Por Álvaro Delgado
Las agresiones de Donald Trump a México y a los mexicanos, como candidato y como presidente de Estados Unidos, han contado siempre con el silencioso aval de José Antonio Meade, el flamante aspirante presidencial del PRI. Es la misma mansedumbre de Enrique Peña Nieto y Luis Videgaray, sus impulsores.
Este servilismo ha sido correspondido: La embajadora de Estados Unidos en México, Roberta Jacobson, ha sido particularmente elogiosa con Meade Kuribreña.
El 8 de junio de 2016, menos de dos semanas después de entregar sus cartas credenciales en la Secretaría de Relaciones Exteriores, Jacobson visitó a Meade en sus oficinas de la Secretaría de Desarrollo Social –una reunión ampliamente difundida– y sólo hasta el 21 de ese mes se reunió con Peña.
Y en agosto de este año, justo cuando en Campeche el PRI eliminaba los “candados” que le impedían ser el candidato presidencial de ese partido, Meade comió con la embajadora Jacobson en el restaurante “La Docena”, de la colonia Roma, también con un amplio despliegue propagandístico.
Meade también avaló el trato de presidente de Peña a Trump cuando lo invitó a visitar México como candidato, el 31 de agosto del año pasado, en un acto intervencionista que benefició al estadunidense. “El perfil de riesgos cambió”, justificó.
Tal como lo refirió mi compañero Jorge Carrasco en su artículo “La ayuda de Meade a Trump (http://www.proceso.com.mx/512851/la-ayuda-meade-a-trump), como canciller fue omiso ante las agresiones de Trump, cuando éste edificaba su candidatura presidencial –igual que el propio Meade– con base en su repudio a México y a los mexicanos.
“No quiero nada con México más que construir un muro impenetrable y que dejen de estafar a Estados Unidos”, lanzó Trump en su cuenta de Twitter el 6 de marzo de 2015, justo cuando Eduardo Medina Mora dejaba la embajada en Washington y que Meade dejó acéfala durante medio año, cuando el estadunidense afincó su proyecto vigente de que nosotros pagaríamos el muro por enviarles drogas, delincuentes y violadores.
Videgaray dejó en Meade la Secretaría de Hacienda cuando renunció, precisamente como consecuencia de haber invitado a Trump a México, pero con el triunfo de éste fue rehabilitado para ser el responsable de la relación con Estados Unidos y fue factor clave para el ungimiento del aspirante presidencial priista.
Cualquiera lo sabe: Meade es el candidato de los grupos de interés político, empresarial y financiero de México, pero también de Estados Unidos y específicamente, por su docilidad, de Trump. ¿Patriotismo? ¡Qué tontería!
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Fuente: Proceso