Por John M. Ackerman
El escenario mediático actual es francamente adverso para la Cuarta Transformación. La vasta mayoría de los periodistas y los medios de comunicación nacionales tienen una predisposición a golpear, atacar y tergiversar las acciones y los pronunciamientos del gobierno de Andrés Manuel López Obrador. El posicionamiento de la mayor parte de la prensa extranjera es igualmente sesgado y parcial. Da la impresión de que les interesa más proteger los intereses de las corporaciones transnacionales que facilitar la solución de las necesidades de los más pobres de México. Simultáneamente, las redes sociales ya no son el refugio que eran antes para el pensamiento crítico y libertario. Cada vez se contaminan más con bots, trolls y estrategias de desinformación que cuentan con un abultado financiamiento nacional e internacional.
En los medios públicos se han abierto importantes espacios nuevos para el pensamiento crítico y el debate plural e informado, pero lamentablemente estos pequeños rincones de libertad todavía no cuentan con una penetración equivalente a las grandes cadenas de radio y televisión privadas que consistentemente malinforman a la población.
Seguimos entonces en un contexto comunicacional muy similar al que prevalecía antes de 2018 en el que los obradoristas y los analistas de izquierda nos encontrábamos siempre bajo un asedio constante de insultos, descalificaciones y censura. Las agresiones y las amenazas de muerte siguen constantes en las redes sociales y las grandes televisoras sólo ocasionalmente entrevistan analistas favorables al gobierno o las incluyen en sus mesas de debate. Hasta aquí mismo en la Revista Proceso, una reportera recientemente recurrió a la descalificación ad hominem de un servidor al reducirme, colega periodista de su propio medio, a un simple “personaje público oficialista” y “esposo de” una funcionaria pública.
La situación en realidad es hoy peor que antes. De manera inexplicable, algunos prominentes medios y periodistas que antes acompañaban la lucha en contra del despotismo del PRIAN hoy se han volteado y luchan en contra de quienes derrotaron a ese mismo despotismo. En su desesperación por mostrarse “independientes” y como “periodistas puros”, hacen un esfuerzo olímpico por desmarcarse de la Cuarta Transformación y caen en distorsiones aún más extremas que los anti-obradoristas de siempre.
Los periodistas de izquierda seguimos hoy luchando desde la oposición dentro del escenario mediático. Somos una voz claramente minoritaria dentro de un mar conservador en que el “sentido común” hegemónico sigue siendo el de golpear a toda costa al gobierno actual y a quienes lo apoyan.
¿Qué es el “periodismo”?
El Diccionario de la Real Academia Española lo define como “una actividad profesional que consiste en la obtención, tratamiento, interpretación y difusión de informaciones a través de cualquier medio escrito, oral, visual o gráfico.” Es decir, cualquier persona que procese y presente “información” de manera “profesional” debe ser considerada dentro de esta categoría, independientemente de su ideología, su formación académica o su posicionamiento político. Hay periodistas de izquierda y de derecha, con formación en antropología o en derecho, que ejercen como reporteros o analistas, que publican blogs o conducen noticieros, y que tienen enfoques conservadores o liberales. No hay que tenerle miedo a la pluralidad o la diversidad de enfoques.
Es una actitud francamente autoritaria y elitista la de algunos periodistas que se erigen en policías o guardianes del “buen periodismo” y quisieran expulsar del gremio a quienes no ejercen el tipo de periodismo que ellos consideran más valioso. Tantos años de vivir en el contexto de un gobierno despótico y corrupto no les permite ver las nuevas oportunidades para el pensamiento crítico que se han abierto en el contexto de la Cuarta Transformación.
Estos autonombrados jueces del buen periodismo se han quedado atorados en el viaje neoliberal donde efectivamente todo periodista crítico tenía que mantener una estricta independencia de los gobiernos despóticos y corruptos para poder mantener su perspectiva crítica. Pero hoy los nuevos tiempos democráticos permiten y exigen que florezcan miles de enfoques y puntos de vista tanto a favor como en contra de las acciones y declaraciones de un gobierno legítimamente electo en las urnas por 30 millones de ciudadanos.
Pero lo más sorprendente es que aún con un escenario mediático tan adverso a la Cuarta Transformación, el apoyo para el nuevo gobierno sigue tan sólido y consistente entre la población en general. Al parecer, tantas décadas de aprender a desconfiar de los medios dominantes han educado a la población mexicana para investigar y encontrar su propia información. El pueblo también ha aprendido a identificar y a valorar las pocas voces auténticas y sinceras en la esfera mediática, así como a castigar con su desdén a aquellas voces que por uno u otro motivo dan la espalda a las causas ciudadanas o populares.
En México contamos con un nivel de alfabetización mediática ejemplar en comparación con otras latitudes. Estrategias de manipulación informativa que funcionan en otros países simplemente no tienen tracción en el nuestro. Los fracasos del “Operativo Berlin” en las redes sociales y de la campaña presidencial de Jaime Rodríguez Calderón en 2018 son dos ejemplos claros de que los mexicanos tenemos una resistencia particularmente fuerte al virus del neofascismo político-mediático que recorre el continente, desde Washington hasta Brasilia.
Paso a paso la esfera mediática mexicana tendrá que ir reflejando cada vez más la enorme riqueza y profundidad de la cultura política nacional. Los mexicanos y las mexicanas merecemos gozar no solamente de una plena libertad de expresión sino también de un acceso pleno a una información plural y democrática.
Fuente: johnackerman.mx