Por Luis Javier Valero
Vaya con las estadísticas mexicanas. En dos de los aspectos que más directamente inciden en la calidad de vida nos ubicamos, en uno, en la cima, y en el otro en la sima.
Una es consecuencia de la otra, a pesar de lo que insisten muchos de los teóricos de la libre empresa –que por casualidad, defienden ardorosamente la continua disminución de los impuestos que las empresas privadas mayores deban pagar.
Parecieran temas tan lejanos a los problemas más concretos y cotidianos que nos aquejan en los días que corren, pero ilustran claramente la profunda crisis –en prácticamente todos los ámbitos– en que nos encontramos.
Por un lado, entre un conjunto de 108 países, México ocupa el penúltimo sitio en lectura. Los mexicanos leemos en promedio 2.8 libros al año.
Parte de la misma tragedia, casi la mitad de la población prefiere ver la televisión. Además, la desnutrición y las fallas visuales (obviamente, no atendidas) de una parte de la población explican también que la lectura no sea hábito (Nota de Emir Olivares Alonso, La Jornada, 23/IV/14).
Y si en este rubro nos encontramos al fondo, en materia fiscal el país se coloca en la punta de las naciones que mejor tratan a los grandes consorcios empresariales. En el curso de 10 años, del 2000 al 2011, la Secretaría de Hacienda devolvió a los empresarios, con empresas instaladas en México la friolera de 1 billón 641 mil 473 millones de pesos, un promedio de 164 mil millones de pesos por año (mmdp), cifra superior a los 150 mmdp que Hacienda pensaba recaudar el presente año por la elevación del IVA.
La comparación con lo que podría haberse realizado con esa cantidad es extremadamente ofensiva para la sociedad: Se podrían haber construido más de 100 refinerías –ya no seríamos dependientes del extranjero en esta materia y podríamos habernos ahorrado por lo menos 200 mmdp–; significa el presupuesto de la UNAM durante 48 años (o haber admitido a todos los aspirantes a ella, por lo menos esos mismos 10 años); o, más cercano a los chihuahuenses, significa el presupuesto de 30 años del Gobierno estatal, etc. No cualquiera ingresa a tan selecto grupo, sólo las empresas que facturan más de 500 millones de pesos anuales.
No es nueva la noticia. En una reunión realizada en julio de 2008, Arturo González de Aragón, entonces titular de la Auditoría Superior de la Federación (ASF), se los advirtió a los senadores: “Durante el sexenio de Vicente Fox se devolvieron 680 mil millones de pesos de impuestos a grandes empresas; las devoluciones se encuentran altamente concentradas en el país, lo que contraviene el principio de equidad fiscal”. (Emeequis, septiembre 2011).
El boquete a las finanzas públicas por esta vía crece con los años, para 2011 llegó a los 219 mil millones. Triplicó el del 2001.
No es la única fuente del enorme enriquecimiento de esos mismos grupos. Son los principales beneficiarios del régimen de consolidación fiscal, que la “reforma fiscal” de Peña Nieto no abordó. En ese mismo informe, se dio a conocer que en el año 2005, 50 grandes consorcios pagaron en promedio de 74 pesos de Impuesto Sobre la Renta (ISR) y 67 pesos de IVA. ¡Es decir, sólo destinaron 141 pesos al pago de impuestos!
En tanto, estados y municipios (y la Federación) adquieren descomunales deudas, Hacienda devuelve a las grandes empresas al menos 33 de cada 100 pesos que recauda por concepto de IVA.
En 2010, según la ASF, un grupo de 30 grupos empresariales, entre los que destacan Cemex, Telcel, Telmex, Grupo México, Bimbo, Grupo Carso, Maseca, Walmart, Saba, Bachoco, Gigante, Modelo, Televisa, Inbursa, Peñoles y Palacio de Hierro, entre otros, accedieron a esos privilegios. En promedio pagaron impuestos solamente el 4.1% de sus ventas totales. Cualquier otro causante habría pagado 30.
Las consecuencias de tal desmesura son obvias, la desigualdad en el ingreso, en la distribución de la riqueza; aunado al modelo educativo, al de la sindicalización del magisterio, al del modelo televisivo, al salarial y a la política laboral llevan a que la absoluta mayoría de la población no le interese la lectura.
“La Encuesta Nacional de Lectura 2012 –publicada por la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana– reportó que 35 de cada 100 mexicanos no han acabado un libro en su vida y sólo 12 de cada centenar dedican su tiempo libre a leer”. (Ibídem, La Jornada).
Además, 48 de cada 100 no había asistido a una biblioteca. Y aquí aparece otro de los problemas generados por la escasez de recursos públicos: Cuatro de cada 10 mexicanos requieren servicio optométrico.
¿País de primer mundo?