Por Ana Muñoz
España está viviendo una grave crisis, como otros países europeos, y más de cinco millones de personas se encuentran desempleadas. A pesar de todo, la Navidad sigue siendo esa época de derroche y consumismo.
Tan sólo en la ciudad de Madrid se van a gastar más de 1,5 millones de euros en las típicas luces navideñas y las familias gastarán de media una cifra cercana a los 180€ en juguetes. Cada niño tendrá una media de seis juguetes nuevos debajo del árbol de Navidad.
Luces, calles llenas de gente con bolsas y millones de anuncios que nos bombardean cada día. La Navidad es hoy sinónimo de alto consumo. Los grandes almacenes y las marcas dan el todo por el todo en estos días. Perfumes, corbatas, camisas, vestidos, zapatos, videojuegos, consolas… y miles de juguetes están esperando en las tiendas a los compradores que quieren hacer felices a sus seres queridos. Porque hoy “tener” es el significado de “ser feliz”, incluso, de “ser”.
Las fechas navideñas son una época de estrés para encontrar el mejor regalo, el más grande, el más bonito… incluso en crisis. Nos volvemos un poco locos a la caza y captura de ese regalo que al otro le hará sentirse querido. Sin embargo, en algo nos estamos confundiendo porque hoy ya hay niños y niñas que van al colegio sin haber desayunado o se acuestan sin cenar. El consumismo desenfrenado no puede ser la solución al problema que ha provocado esta gran crisis económica y financiera… Y de valores.
Empecemos por la Navidad. Hay otra Navidad posible. Una Navidad sostenible y para todos. Desde organizaciones como Ecologistas en Acción nos proponen apostar por “las tiendas de barrio en vez de la gran superficie, la agricultura ecológica frente a los productos industriales congelados, los mercados de trueque en lugar de usar y tirar, los regalos hechos a mano ante los obsequios sin personalidad”. Ideas que pueden hacer que pasemos unas Navidades diferentes, pensando más en las personas con quien las vamos a compartir que en los regalos que vamos a hacer, la comida con la que vamos a agasajar a nuestros familiares o estresados porque nuestro niño no podrá tener la última videoconsola.
El cariño, el afecto, el amor… no son sentimientos que se midan por el coste de un regalo. “En esta época, más que nunca, se registra una exaltación publicitaria de las emociones y una mercantilización de los afectos, proponiendo la compra de productos como una vía de expresarlos. Así, un perfume es pasión, un juguete a pilas es imaginación, el videojuego es alegría”, explican desde Ecologistas en Acción.
En países como Grecia, también inmerso en una grave crisis, estas Navidades serán las peores desde la II Guerra Mundial y que serán a la “romana”. Es decir, que todos los invitados aportarán algo a la cena de Nochebuena y a la comida de Navidad. ¿No es este el verdadero espíritu de la Navidad? ¿Compartir entre todos los alimentos y pasar un buen rato con la familia y amigos? “Los anuncios se empeñan en poner precio a las emociones e imponer modas para loso sueños”, dicen desde Ecologistas en Acción. ¿Es esa la Navidad que queremos?
Quizá hay que volver a los orígenes de la Navidad, con la familia reunida para cenar, pero, sobre todo, para estar junta. Los niños jugando y haciendo ruido en el pasillo y los mayores guardando en la retina los recuerdos para el futuro.
Ana Muñoz es periodista
Fuente: Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS), España.
Twitter: @CCS_Solidarios