Migrantes se sienten impotentes, pero no derrotados

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Inmigrantes expresaron el martes decepción después que un juez federal detuvo el plan del presidente Barack Obama de proteger de la deportación a más de cuatro millones de personas que viven en Estados Unidos sin permiso; pero muchos dijeron que no han perdido la esperanza.

Un vistazo a algunas personas que quieren beneficiarse de los programas de Obama:

Mi gran sueño es estudiar

Creciendo en Guatemala, Keyla Betancurth estaba acostumbrada a mirar a su madre soltera llorar durante la noche porque no podía comprar comida para sus hijos. Betancourt abandonó la escuela cuando tenía 12 años para trabajar en una panadería y poder ayudar a su madre. Entonces, cuando tenía 17 años, dio un paso más grande, pagando a un contrabandista para que la introdujera a Estados Unidos.

“Yo quería un mejor futuro para mí y para mi mamá”, señaló la mujer de 28 años que ahora quiere presentar una solicitud para el programa de Obama que protege a padres de ciudadanos estadounidenses. “Ahora, yo soy madre, y quiero lo mejor para mis hijos. No quiero que mis hijos sufran como yo sufrí”.

Betancurth, quien tiene tres hijos pequeños, ha sido trabajadora agrícola en California y en Iowa, y desde que se mudó a Denver hace tres años ha sido empleada doméstica. Su esposo, originario de Honduras, pinta casas.

Para ambos es difícil conseguir empleo estable, bien remunerado, porque carecen de número de Seguro Social. Ella quiere regresar a estudiar peluquería y algún día tener su propio salón.

“Mi gran sueño es estudiar”, enfatizó.

claudia
Impotentes, pero no derrotadas

Claudia Ramón, de 46 años, dijo que ella y sus hijas no se entregaron regalos la pasada Navidad porque estuvieron ahorrando su dinero para pagar la tarifa de las solicitudes para el programa de inmigración del presidente Obama.

Con el aplazamiento, la familia ahora planea intercambiarse regalos pequeños el miércoles.

“Nos sentimos impotentes, pero no derrotadas; seguro que todo va a funcionar”, agregó Ramón, quien limpia casas para sostenerse en Houston pero era una psicóloga en su natal Colombia.

Comenta que vive con miedo, temiendo que una simple multa de tráfico la separe de su familia.

Recordó un accidente ocurrido hace cinco años cuando un policía le pidió su licencia de manejo. Ella dijo al agente que no la tenía y que se dirigía a llevar a terapia física a su hija Isabella, quien tiene síndrome de Down. El policía la dejó ir sin multarla, sólo recibió una advertencia.

“Sé que hay gente buena. Sé que existe gente que comprende las razones humanas por las que estamos aquí”, dijo.

Casa móvil en espera

Ericka Álvarez, de 35 años, estaba planeando presentar esta semana una solicitud al programa de Obama para quienes fueron traídos ilegalmente al país siendo niños.

Ella y su esposo quieren comprar una casa móvil en Santa Clarita, California, donde puedan vivir con sus dos hijos. Han ahorrado los 10 mil dólares de depósito y califican para un préstamo, pero el dueño del parque no les permitirá ocuparlo porque no tienen número de Seguro Social, señaló.

Álvarez se preocupa además cuando aborda un avión para acudir a una capacitación por su empleo de vendedora de suplementos nutricionales, ya que sólo porta su pasaporte mexicano. Ella tenía la esperanza de que el programa de Obama cambiara eso antes de su siguiente viaje.

“Estoy pensando si debo ir o no”, comentó.

Manos atadas

Jessica Núñez, de 40 años, y su esposo han estado en Estados Unidos durante 18 años y tienen tres hijos nacidos en el país.

Originaria de Santana, en el estado mexicano de Sonora, Núñez vive en Tucson, Arizona, y ha estado reuniendo los documentos necesarios para solicitar ser integrada al nuevo programa este año.

Núñez dijo que la vida sin un estatus legal ha sido dura, especialmente cuando surgen emergencias familiares en México y ella no puede acudir.

“Es como si tuvieran nuestras manos atadas”, dijo.

Fuente: AP

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