Por Blanca Heredia
A las élites mexicanas les asusta especialmente el hecho de que López Obrador no esté solo. Representa gente, mucha gente. Millones de mexicanas y mexicanos invisibles, de a pie que no caben y no tienen cómo caber en la historieta neoliberal…
Últimamente, mexicanos a quienes considero inteligentes y muy bien informados, me parecen como extranjeros recién llegados al país y muy poco abiertos a lo diferente. De hecho y con pocas excepciones, entre más educados (licenciaturas en muy buenas instituciones y posgrados en grandes universidades) más extranjeros me parecen.
Desconcierto rampante entre las élites en general y las élites ilustradas, en particular. Azoro infinito, notoria dificultad para “leer” y, sobre todo, disposición ninguna para tratar de entender lo que está ocurriendo en México desde el triunfo de Andrés Manuel López Obrador. Como un extranjero que llega por primera vez a México y, ante el disgusto que le produce el olor a maíz frito y el susto de no encajar y no entender, se aferra al recuerdo de su jamón serrano o de su hot dog y juzga, desde ahí, una gordita de chicharrón prensado.
Armados con manuales y recetarios, en el fondo muy sencillos e infinitamente predecibles, muchos de nuestros pensantes han renunciado a interrogar la realidad en serio. A interrogarla en sentido fuerte; es decir, a hacerse preguntas sobre esa realidad sin conocer la respuesta de antemano y animados por el deseo genuino de encontrar alguna respuesta capaz de serenar la incomodidad que genera la duda acuciante.
No está fácil entender lo que está pasando, hay que reconocerlo. AMLO atenta, todos los días, contra los referentes conocidos y socava, cada mañana y casi cada vez que abre la boca, los límites asumidos como ciertos e inmutables entre lo posible y lo imposible. Como cuando tiembla o como cuando la persona con la que viviste 20 años te resulta irreconocible. Así de fuerte, así de inesperado y desconcertante.
Y es que con López Obrador, llegó al poder un México que las élites mexicanas llevan décadas (si no siglos) desdeñando, negando y desconociendo de forma sistemática y deliberada. Un México que no cuadra bien con los supuestos simples de la economía neoclásica (agentes individuales maximizadores de ingreso monetario). Un México con olores y colores muy incómodos. Un México que se parece poco a las caricaturas de la ‘mexicanita’ resignada sin más a cargar con el peso de sostener la fantasía de la ‘sagrada familia mexicana’ o del indígena inerte y folclórico de las postales. Un México que reclama reconocimiento como parte de ‘México’.
Asusta y desconcierta de AMLO su vena autoritaria, sin duda. Pero a las élites mexicanas les asusta especialmente el hecho de que López Obrador no esté solo. López Obrador no es un blip solitario en una pantalla. Representa gente, mucha gente. Millones de mexicanas y mexicanos invisibles, de a pie (literalmente) que no caben y no tienen cómo caber en la historieta neoliberal del ‘échale ganas’, pues todo depende de tu trabajo y de tu esfuerzo en solitario.
¿Cuántas ganas tiene que echarle un joven que escogió especialmente mal a sus papás para ‘hacerla’ en México? ¿Cuántas ganas tiene que echarle una madre (pobre y sin conectes) para que alguien (con poder) la atienda en relación al caso de su hija desaparecida?
El México que pone sobre la mesa López Obrador es uno que muchos preferiríamos dejar guardado en el cajón para siempre. Un México que huele mal, pues no se ajusta los que huele rico. El México de vivir afuera de la fiesta de los bocadillos bien presentados y la ‘racionalidad’ en clave: ‘invierte en tu educación (de calidad) para tener éxito en el mundo de la cuarta transformación industrial’. El México de los que no caben, en suma, en la exhortación del ‘échale ganas’, para aquellos/as para quienes el futuro no existe (tanto en plan subjetivo –clase social– como en plan objetivo –tema generacional). Ese México de pura exclusión, resentimiento, rabia y, también, potencialidades truncas que nos pone delante AMLO y en el cual tantos miembros de la élite nos sentimos extranjeros.
Extranjeros en México, eso somos las élites en la 4T. Nos hemos ganado a pulso de ceguera esa condición. Toca asumirlo y hacernos cargo de que tocaba, de que ya NOS tocaba.
Entre las élites negligentes, vanidosas e insensibles, tocaba hacerse cargo de la raíz (inmunda) de nuestra condición de privilegio. Vidas hiperciertas y cómodas rodeadas de vidas sin perspectiva ninguna, millones de personas cuyas vidas no caben en nuestro relato preferido.
Es fácil decir y repetir hasta el cansancio que López Obrador es un loco, que es ignorante, que no entiende las reglas más elementales de la lógica y la aritmética. Está más difícil reconocer nuestra condición de extranjería en el país en el que vivimos y que AMLO nos ha puesto delante.
Entre nosotros y las mayorías representadas y empoderadas por López Obrador, sólo está AMLO. No lo olvidemos. Cuidémoslo. Cuidemos que no fracase, si acaso nos interesa que nuestros hijos tengan algún interés en vivir y trabajar en México. Entre nosotros y la furia (legítima) sólo está el.
Fuente: El Financiero