El gobierno mexicano reformuló su estrategia y eligió una política del “guante blanco”, en lugar de una ofensiva frontal, para neutralizar los ataques del magnate Donald Trump, virtual candidato presidencial republicano de Estados Unidos.
El plan contra Trump fue redefinido por las autoridades de este país a medida que se acerca la fase decisiva del proceso electoral en Estados Unidos y en apariencia ante el riesgo de ser acusado de entrometerse en los asuntos internos de esa nación.
Al mismo tiempo, prepara el escenario para el caso de una eventual victoria del vitriólico empresario del ladrillo, que ha sobresalido por su retórica xenófoba contra los mexicanos y ha amenazado con construir un muro en la frontera entre ambos países y cargarle la factura a este país.
El ministro de Economía, Ildefonso Guajardo, señaló que no es conveniente meterse al debate tan “feo y agresivo” que se está generando en Estados Unidos porque sería “ponerle más gasolina” al fuego.
“Sería muy irresponsable si no estuviéramos desde hace un buen rato preparando escenarios”, dijo el funcionario, quien expuso que “no se puede descartar ningún resultado de la elección presidencial de noviembre en el país vecino y “tenemos que estar totalmente preparados”.
El 6 de abril pasado, el gobierno decidió lanzar una nueva estrategia ante Estados Unidos, al escalar dramáticamente la andanada de ataques lanzados por el aspirante del Grand Old Party (GOP), pero dio a entender que pasaría de la pasividad a la ofensiva frontal. El plan se basó en “fortalecer el equipo que está trabajando en Norteamérica ante las condiciones que estamos enfrentando” y en “darle mayor solidez al trabajo que ya se está haciendo allá, sobre todo por el escenario que estamos viviendo”, según anunció el propio presidente Enrique Peña.
Lo primero fue remover al embajador en Washington Miguel Basáñez, un respetado académico que enseña en una universidad estadounidense, reemplazado por Manuel Sada, cónsul general en Los Angeles, California y con una larga lista de cargos similares en Estados Unidos y Canadá desde 1995.
El gobierno había sido blanco de ataques por su actitud “tibia” para enfrentar los golpes bajos de Trump, quien no se anduvo por las ramas al acusar a México de enviar a Estados Unidos sólo a “drogadictos y violadores”.
Pero Basáñez fue hecho a un lado, según algunas interpretaciones de analistas locales, justamente por ser demasiado agresivo y por hacer campaña entre residentes mexicanos y conseguir la doble nacionalidad para votar contra Trump, lo que habría molestado al gobierno estadounidense.
Sada, ingeniero industrial por la Universidad Iberoamericana, con estudios de postgrado en la Universidad de New Castle, Gran Bretaña y en el Instituto de Administración Pública de La Haya, en cambio, promete ser “más sutil pero efectivo”, según expertos.
El embajador pidió a la comunidad mexicana en Estados Unidos, integrada por 35 millones de personas, de las cuales 11 millones son indocumentados, “no caer en provocaciones” de quienes asumen “actitudes hostiles” en su contra.
Otra de las designaciones clave de esta ofensiva fue la de un nuevo vicecanciller para América del Norte, Paulo Carreño, que era vocero para la prensa extranjera del presidente Peña y habría recibido la encomienda de armar una campaña para contrarrestar la “guerra sucia” de Trump.
Pero Carreño dijo apenas el viernes que no se prevén lanzar anuncios por televisión contra Trump y que ninguna compañía de relaciones públicas había sido contratada para hacer esa tarea, como lo señaló la semana pasada el columnista Andrés Oppenheimer en el diario Miami Herald.
“La estrategia no está destinada contra un candidato (.) No se detiene en el proceso electoral (.) Pretende atacar el problema de largo plazo”, precisó Carreño.
El ministro de Economía señaló que “independientemente del ganador” en las elecciones de Estados Unidos, “el daño está hecho”, pero dijo que se debe “capitalizar el momento ahora que se está hablando de México” en las campañas del país vecino.
Fuente: ANSA