¿No a las bodas gay y sí a la licencia a Duarte?

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Por Luis Javier Valero Flores

En ocasiones hacen falta domingos. Son tantos asuntos, todos de la mayor importancia.

Uno de ellos, de plano, no se puede soslayar, porque se trata de la violación de derechos a una parte de los ciudadanos -el de los matrimonios igualitarios-; los otros, igualmente importantes, y que serán los principales temas de discusión en la semana que inicia.

Por un lado, la pretendida “reforma de Estado” -que mañana será presentada en el Congreso del Estado- y, segundo, la probabilidad de que el gobernador César Duarte solicite una licencia a fin de incorporarse al Gobierno federal. La agencia de noticias Apro, perteneciente al grupo Proceso- informó el viernes (“Gobernador banquero al frente del PRI”. Nota de Jesusa Cervantes) que lo han propuesto un grupo de gobernadores para dirigir al PRI nacional, luego que días atrás el periódico Reforma diera información con las mismas características y que afirmara que uno de los principales impulsores de Duarte es Eruviel Avila, mandatario del Estado de México.

Por el principio. Imposible no deplorar los tiempos a los que nos pretenden regresar los ímpetus fundamentalistas, imposible dejar de criticar la ilegal intervención de varios sacerdotes católicos y ministros de otras religiones, al manifestarse públicamente exigiéndole al Poder Legislativo de Chihuahua que deje de acatar la ley, sólo porque ellos y sus seguidores quieren que una parte de la sociedad se comporte del modo que sus convicciones religiosas les mandan; imposible no deplorar que los legisladores (y el grupo gobernante, todo) sean tan extremadamente sensibles a las presiones de sus obispos.

Son sus guías espirituales, pero no lo son del total de la población y los asuntos de ellos son los del cielo (o debieran serlo); aquí discutimos los de la sociedad y su entorno.

Todos ellos deberían entender que nos hemos dado un marco legal para normar las relaciones y comportamientos de todos: Católicos, protestantes, cristianos, musulmanes, judíos, librepensadores, ateos, mormones, etc.

Ese marco legal impide que las creencias religiosas de unos se impongan sobre la vida de los demás.

Hace mucho tiempo que decretamos la creación del Estado laico, precisamente para hacer que asuntos como el del matrimonio de homosexuales -y otros muchos asuntos- fuera un asunto visto desde la óptica de los ciudadanos y no de los creyentes.

Ahora resulta, en esa concepción fundamentalista, que legalizar el matrimonio homosexual es un atentado “contra la familia”, pero, ¿Contra cuál?

No, de ninguna manera respetar los derechos de los demás es un retroceso. De ninguna manera se puede aceptar que en el nombre de Dios se permitan prácticas discriminatorias y hasta persecutorias.

Hipócritamente dicen, -sí los respeto, mucho ¡¡¡¡Pero que no le llamen a su unión matrimonio!!!! ¡¡¡Eso es antinatural!!!!, claman las voces del pasado que, por desgracia, no se han ido.

Es correcto, la resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación no le ordena al Poder Legislativo de Chihuahua que legisle para decretar que el matrimonio es entre dos personas, pero al declarar inconstitucionales todos los códigos y artículos que impongan la unión entre un hombre y una mujer, o que señalen que el matrimonio es para la procreación, está señalando claramente que todos los funcionarios públicos están obligados a respetar tal ordenamiento, so pena de dar origen a demandas económicas y/o sanciones, hasta penales, a los funcionarios que se nieguen a casar a las personas que decidan hacerlo con otra del mismo sexo.

Pueden no legislar al respecto, pero llegará un momento en que deberán hacerlo, por más que la más alta jerarquía clerical se oponga y el gobierno estatal deberá matrimoniar a quienes se lo soliciten, o será denunciado por violar la ley.

Así, en la sociedad chihuahuense existirán -existen-, en la realidad y con todos sus derechos vigentes, prácticamente todos los tipos de familia que la ley permite y que forman parte de la vida moderna, la del siglo XXI.

¿Cuál será la instrucción que deje el gobernador Duarte, de irse  al Gobierno federal, sobre este asunto?

Parecía un nuevo episodio de los muchos que se generaron desde el equipo gobernante, prácticamente desde que Peña Nieto apareció como el triunfador de la elección presidencial.

Un día sí, y otro también, se decía que Duarte se iría al gabinete.

Todos dejaban de lado un hecho, extremadamente ilustrativo de la composición de las fuerzas internas del PRI al final del 2012.

Duarte ejerció de anfitrión a la reunión de los senadores electos del PRI, cuyo coordinador sería Emilio Gamboa Patrón, a todas luces no perteneciente al grupo de Atlacomulco que colmó todos los espacios de primer nivel del gabinete. Nadie que no fuera del grupo mexiquense y del grupo mandón en Hidalgo -hace más de 100 años- podía aspirar a ingresar ahí.

Pero pareciera que Duarte leyó bien ese episodio. Desde hace algunas semanas se exhiben en la autopista Cd. de México-Toluca varios anuncios espectaculares con la imagen del ballezano y la leyenda “César Duarte fortalece Chihuahua”.

