Narcos ejecutan ya a 32 en Guachochi

0

Cuando suman 32 muertos en cuarenta días, más de treinta unidades de corporaciones estatales, municipales y del Ejército recorren las calles de Guachochi. Pese a esta vigilancia, como en pocas ocasiones los habitantes sienten temor. Los testimonios que dan cuenta de bloqueo de carreteras y el saldo oficial, pero sobre todo el extraoficial de muertes, fundan los miedos.

Los últimos hechos violentos suscitados en el municipio de Guachochi no han tocado a la cabecera municipal, no por ello son ajenos a sus habitantes. Los efectos de la inseguridad, llegan como oscilaciones telúricas cuyo epicentro está a unos 40 kilómetros del lugar y suman ya 32 víctimas.

Aun con la habitualidad del nublado y la bruma que prevaleció ayer martes en Guachochi, no es un día normal. Los lugareños están acostumbrados a estos, y otros embates mayores del clima, no así a la presencia policiaca que delata la inseguridad que se ha apoderado del municipio.

Las historias de los últimos hechos ocurridos en los enfrentamientos de Samachique y Cusárare, parecen ser una faceta más del recrudecimiento que, se sabe, existe entre los grupos criminales de “los linieros” y la gente del “Chapo”. Se disputan la plaza desde hace tiempo. Montan improvisadas campamentos que hacen las veces de “garitas aduaneras” que intentan delimitar territorios. Detienen, interrogan, permiten o no el paso a los transeúntes. Desaparecen y vuelven.

Es en estos sitios o puestos de vigilancia donde se han suscitado los últimos enfrentamientos.

La teoría de la violencia radicalizada a consecuencia de la rivalidad de grupos de la delincuencia organizada, es ratificada por el fiscal de la zona sur, Octavio Ledesma, cuando atribuye los últimos enfrentamientos a que es el tiempo de la cosecha y trasiego de la mariguana.

En el último mes los hechos violentos han cobrado la vida a, por lo menos, 32 personas. Esto no impide que la vida se lleve en aparente normalidad. Los niños asisten a la escuela. La gente sale a la calle, casi como cualquier otro día. Son afortunados, esto no sucede en las comunidades de los alrededores. Lo saben y salen a la calle, pero lo hacen con miedo.

El presidente municipal, Leobardo Acosta, está iniciando el segundo año de su segunda ocasión como alcalde. El más difícil. La afluencia de gente en la Presidencia también es menor. Al alcalde no se le ubica. Sin embargo, accede a una entrevista en donde es lacónico en sus respuestas. Acepta de facto que la situación es difícil, cuando dice: “tenemos confianza de que las autoridades van a hacer su trabajo y todo se tranquilice”.

Los testimonios revelan lo que está ocurriendo y que quizá con la distancia no se dimensione; se habla de bloqueo a carreteras, la de Nonoava a Norogachi y también de algunos caminos vecinales.

Un maestro que prefiere no ser identificado, destaca: “Ayer no dejaron pasar a dos maestras, que por eso no pudieron asistir a la escuela, venían de Chihuahua y tomaron por la carretera de Nonoava, la que va a salir a Norogachi. Pero les impidieron el paso. Tuvieron que rodear por Parral”.

Son testimonios de profesores que saben de las ausencias de algunos de sus compañeros, de los que no residen allí o que salieron de fin de semana a la capital. Su regreso fue más que complicado. No llegaron el lunes, pero hoy martes han contado su odisea. Gente armada que los interceptó en la carretera y los devolvió.

Otro más interviene: “yo estaba en la capital, cuando iba a regresarme uno de mis familiares me dijo lo que estaba pasando en Guachochi; sentían temor y también, mi esposa me pidió que nos regresáramos por Nonoava, que es más corto. La carretera termina en Norogachi, que es el sector donde se han dado los últimos hechos. Rodeamos por Parral, porque era más seguro, pero igual un accidente nos atrasó más de dos horas. Estuvimos varados cerca del aeropuerto Frisco hasta que pudimos pasar.”

