Por Nelson D. Schwatz/ NYT
Port Chester, Nueva York— Hace cerca de 20 años después de que arribara a este país desde México sin un centavo, Moisés es ahora dueño de dos restaurantes, con un tercero próximo a abrir sus puertas. Cuenta con cinco empleados, una esposa estadounidense y una hija adoptiva. Su comida inclusive tiene sus seguidores en Yelp.com.
Lo que Moisés no tiene es la ciudadanía estadounidense, ni siquiera una visa de residente que le permita a él residir en los Estados Unidos de manera legal. Por lo que vive en un inframundo económico, transportándose a sus establecimientos en autobús y tren debido a que no puede tramitar una licencia de manejar y haciendo lo que puede sin contar con cuentas bancarias ni tarjetas de crédito, inclusive cuando aún así solicita permisos de zona y papelería de incorporación.
Mientras que un estimado de 11 millones de inmigrantes que viven en el país de manera indocumentada son muchas veces asociados con tener empleos de baja paga, tales como lavaplatos, braceros, jardineros y otros tipo de trabajo de servicio, también hay una creciente cantidad de dueños de negocios y empleadores. Esa es una de las razones por la que los economistas dicen que al abrirle las puertas a empresarios como Moisés —cuyo apellido no es dado a conocer por miedo al riesgo de ser deportado— puede darle a la economía estadounidense un importante incentivo.
La característica más prominente del proyecto de ley propuesto por el grupo bipartidista de senadores presentado el mes pasado les ofrecerá a los residentes de Estados Unidos que se quedaron en el país después de que sus visas se vencieran o hayan arribado de manera ilegal antes del 31 de diciembre del 2011, un largo e intrincado camino rumbo a la ciudadanía, uno que probablemente tomará más de una década para completarse. Pero lo menos notorio es que la legalización les ofrecerá a estos residentes un estatus provisional de manera más inmediata, permitiéndoles trabajar y viajar sin problemas.
Dicho estatus les facilitará las cosas a los inmigrantes indocumentados a que abran nuevo negocios, compren artículos de alto presupuesto como viviendas y automóviles y negocien incrementos. Todo esto ayuda a explicar por qué la reforma migratoria es una de las pocas cosas en la que los economistas de izquierda y derecha han estado de acuerdo en general en estos últimos días.
Mientras que hay todavía un fuerte debate sobre si el incremento de la inmigración llegará a dilapidar los salarios de los sectores laborales más bajos de la escala salarial, la mayoría de los expertos dicen que al permitir a más nuevos inmigrantes y ofrecer un estatus legal más seguro para los trabajadores que se encuentran actualmente en el país de manera indocumentada, le daría a la nación grandes y amplias ganancias económicas.
“Necesitamos más inmigración legal”, dijo Diana Furchtgott-Roth, una economista del Instituto conservador de Manhattan. “El capital humano adicional resulta en más crecimiento”.
Lawrence F. Katz, un profesor liberal de economía en Harvard quien es uno de aquellos que dicen que la inmigración puede causar una baja en los salarios de los trabajadores de manera directa al competir con los nuevos inmigrantes, aún así apoya el argumento que dice que al tener un flujo más libre de personas de otras naciones traerá consigo un mayor crecimiento económico. “No hay duda de que algunos individuos resultarán afectados”, dijo. “pero los beneficios sobrepasan a los costos”.
Sin embargo, algunos escépticos conservadores ven un precio muy alto a pagar por una amnistía demasiado amplia, en gran medida debido al incremento en los gastos de servicios sociales y subvención de derechos.
Los pros y los contras de una mayor inmigración son evidentes en este poblado de clase trabajadora de unos 29 mil habitantes ubicado a unas 30 millas al norte del centro de Manhattan, el cual comparte una frontera con la afluente ciudad de Greenwich, Connecticut.
Una ola de inmigrantes hispanos, tanto legales como indocumentados, ha transformado el centro de Port Chester, el cual vivió tiempos muy difíciles en las décadas de los ochentas y noventas del siglo pasado después de que las fábricas y molinos cerraran y una vieja generación de inmigrantes italianos se mudaran del lugar o fallecieran.
Hoy en día, el 59 por ciento de la población en el poblado es de origen hispano, dijo Christopher Gomez, director de planeación y desarrollo de Port Chester. De 1990 al 2010, la población de Port Chester tuvo un repunte del 17 por ciento, dos veces más rápido que el condado entero de Westchester.
El influjo de inmigrantes, dijo, se ha convertido en la “fuente de vida” del poblado. “No sabría decir donde nos encontraríamos ahora sin ello”.
Restaurantes mexicanos y peruanos llenan las calles del centro, mientras que tiendas y mercados que son propiedad de inmigrantes ofrecen productos de Ecuador y servicios como transferencias de dinero a Guatemala y otros países de Centroamérica.
El predominio de clientes de habla hispana ha forzado a los negocios más antiguos a tener que adaptarse. Chris Rubeo, dueño de Feinsod Hardware, ubicado al norte de la calle Main, contrató a varios trabajadores que hablan español para ayudarle a competir con una cercana tienda de Home Depot y tuvo que atraer a contratistas y constructores hispanos también.
Catorce años después de que llegara al país desde Lima, Perú, y comenzara a trabajar como niñera, Itziar Llamoca ahora es dueña de Fiesta Place, donde se fabrican decoraciones tradicionales y arreglos con globos para eventos familiares tales como bautismos, bodas y quinceañeras. Ella obtuvo sus grados de asociado y licenciatura de universidades en Westchester y compró la tienda junto con su hermana a los dueños originales hace siete años.
Llamoca, quien ahora cuenta con la ciudadanía estadounidense, no dependió de préstamos bancarios para hacer la compra. “Para nosotros fue más fácil pedir un préstamo a la familia”, dijo.
A unas cuantas puertas más abajo, un contador nacido en Guatemala, Julio Grijalva, comparte un local con un agente de viajes, siendo originario de México, Grijalva presta sus servicios a un creciente número de su clientela que son inmigrantes legales como él, así como también a algunos no-autorizados que presentan sus declaraciones de impuestos utilizando un número de identificación individual de contribuyente que es otorgado por el Servicio de Impuestos Internos (IRS).
Fuente: The New York Times vía El Diario