Monsanto y Bayer, ¿un matrimonio forjado en el infierno?

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La empresa por la que Bayer ofrece 55.000 millones es el principal productor de organismos genénicamente modificados y de un popular herbicida Roundup.  Los activistas califican la sociedad como “un matrimonio forjado en el infierno”

monsantoPor Sandro Pozzi/ El País

Monsanto por la que Bayer acaba de hacer una oferta de compra valorada en 55.000 millones de euros, es una de las compañías más controvertidas en el universo corporativo global. Pocas empresas han sido objeto de tantas manifestaciones y eventos de protesta en diferentes rincones del planeta como este conglomerado agroquímico estadounidense.

Monsanto es el mayor productor de semillas transgénicas del planeta, por delante de DuPont, y vende el popular herbicida Roundup. En los primeros seis meses de su ejercicio fiscal tuvo ingresos de 6.750 millones de dólares (6.023 millones de euros), que le aportaron un beneficio de 3.500 millones (3.123 millones de euros).

Los principales mercados de Monsanto son Estados Unidos, Brasil, Argentina y Canadá, además de la India, donde se concentran el grueso de las plantaciones genéticamente modificadas en todo el mundo. Por darle dimensión, la gran mayoría del maíz y de la soja que se consume en Norteamérica es transgénica. También el algodón, convertido ya en un monocultivo. Los otros grandes productores de semillas alteradas genéticamente son por cifra de negocio DuPont, Syngenta, Bayer, Dow Chemical y BASF. Es un negocio que está ahora en proceso de consolidación.

Su enorme tamaño y la combinación de productos destinado a un sector como la agricultura (y por tanto, la alimentación mundial) hacen que Monsanto sea una compañía más odiada incluso que las grandes petroleras, hasta el punto de generar movilizaciones de protesta como la que hace tres años tomaron las calles de medio centenar de países en todo el mundo. Este rechazo lo generan las tres letras clave: OGM. Son las siglas que identifican a los organismos genéticamente modificados. Estos productos empezaron a comercializarse hace dos décadas.

El material genético de las semillas que produce Monsanto ha sido alterado con técnica de ingeniería genética para hacerlos más resistentes a las plagas y las sequías. Se consigue así con la tecnología hacer algo que a la naturaleza llevaría miles de años completar. El temor es que el consumo de estos productos provoque desde reacciones alérgicas, problemas gastrointestinales hasta cáncer. Pero la misma semana en la que se conoció la propuesta de Bayer se publicó un informe que rechaza que los OGM sean peligrosos para la salud humana y animal.

Monsanto se defiende, además, en este debate destacando los beneficios de estas semillas para los agricultores porque con ellas pueden elevar el rendimiento de sus plantaciones, las hacen más resistentes antes las plagas y las protegen de enfermedades, además de las sequías y el calor más intenso. Pero la dependencia de los agricultores hacia los productos que desarrollan estas compañías también crece, porque están obligados a comprar nuevas partidas en cada cosecha.

Casi 40.000 millones de valor en Bolsa

Monsanto no es un nombre que crea recelo solo entre el público. Los dirigentes políticos en Estados Unidos y Europa llevan años debatiendo sobre los límites que deben tener en el mercado estas semillas genéticamente modificadas. Francia y Alemania, por ejemplo, las tiene completamente prohibidas. Esta controversia social y política podría afectar al examen de la operación por parte de los reguladores de la competencia, que ya tiene entre manos la fusión entre Dow y DuPont.

La multinacional con sede en St. Louis tenía una capitalización bursátil de 44.780 millones de dólares (39.961 millones de euros) al cierre de mercado el pasado viernes. Pese al impulso que le dio la oferta de Bayer durante las últimas semana, la apreciación era ya del 3% en el año, antes de concretarse. El clima de negocio en el sector agrícola es complejo y eso provocó que sus ventas cayeran un 16%, mientras que las ganancia netas lo hicieron un 23%.

Sin embargo, sus ejecutivos indicaron en la conferencia con analistas tras presentar las cuentas que ya están desarrollando variedades de semillas que permitirán reavivar su crecimiento en el futuro. Esta división le genera el grueso de las ventas: 5.220 millones de dólares en el semestre (4.656 millones de euros). Los 1.530 millones de dólares restantes son los productos destinados a mejorar la productividad en la agricultura, lo que incluye los productos químicos contras las plagas.

Los activistas se ponen en guardia

La reacción a la operación anunciada por Bayer fue rotunda entre los activistas, hasta el punto de que la califican como “un matrimonio forjado en el infierno”. Les horroriza la eventualidad de ver a la farmacéutica alemana haciéndose con el control de la agroquímica estadounidense y el efecto que eso pueda tener en la cadena alimentaria. “Es mala también para los agricultores a largo plazo y para el medioambiente”, advierten desde la organización US Right to Know.

El temor de los más críticos con la fusión es que la combinación de Bayer y Monsanto permita a la nueva compañía imponer con sus semillas transgénicas un monocultivo que acabe con la diversidad. Esas semillas, a su vez, producen plantas que son inmunes a los herbicidas y pesticidas que comercializan, lo que puede llevar a los agricultores a usar productos aún más tóxicos para proteger sus cosechas. Según indican desde Greenpeace, la fusión amenaza el futuro de una agricultura sostenible.

Fuente: El País

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