Por Álvaro Delgado
–Rostro a la narcopolítica, el reto de Corral –Calderón y Moreira, duelo de sinvergüenzas
A la periodista Miroslava Breach le quitó la vida un sicario, pero la mató también la indolencia del poder político y sus complicidades con el crimen, la narcopolítica ya enraizada en Chihuahua y en todo México.
Indigna el asesinato, pero también el desdén de Enrique Peña Nieto, a cuyo ejemplo se suman autoridades de toda jerarquía: Si el jefe de Estado roba, los demás saquean; si abusa del poder, otros reprimen; si esquiva muertes, unos más asesinan.
Así, en esta lógica de impunidad, cada que un periodista cae muerto, la única certeza es que le seguirá otro.
Y ya suman 123 periodistas asesinados en los sexenios de Vicente Fox, Felipe Calderón y Peña Nieto, según el recuento de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH).
Fox y Calderón no tuvieron, ya no la grandeza para poner fin a la impunidad que está asociada a la violencia contra los periodistas, sino una mínima expresión de solidaridad por el asesinato de un colega. Fue la indiferencia absoluta. Peña ha seguido el mismo camino.
El 2 de noviembre, cuando se conmemora el Día Internacional para Poner Fin a la Impunidad de los Crímenes contra Periodistas, Peña no tuvo una sola palabra al respecto, en otra muestra más de su desdén a quienes en México ejercemos este deber, pero en su cuenta de Twitter felicitó, en inglés y en español, a los pilotos, aficionados y organizadores de la carrera de Fórmula Uno.
Y, claro, el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, imitó a su frívolo jefe. “Un emocionante domingo de carreras con el Gran Premio de México de Fórmula Uno. ¡Un evento de talla mundial para nuestro gran México!”, escribió el funcionario encargado de la seguridad de México y que ambiciona ser presidente.
Después de esa fecha, en cinco meses cuatro periodistas han sido asesinados: El 10 de diciembre, en Chihuahua, fue baleado Jesús Adrián Rodríguez Samaniego, el primer homicidio de un periodista en el gobierno del panista Javier Corral Jurado.
En unos cuantos días otros dos colegas perdieron la vida: El 2 marzo Cecilio Pineda Brito, director del diario La Voz de la Tierra Caliente, de Guerrero, y el 19 Ricardo Monlui Cabrera, director de El Político y presidente de la Asociación de Periodistas y Reporteros Gráficos de Córdoba y la Región.
Como en los otros tres, el asesinato de Miroslava, corresponsal de La Jornada y El Norte de Chihuahua, tampoco le mereció a Peña ni una sola palabra, ocupado en imponer a su primo Alfredo del Mazo en el Estado de México y entregado a la rapiña.
Miroslava documentó la penetración de los narcotraficantes en las instituciones de Chihuahua y el uso del erario para el enriquecimiento del gobernador César Duarte Jáquez. Los indicios apuntan a que ahí, entre narcopolíticos, se tramó el crimen.
Corral tiene el deber político y moral de llegar hasta la mente que urdió el crimen, no sólo por ser el responsable político del estado de Chihuahua, sino porque él mismo se ostenta como periodista y porque fue amigo de Miroslava, y además la hija de la periodista trabaja en su gobierno.
Detrás del asesinato de Miroslava está la narcopolítica, afirma Corral, pero es su responsabilidad ponerle nombres y apellidos, no fabricar culpables como con Regina Martínez, corresponsal de Proceso en Veracruz, crimen impune.
A Corral no le está permitido actuar como otros sátrapas, a riesgo de pasar a la historia como otro análogo, como parte del panismo priista o del priismo panista de Miguel Ángel Yunes, tan parecido a los dos Duartes.
Y sí: Peña no disparó contra los periodistas asesinados, pero no hay modo de que soslaye su criminal negligencia.
Apuntes. Felipe Calderón la volvió a hacer: Fue a Coahuila a acusar al exgobernador Humberto Moreira de proteger a los Zetas, pero se volvió a exhibir como encubridor: Si supo de esa protección, es cómplice por no haber procedido contra él. No sólo eso: El propio Moreira se ufana de que la PGR de Calderón lo exoneró de todo delito, y ahora le dio oportunidad de recordar que, en 2006, usurpó la Presidencia de la República, en un fraude del que él sabe bien porque, en ese estado norteño, participó… Calderón hizo lo mismo en Veracruz, el año pasado, cuando aseguró que del gobierno de Javier Duarte salieron más de 3 mil millones de pesos en efectivo, parte de los cuales fueron decomisados en el aeropuerto de Toluca, pero tampoco hizo nada. Este protagonismo de Calderón sólo exhibe a Margarita Zavala, su mujer que se desinfla.
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Fuente: Proceso