En el panteón de los dioses del México prehispánico, la mayoría de las deidades aztecas son representadas como seres brutales y sanguinarios que sólo son apaciguados con sacrificios humanos.
Pero el viernes, el museo del Templo Mayor de la capital mexicana montó por primera vez una exhibición dedicada a Xochipilli, el dios azteca del canto, la danza y el sol naciente.
Los aztecas solían sacrificar codornices a Xochipilli, y no corazones humanos aun latientes. Y fue venerado en vastos festivales de poesía y música, en lugar de demostraciones marciales.
Patricia Ledesma, directora del museo, dijo que la exposición pretende mostrar otro lado de las deidades adoradas por el pueblo mexica que habitaba el imperio azteca.
“Es parte de lo que queríamos demostrar, que no solo los mexicas se dedicaban a la cuestión bélica o sangrienta, sino que también tenían esta parte más artística”, dijo Ledesma en la inauguración de la exhibición de piezas desenterradas en 1978 en un pequeño santuario en un extremo del amplio complejo del Templo Mayor, en la Ciudad de México.
La exhibición es inusual dado que consiste de diminutas esculturas de piedra de instrumentos musicales —sonajas, tambores, silbatos y flautas— y por el colorido rojo que tienen muchos de los objetos.
El rojo era un color relacionado con los primeros rayos de la luz del sol matinal. La poesía de canciones en las que se elogia a Xochipilli, escritas por cronistas después de la conquista española de 1521, también forma parte de la exhibición.
“Queremos mostrar una faceta poco conocida de un pueblo catalogado como guerrero, que podía expresar con un exquisito estilo el júbilo y la esperanza del nuevo día”, dijo Ledesma.