Por Sergio Sarmiento
A veces el combate contra el acoso se convierte en otra forma de acoso. El caso de Armando Vega Gil, el bajista de Botellita de Jerez, además autor de más de 30 libros, fotógrafo y cineasta, debe hacernos entender que las palabras, las acusaciones -falsas o verdaderas-, sí pueden tener consecuencias, y muy serias.
Este 1 de abril se quitó la vida Armando Vega. En un texto en Twitter explicó las razones. Una chica lo acusó en la cuenta MeTooMusicosMexicanos @Metoomusicamx de abuso y acoso. El episodio ocurrió cuando la joven tenía presuntamente 13 años de edad. “Lo afirmo categóricamente -escribió Vega en una carta que mandó por Twitter ayer por la madrugada-, dicha acusación es falsa”.
En este texto póstumo Vega añadió: “En fin, es un hecho que perderé mis trabajos, pues todos ellos se construyen sobre mi credibilidad pública. Mi vida está detenida, no hay salida. Sé que en redes no tengo forma de abogar por mí, cualquier cosa que diga será usada en mi contra, y esto es una realidad que ha ganado su derecho en el mundo, pues las mujeres, aplastadas por el miedo y la amenaza, son las principales víctimas. En esta perspectiva, lo que menos deseo es que mi hijo se vea afectado por la falsa acusación que se me hace. Debo aclarar que mi muerte no es una confesión de culpabilidad, todo lo contrario, es una radical declaración de inocencia; sólo quiero dejar limpio el camino que transite mi hijo en el futuro”.
La cuenta MeTooMúsicosMexicanos descalificó ayer la muerte de Vega. “Fue un acto para difamar al movimiento. Hablamos con Armando ayer para hacer la averiguación pertinente al caso. Él no tuvo respuesta final hasta las 6 AM. Publicó su supuesta ‘carta de suicidio’ a las 4 AM. Él sabía que era culpable. Fue chantaje mediático. #MeToo”.
No parece que los responsables de la cuenta hayan hablado con Vega, aunque quizá sí lo hayan buscado. Parece difícil pensar, por otra parte, que una persona pueda suicidarse para “difamar al movimiento”. Me parece curioso también designar la carta de suicidio como “supuesta”. ¿No hubo acaso suicidio o la carta no la escribió él? No tengo forma de saber, por supuesto, si la acusación misma que se lanzó en su contra era verdadera o falsa. Ese es el problema de las acusaciones sin pruebas. Lo que sé es que la acusación ya no aparece por ningún lado y que nunca tuvo siquiera nombre o apellido. Quien la lanzó lo hizo de forma anónima y acusó que Vega “le tomó fotos que la hicieron sentir incómoda y después hizo comentarios con implicaciones sexuales”.
Coincido con Vega, a quien entrevisté en varias ocasiones y apreciaba en lo personal, que el acoso es un mal que hay que parar. A una compañera de trabajo mía se le llenaron los ojos de lágrimas ayer cuando recordó que hace más de 20 años fue objeto de acoso en un trabajo en el sector público y que cometió el error de presentar una denuncia sólo para atestiguar que el responsable era ascendido y no sufría ningún tipo de castigo por su abuso. Pero precisamente porque el acoso es tan serio, hay que evitar convertirlo en una simple excusa para linchamientos o para la aplicación de un nueva forma de moralismo. Bien lo dijeron las 100 mujeres encabezadas por la actriz Catherine Deneuve y la escritora Catherine Millet en su manifiesto en Le Monde del 10 de enero de 2018: “La violación es un crimen, pero la seducción insistente o torpe no es un delito, ni la galantería una agresión machista”.
Refinerías
Dice AMLO que en dos años se rehabilitarán las seis refinerías de Pemex en México y en tres estará lista la de Dos Bocas. Con esto dejaremos de importar gasolina. La verdad es que no sería suficiente; pero además, con las pérdidas que Pemex tiene en refinación, el resultado podría ser la quiebra de la empresa.
Fuente: Reforma