Dentro de poco Tijuana estará saturada con migrantes de todo el mundo y todos esperando llegar a Estados Unidos
Una mañana en enero, cinco hombres de Nepal se presentaron en la Casa del Migrante en Tijuana, buscando una cama para la noche.
Esta ciudad fronteriza ha sido la entrada para muchas generaciones de migrantes que huyen de la pobreza y la violencia en México y Centroamérica, gente que sueña con una mejor vida en Estados Unidos.
Sin embargo Nepal está a ocho mil millas de distancia. ¿Qué están haciendo aquí?
Dentro de unos meses, Tijuana estará saturada con migrantes de todo el mundo –de Haití, India, Bangladesh y varias partes de África– todos esperando llegar a Estados Unidos.
En un repunte que los funcionarios mexicanos dicen que no tiene precedentes, unos 15 mil migrantes de fuera de América Latina pasaron por Baja California este año –cerca de cinco veces la cifra del 2015–.
Más de un tercio de los detenidos en los centros de inmigración destinados para ese propósito en California en septiembre eran de fuera de Latinoamérica, según informaron los funcionarios de Estados Unidos.
Conforme viajan por un camino de rodeos, peligroso, por la espina de Sudamérica, Centroamérica y México, han agotado recursos a lo largo de la ruta y presentado nuevos retos para asegurar la frontera sur de Estados Unidos.
Han abierto un dramático nuevo capítulo en la larga historia de la inmigración al Nuevo Mundo. Mientras que las generaciones anteriores llegaban en cruceros desde Europa o en pequeños botes por el Caribe, estos nuevos aspirantes a estadounidenses están usando redes que se habían usado desde hace mucho para pasar drogas y migrantes por tierra a Estados Unidos desde Latinoamérica.
A diferencia de los millones que han viajado a lo largo de los años desde México y Centroamérica, muchos de los que ahora están llegando a la frontera sur de Estados Unidos están volando por sobre los mares y comenzando travesías desde muy adentro de Sudamérica a través de terrenos de dificultad inimaginable.
Muchos dicen que intentaron sus viajes –a pie, en camión, bote, y burro a través de hasta 10 fronteras internacionales–porque no se sintieron bienvenidos en Europa y esperaban tener más suerte en Estados Unidos.
Para cuando llegan a la puerta de Estados Unidos han navegado selvas pobladas con serpientes venenosas y narcotraficantes, autopistas patrulladas por policías corruptos y fronteras manejadas por traficantes depredadores. Murmuran historias de robos, asesinatos, violaciones y ahogamientos. Muchos finalmente llegan a Estados Unidos después de meses de dificultades, sólo para que los suban a aviones y los envíen de regreso a casa.
El número de migrantes de larga distancia que llegan a Tijuana palidece en comparación con los cientos de miles de latinoamericanos que pasan cada año. Pero el despunte está presentando dificultades a las autoridades en ambos lados de la frontera, quienes enfrentan dificultades alojando a tanta gente, con idiomas y culturas distintas.
Para el otoño, el cuello de botella en la frontera había estirado el tiempo de espera para ver a un oficial de inmigración de días a semanas. Hoy, cuatro mil personas de fuera de Latinoamérica están anhelantes en Tijuana y Mexicali, esperando entrar a Estados Unidos.
El grupo más grande de esta nueva ola de migrantes internacionales viene de Haití. Más de cinco mil haitianos se han presentado en los puertos de entrada de California sin visas y han sido calificados “inadmisibles” desde octubre del 2015, un incremento enorme comparado con los 336 que llegaron el año fiscal anterior.
La empobrecida isla-nación fue devastada por dos desastres mayores en los últimos seis años: un terremoto en el 2010 que mató a por lo menos 220 mil personas y dejó a más de un millón sin casa, y un huracán en octubre que arrasó hasta el 80 por ciento de algunas áreas costeras.
Pero el gran número de haitianos presentándose en California fue una sorpresa. Por décadas, aquellos que buscaban entrar a Estados Unidos viajaban 700 millas de océano en botes desvencijados, la mayoría de las veces llegando a Florida. ¿Por qué, se preguntaban los oficiales, escoger una ruta que es 10 veces más larga?
Ahora los sonidos de francés y criollo haitiano se mezclan con el español y el inglés en los refugios de Tijuana, los cuales apenas hace un año se llenaban con migrantes de Centroamérica y mexicanos recién deportados de Estados Unidos. El influjo ha rebasado la capacidad de ayuda de los lugares sin fines de lucro.
“Estamos al borde”, exclamó Murphy. “Nunca imaginamos que esto continuaría por más de dos o tres semanas”.
Se dice que miles de migrantes más vienen en camino.
Fuente: Los Ángeles Times