benito Juárez para ganar elecciones.
Es una vergüenza que el PAN se haya convertido en una mala copia del PRI hasta en los fraudes electorales dentro de su propio partido. Es un secreto a voces que los candidatos son elegidos a dedo y bajo el poder de los líderes locales. La democracia interna de este partido es una quimera, una burla para sus militantes.
El otro gran escándalo interno del PAN es el “mochegate”. Los llamados “moches” han hundido la imagen de pulcritud y honestidad que este partido ha querido ofrecer a los electores durante décadas. Ahora nos damos cuenta que los panistas son igual de corruptos que los demás. Fue el alcalde de Celaya, Guanajuanto, Isamel Pérez Ordaz quien exhibió la podredumbre de su partido al dar a conocer la red de moches a cambio de asignaciones presupuestales a los estados. Concretamente denunció que en diciembre del 2012 logró recibir una partida presupuestal de 160 millones de pesos para el 2013 a través de un acuerdo con legisladores panistas que exigieron a cambio una comisión del 35 por ciento. No solamente eso, los legisladores panistas corruptos exigieron que el edil contratara la constructora vinculada al grupo del líder de los diputados federales del blanquiazul, Luis Alberto Villarreal.
La inmensa red de corrupción no ha sido investigada por orden directa de Gustavo Madero quien ha preferido no abrir la cloaca. Pero allí están sus compañeros Ernesto Cordero o Javier Lozano exigiéndole investigar los moches. En este asunto, como en otros, se perfilan las distintas tribus panistas: la de Felipe Calderón y la de Madero. Ambas fracciones se enfrentarán a la hora de elegir al nuevo dirigente nacional. El PAN vivirá un déjà vu al revivir lo que padecieron en la contienda del 2010. El cochinero está garantizado.
El otro ejemplo de anti partido de oposición es el PRD, un esperpento “democrático” dirigido por varios impresentables que lo convirtieron en un partido satélite del PRI. La falta de democracia interna ha sumido al PRD en una larga, antigua y profunda crisis institucional debido a la falta de renovación de su dirigencia nacional.
El “amor” de la gente expresado a los llamados “Chuchos” lo demuestra. Jesús Zambrano y Jesús Ortega personifican la antítesis de cualquier líder político. No existe en la geografía política mexicana un duo tan más odiado y despreciado por el electorado de izquierda. Ambos son los responsables de haber convertido al PRD en un grotesco anexo priísta.
Los “Chuchos” han llegado a la abyección del poder. Anquilosados. Inamovibles. Enquistados en la ubre del presupuesto no quieren dejar el poder. Y su patética Nueva Izquierda pretende una elección directa a través de un consejo. No saben lo que es la democracia. Y reflejan su autoritarismo en cada una de sus decisiones amañadas.
El PRD de los “Chuchos” es una caricatura, un adefesio, un espantajo a punto de caer. Va directo al abismo. Su agonía prolonga el padecimiento de todo su electorado. La enfermedad crónica que padece es incurable. El PRD está moribundo. Es necesario cambios radicales, bolcheviques, para rescatar lo mejor de sus filas y refundar el partido.
Lo mismo sucede con el PAN fundado en 1939 por Manuel Gómez Morin quien seguramente se está retorciendo en su tumba al ver en que se ha convertido lo que creo: un partido autoritario y corrupto. Ambos partidos se enfrentan al reto de la renovación absoluta. El lema “renovarse o morir” les cae como anillo al dedo.
Los mexicanos nos quedamos sin opciones partidistas. No hay esperanza en ninguna de los partidos existentes. PAN y PRD personifican la decadencia de nuestra clase política.
La única oposición verdadera para enfrentar y contrarrestar el poder absoluto del PRI, es la sociedad civil. No hay alternativa. Los ciudadanos tenemos que organizarnos para echar de una vez por todas, a los vividores eternos del presupuesto.
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Fuente: Sin Embargo