Orgánicos a la carga

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Por Pablo Amilcar Sandoval*

El régimen ha intentado por todas las vías, pero ha fracasado rotundamente en su intento de minar y dividir el consenso social alrededor de la esperanza del movimiento de Ayotzinapa. La más reciente embestida la encabezan los intelectuales orgánicos al poder, prestos para desarrollar rebuscadas teorías para defender lo indefendible a la menor provocación.

Desde distintos foros los orgánicos tratan de desacreditar, infamar, calumniar y culpabilizar a las principales víctimas de la represión estatal en Guerrero. Este reprobable guión se ha repetido una y otra vez a lo largo de la historia del país. El libreto no ha variado desde la guerra sucia de los años 70, las experiencias guerrilleras del norte y el sur del país, el zapatismo durante los 90, después en las masacres del Charco, de Acteal, de Aguas Blancas, etcétera. En cada momento se manufacturan e inventan vínculos innobles con tiranos internacionales, narcotraficantes,criminales, terroristas,comunistas o anarquistas.

La intención siempre es justificar lo injustificable: la cobarde represión a valientes luchadores sociales que buscan justicia para sus familias y un mejor país para todos. Por ello no es de extrañarse que hoy se opere desde las trincheras intelectuales para minar el creciente apoyo nacional e internacional para el pueblo de Guerrero y el gran movimiento social que los padres de familia de los normalistas de Ayotzinapa lideran en ese importante estado. Los orgánicosdan consejos al Presidente, legitiman las disparatadas versiones del gobierno federal que ya han sido puestas en cuestión por científicos y periodistas nacionales e internacionales. Todo es con el fin de preparar el terreno para cumplir las amenazas abiertas y encubiertas del poder económico y de las fuerzas castrenses.

Todos recordamos cómo el gobernador sustituto de Guerrero públicamente se comprometió con Peña Nieto a rendirle buenas cuentas al señor Presidente y para este fin ya aceptó el uso de la fuerza pública cuando se rebasan los límites. Con ello el señor Ortega se une al coro iniciado por el secretario de la Defensa Nacional, quien había declarado que en aras de un México en paz y seguro habría que unirse frente a la crítica infundada, la violencia y la intolerancia. Y no mucho más tarde el titular de Marina declaró estar muy enojado por la manipulación de la que en su opinión son sujetos los padres de familia de Ayotzinapa. Es por tanto impostergable frenar los impulsos autoritarios del poder que en las propias e irresponsables palabras del jefe de la Oficina de la Presidencia, Aurelio Nuño, dejan ver que para el Estado y sus fuerzas castrenses: la plaza pública pide sangre y espectáculo.

Simultáneamente llama la atención que los modernos juglares bélicos del régimen priísta muestren una total falta de imaginación, inteligencia e inventiva en sus textos orientados a preparar el terreno de la represión. Cual club de trasnochados milenaristas estos escritores siguen anclados en un pensamiento arcaico, perteneciente a la guerra fría y la división entre buenos, creyentes y obedientes contra malos, revoltosos y manipulados. Por ejemplo, en días recientes desde las páginas de un periódico de circulación nacional un escritor justifica abiertamente la represión del pasado 26 de septiembre al culpar a los normalistas por su propia muerte a razón de utilizar tácticas y estrategias radicales en su lucha social. Carente de argumentos y con vergonzosos errores de ortografía, el columnista de manera engañosa e indignante intenta colocar estas palabras en boca del doctor Pablo Sandoval Cruz. Y para rematar da por muerto al Dr. Sandoval, de quien tengo el gran orgullo de ser nieto y quien hoy a sus 96 años es uno de los más dignos y consecuentes luchadores sociales que ha tenido jamás el estado de Guerrero.

Este tipo de intelectuales no ha advertido que la sociedad mexicana, como la mayor parte de las sociedades del mundo entero, ya cambió. El pueblo mexicano no cree más en la supremacía de un imperio decadente, ya no acepta las mentiras de la televisión y mucho menos lee revistas y columnas de una devaluada high society intelectual.

Los guerrerenses nos encontramos atrapados en una guerra fratricida entre tres bandos de delincuentes. Los narcotraficantes, los políticos corruptos y las fuerzas del orden. Ellos son quienes aplican sus tácticas y estrategias para ver quién puede extraer más lucro personal del pueblo y de las instituciones públicas. Quien levanta la voz para poner un alto al baño de sangre y el saqueo se expone a ser inmediatamente reprimido. Pero para nosotros, los guerrerenses, como para la mayor parte de la sociedad mexicana e internacional, los jóvenes asesinados y desaparecidos de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa representan la dignidad, la valentía y la esperanza del pueblo. Y no permitiremos que la traición de los políticos corruptos y sus corifeos intelectuales nos quiten la esperanza en la acción política, social y en la dignificación del Estado.

* Pablo Amilcar Sandoval. Guerrerense, economista egresado de la Facultad de Economía, UNAM. Miembro de la primera generación del World Fellows Program, de la Universidad de Yale.

Twitter: @SanAmilcar

Fuente: La Jornada

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