Todo parece normal. Pero no lo es. Algunas reuniones que estaban programas en la cabecera municipal tuvieron que ser suspendidas. Maestros que prestan sus servicios en las comunidades que se encuentran en el sector noroeste, por la salida a Creel, prácticamente están “auto sitiados”, tienen temor a salir. No se arriesgan a que los devuelvan.

Ésta no es la primera ocasión. Antes, cuando se registró la masacre de las once personas en Rocheachi, el paso también estuvo impedido a la altura de Norogachi. Después se balaceó a una familia y murió una niña, poco después se encontraron los seis muertos y se desbloqueó la carretera, pero el temor ahí sigue.

Mientras tanto por la calle 20 de Noviembre de Guachochi, agentes vestidos de azul y armados con rifles bloquean el tráfico, en una de las calles que la intersectan le dan paso libre a más de una veintena de unidades que se dirigen al lado Este del pueblo.

Las unidades, la mayoría de reciente modelo, varias de éstas no portan placas; otras están plenamente identificadas con los colores blanco y azul de la policía. Nadie viaja atrás, todos en cabina donde se visualizan personas con pasamontañas. Otros con el rostro descubierto usan sombreros, tipo Indiana Jones. Se sabe que son policías, aunque no estén identificados.

Unidades pick up del Ejército realizan también recorridos. Su cuartel está en el centro de la población. Camionetas repletas de elementos castrenses imponen en su paso por la ciudad. Sobre la misma batea de la pick up, pero arriba de la cabina, sobre tubulares una metralleta parece cortar no sólo el viento, también el aliento de quienes la encuentran de frente.

Los hombres de verde pertenecientes al 76 Batallón hacen recorridos, luego regresan a sus instalaciones. Un guardia abre la puerta a la unidad doble cabina, camuflaje, vigilan de reojo, adentro, en el patio hay por lo menos otras cuatro unidades más de este tipo, en las cuales deberán salir otros contingentes.

Es casi la una de la tarde y el hambre empieza a hacer estragos entre todos. Los policías no son la excepción. Poco discretos estacionan más de diez unidades en ambas aceras que están frente al restaurante Los Adobes. Afuera nadie vigila, pareciera una tregua pactada con la delincuencia, para que, al menos en esa hora, no pasara nada.

En los alrededores muchos comercios cerrados. La mayoría porque es la hora de comida, la actividad de los transeúntes parece la misma en una comunidad donde el andar de vehículos y personas en las calles no es copiosa, aun así se ve más disminuida.

Los testimonios de comerciantes del ramo turístico, comercial, de comida y de aserradero dan cuenta de la disminución de su actividad en rangos que van del 40 al 80 por ciento. Lo atribuyen a los últimos hechos.

Por un momento se acrecienta el número de personas. Es después de la 1:30 y los padres de familia van a la salida de las diferentes escuelas de nivel básico para recoger a sus hijos.

Afuera de la UPN, en la barda metálica, fueron colgadas lonas en las que no se protesta por los hechos violentos de ese municipio. Sí, en cambio, se pide la resolución inmediata de los normalistas desaparecidos del estado de Guerrero.

Las gasolineras están prácticamente solas, son pocos los clientes que asisten en algunos casos es la consecuencia de quienes prefieren quedarse en casa. En otro negocio de combustible ya tiene tiempo con una baja en las ventas, porque las obras de mejoramiento al acceso al poblado después de varios meses no terminan, siguen bloqueadas.

Hoy ha bajado la temperatura, hay frio y bruma es un ambiente que envuelve a la comunidad, enmarca a la perfección lo que está ocurriendo. El epicentro no es la cabecera municipal; sin embargo, sí es donde existe la mayor concentración de cuerpos policiales, afuera, en la carretera a Norogachi no se sabe y son pocos los que lo quieren investigar.

De regreso a Parral, todo es normal. Poco tránsito. Es de tarde, pasan las 5:00 y está por caer la noche. Pasando Casita, cinco unidades policiacas más -sin identificación oficial-, rumbean hacia Guachochi…

Fuente: El Sol de Parral

Comments are closed.