Así dice la nota de Proceso: “Desde el jueves 12 pasado, gobernadores, dirigentes estatales del PRI y algunos miembros del gabinete presidencial empezaron a cabildear en favor de Duarte para ocupar la silla de su tocayo… Los gobernadores quieren a uno de ellos. Varios del gabinete, mandatarios y comités estatales están con César Duarte”.

De acuerdo con la reportera, la exhibición de los espectaculares sólo podría hacerse (y que lo hiciera un gobernador priista, dada la extrema disciplina existente entre ellos) con “la autorización del secretario de Gobierno José Manzur”. En otras palabras, con autorización, por lo menos, del gobernador mexiquense, Eruviel Avila, que no pertenece al grupo Atlacomulco… aunque a estas alturas ¿Quién sabe?

Pero estas informaciones circularon después de que Manlio Fabio Beltrones  declarara su pretensión de dirigir al PRI (anotemos que César Camacho dejará la dirigencia para enfilarse a la Cámara de Diputados). Así, la candidatura de Duarte, con el apoyo de Gamboa (recordemos que lo impulsó a la presidencia de la Cámara de Diputados y después a la gubernatura) denotaría que Beltrones y Gamboa se enfrentarán la presidencia del PRI, teniendo como telón de fondo la disputa presidencial del 2018.

Sin embargo, no todo está resuelto, falta la opinión de los mexiquenses porque quien asuma la dirigencia podrá influir decisivamente en la designación y campañas de doce candidatos a gobernadores, en 2016, más los pocos del ’17 y la designación de candidatos a diputados federales, locales, alcaldes, gobernadores, senadores y el presidente de la república del ‘18.

De ahí que si Duarte se va, será por indicación de Peña Nieto y entonces deberá cederle a éste toda la preeminencia en la designación del candidato de Chihuahua, pero su opinión será muy importante ante el mexiquense. No decidirá pero sí influirá.

La salida de Duarte destensará grandemente las relaciones entre los grupos priistas y le quitará a su partido el peso del enorme porcentaje de voto de rechazo; no desaparecerá del todo, pero la idea de que en las elecciones del próximo año una parte del electorado ejercería su voto de castigo al gobierno de Duarte, disminuirá grandemente y los aspirantes actuarán casi con plena “libertad política” unos cuantos meses, los suficientes para que se realicen las encuestas ordenadas por la Secretaría de Gobernación y el PRI nacional para decidir quien será el abanderado (a) de este partido.

Todo lo anterior es muy importante para la clase política, ¿En qué beneficia a la entidad que su gobernador, elegido por una mayoría, abandone el cargo para ir a desempeñar tareas de su partido, que por muy importantes que sean no lo son respecto del mandato que la ciudadanía le otorgó?

¿Qué hará el sustituto? ¿Continuar los planes y programas en marcha o, simplemente, preparar la maquinaria gubernamental para afrontar la elección de gobernador?

Y todo lo anterior en medio de la discusión (no’mbre, hasta crees?) y aprobación de la reforma electoral, justamente cuando los tiempos y movimientos de los priistas se aceleran y que al llegar a la mitad del año pareciera que, si por Duarte fuera, el elegido sería el alcalde juarense, Enrique Serrano, a quien se le “placea” por toda la entidad, de un modo apenas ligeramente superior al que se le otorga al alcalde capitalino, Javier Garfio.

Sin embargo, las responsabilidades políticas dadas por Duarte a Serrano en los últimos años parecieran consolidarlo. Fue el líder de los diputados locales, es el suplente del senador Romero Deschamps y fue el coordinador estatal de la campaña de Peña Nieto en 2012.

No todo está dicho, la sorpresiva inclusión de Héctor “Teto” Murguía en el gabinete, no porque apareciera ahí, sino por el cargo al que fue invitado, del cual salió Mario Tarango, y no una secretaría, demuestra que deberá contarse con él al momento de la designación.

Se la deben. Recordemos que en 2010 se hizo a un lado ¿Lo recordará César Duarte cuando llegue el momento?

¿La salida de Mario Tarango -aunque se haya ido a la coordinación de asesores-, implica, por ello, la del grupo de los Baeza y se regresa al nivel previo de relaciones entre éste y Duarte? No parece ser así, mantienen sus diferencias pero los resultados de la elección pasada arrojaron un retrato muy cercano a la realidad de las fuerzas priistas en Chihuahua. Los Baeza sacaron adelante el triunfo en Delicias con Tony Meléndez y los equipos de Teto Murguía en los distritos 2 y 3 de Juárez.

La conclusión es más que obvia, sin acuerdo entre ellos difícilmente saldrá adelante el candidato priista el próximo año, de ahí la pretensión de ponerle candados a los candidatos independientes y de bajarle el piso a los partidos menores, los necesitan como nunca, sus escasos votos, rondando el 2-3% de la votación pudiera darles la diferencia que necesitarán.

Bueno, pues se nos quedó fuera la reforma electoral, a ella volveremos.

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