Nadie ha encontrado el modo

0

Por Miguel Ángel Ferrer

Cada día que pasa crece incontenible el consumo de drogas. Y ante una creciente demanda, la oferta crece paralelamente. Dicho en otras palabras, la demanda de estupefacientes va creando su propia oferta. Por eso el mercado crece cada día. Y como todo mercado en expansión, el de las drogas atrae inversiones, inversionistas, productores (fabricantes) y distribuidores (comerciantes).

Esta es hoy, y desde hace años, la realidad mexicana. No hace mucho, digamos tres decenios, se decía que México era un país de tránsito de drogas y no un país de consumidores y productores de esas sustancias. Esta tesis hoy ya es insostenible. México se ha convertido en un grande y creciente consumidor de drogas.

Por razones de precio y de desigualdades sociales, la demanda de narcóticos es claramente diferenciada. El grueso de los consumidores mexicanos está formado por usuarios de lo que podríamos llamar drogas baratas y muy baratas: alcohol, mariguana y diversas sustancias que pueden englobarse en el término “pastillas” o, más vulgarmente dicho, “chochos”. Pero existe, desde luego, un sector de la población con ingresos económicos suficientes para adquirir drogas de alto precio. Cocaína, principalmente.

El crecimiento del mercado permite constatar que para frenar ese dinamismo de nada sirven las políticas represivas de corte policiaco, judicial y militar. Pero que son muy útiles para llenar las cárceles con centenas de miles de fabricantes y comerciantes, cuya única falta es el abastecimiento de un mercado en permanente expansión. De personas cuya actividad debería estar normada por el Código de Comercio y por las diversas leyes que regulan la producción agrícola e industrial, así como por los ordenamientos sanitarios, pero nunca y en ningún caso por el Código Penal.

Pero cual quedó demostrado desde la tristemente célebre “Prohibición” de las primeras décadas del siglo XX en EU, el enfoque punitivo prevaleciente en México sirve no sólo para llenar prisiones de agricultores, comerciantes e industriales. También es muy útil para generar una desaforada violencia por la lucha entre diversos grupos e individuos que buscan participar de los beneficios económicos de ese nuevo Eldorado que es el mercado de estupefacientes.

Un mercado que crece en función de la demanda, en función de los consumidores. Y si es materialmente imposible reducir la producción y la comercialización de drogas, mayormente imposible es reducir o atemperar los deseos y apetencias de los consumidores. Y da igual hablar de mariguana que de cocaína, alcohol tabaco o chochos.

Desde la invención de la cerveza y el vino hace por los menos cinco mil años, ninguna sociedad, gobierno o régimen político ha encontrado la manera de evitar o reducir la demanda de estupefacientes. ¿Por qué el México de hoy podría encontrarla?

Más y mejor educación no conducen a la eliminación o atemperamiento de esa demanda. Tampoco lleva hacia allá una mayor prosperidad económica. En ambos casos (educación y prosperidad) la dirección es más bien la contraria. Digamos que esos dos factores propician un consumidor más informado y exigente y no menos consumidores.

Y una cosa semejante puede decirse de la urbanización, de las mejores vías de comunicación, de los avances tecnológicos informáticos y en comunicación electrónica. Todo contribuye a generar consumidores más informados, exigentes y selectivos. De cualquier mercancía y, por supuesto, de estupefacientes.

Esta es una nueva realidad. ¿Nos acostumbramos y adaptamos a ella o la combatimos? ¿O la soslayamos, ignoramos u ocultamos? Cinco mil años de historia aconsejarían convivir con ella, procurando, ¡qué más!, limarle las aristas más agudas.

Fuente: www.miguelangelferrer-mentor.com.mx

 

Enhanced by Zemanta

Comments are closed.