Desde los 8 años, María del Carmen Cruz Ramírez se convirtió en defensora de los derechos humanos de las niñas tepehuas.
En la sierra de Hidalgo, donde decenas de comunidades se rigen por usos y costumbres, los padres de las pequeñas las venden o las intercambian por licor o ganado.
Carmen, ahora de 13 años, anhela que las niñas indígenas despierten, se defiendan y estudien, pues, asegura, eso las sacará de la pobreza extrema y la ignorancia.
“Si las niñas como yo conocen sus derechos, ellas pueden exigirlos”, afirma.
El liderazgo de la pequeña, quien porta orgullosa su ropa tradicional indígena, fue identificado por la organización Semillas, que promueve los derechos de las mujeres, y la apoyó para acudir a tomar un curso de 42 sesiones sobre los derechos de la niñez.
“Nos dieron cursos de todo, especialmente de derechos humanos, pero también para hablar de la auto protección sexual, de las infecciones venéreas, así como para evitar que los jóvenes beban y consuman drogas”, comentó.
Desde entonces, siempre acompañada de sus padres, profesores o de María de Jesús Villegas, presidenta de Semillas, viaja a las comunidades para platicar y ayudar a las pequeñas que ahí habitan.
En esa tarea, ha constatado los abusos, como cuando una niña de 8 años fue arrastrada por su padre hasta donde bebía con otros hombres. El sujeto la entregó a uno de ellos por 20 litros de aguardiente.
“¿Cómo es posible que el ser que te dio la vida te pueda cambiar por algo que puede conseguir si trabaja? Eso está mal. La niña estaba chiquita y necesitaba desarrollarse física y mentalmente”, manifestó.
En 2013, Carmen recibió el Premio Estatal de la Juventud, por su trabajo, primero como traductora del español al náhuatl y luego, como líder en las comunidades para alertar a las mujeres sobre sus derechos humanos.
Carmen no tiene miedo a los ataques o críticas que genera su actividad en la zona indígena de Hidalgo.
“Hay resistencia porque está muy arraigado el racismo y el machismo. Se nos dice tú eres mujer, tú te quedas en la casa, tú haces el quehacer y los muchachos son los que tienen que trabajar. Ellos pueden tener otra mujer y nosotros no”, dijo.
Convencida asegura que gracias al reconocimiento que obtuvo puede ayudar a más gente, por lo que ya gestiona con el director del Instituto Estatal de la Juventud, Guillermo Peredo, una beca para continuar sus estudios y seguir apoyando a las niñas de la zona.
“Quiero ser abogada y traductora, porque los indígenas están en la cárcel no por delitos sino porque no saben hablar castellano”, refirió.
En 2013, junto con el Premio estatal de la Juventud le entregaron un iPad que contrasta con el pequeño jacal donde vive, el cual tiene piso de tierra y un fogón en lugar de estufa.
Ella tampoco tiene cama, pero además del náhuatl y el castellano, ya está estudiando inglés.
Sus amigas están muy orgullosas y siempre quieren informarse más.
“Ella se ha convertido en alguien grande, en la defensora de esta etnia. Nosotras le damos ánimos porque queremos cambiar la realidad de todas”, mencionó la niña María Guadalupe Martínez Cruz.
Fuente: Reforma