Matan inmigrantes y no pasa nada

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Por Jorge Ramos Ávalos

Cuando la policía mata a un inmigrante en Estados Unidos, la indignación es la misma que cuando mata un afroamericano. Pero la respuesta es distinta. Tras la muerte de tres mexicanos a manos de la policía no hemos visto las protestas y las marchas que ocurrieron luego de las muertes de los afroamericanos Michael Brown en Ferguson, Missouri, y Eric Garner en Staten Island, Nueva York. Algo no está bien aquí.

El problema es que, además de la tragedia por sus muertes, los latinos e inmigrantes siguen con miedo ante la policía y no confían en que se hará justicia. Por eso la reacción es tan tibia. Pero no debería ser así.

A nivel oficial parecería que la muerte de inmigrantes es menos importante que la de ciudadanos norteamericanos. Ni el presidente Barack Obama, ni el procurador general, Eric Holder, ni ningún líder republicano han salido en público a denunciar que la policía mató a tres inmigrantes mexicanos en menos de tres semanas.

El gobierno mexicano envió una carta de protesta a Washington –diciendo que no son hechos aislados– pero no ha querido convertir estas tres muertes en un asunto central que tense las relaciones bilaterales. Los mexicanos que viven en Estados Unidos están solos; saben que no son una prioridad para el gobierno en la Ciudad de México. Matan mexicanos y no pasa nada.

Esto es lo que pasó:

1) El 10 de febrero la policía de Pasco, estado de Washington, mató al mexicano Antonio Zambrano luego que el indigente les tirara piedras, según muestra un video.

2) El 20 de febrero la policía de Grapevine, Texas, mató al mexicano Rubén García luego de una persecución. “¿Me vas a matar?”, aparentemente le preguntó García a un agente de la policía, con los brazos en alto, de acuerdo con la versión de su cuñado. Sí, lo mataron: recibió dos disparos en el pecho.

3) Y por último, el 27 de febrero la policía de Santa Ana, California, mató al mexicano Ernesto Canepa, quien era sospechoso de robo y a quien le encontraron una pistola de perdigones en su auto. La familia de Canepa dice que tenía dos trabajos y cuatro hijos.

A estas tres muertes –que están bajo investigación– hay que sumar las de al menos 17 mexicanos que han muerto en enfrentamientos con la Patrulla Fronteriza desde el 2010, de acuerdo con las cifras de la organización Southern Border Communities Coalition. La triste realidad es que la mayoría de estas muertes pasan desapercibidas y pocas veces se sabe realmente qué pasó. La impunidad es, casi, total. Nadie, generalmente, termina en la cárcel.

Otra triste conclusión es que tampoco existe una expectativa de justicia. No me imagino al Departamento de Justicia haciendo una investigación a fondo sobre los abusos de la policía en contra de inmigrantes latinoamericanos. Estoy seguro que, si la hicieran, sus conclusiones serían muy parecidas a las de su reciente informe sobre el maltrato de la policía de Ferguson contra afroamericanos: detenciones sin razón, uso de lenguaje racista, abuso de fuerza y la terrible sensación de que no son tratados justamente.

Esta sensación de injusticia contra los inmigrantes en Estados Unidos está reforzada por el lenguaje de muchos políticos en Washington, y fuera de Washington, que los califican de “criminales”. Los políticos son culpables de crear este falso estereotipo del inmigrante; una cosa es estar aquí ilegalmente y otra muy distinta es cometer crímenes. Y, siguiendo el mismo y equivocado argumento, muchos departamentos de policía de Estados Unidos tratan a los inmigrantes como “criminales” aunque no lo sean.

No, a pesar de lo que diga la Declaración de Independencia, en Estados Unidos no todos son tratados como iguales. Algunos –por el simple hecho de haber nacido en el extranjero, hablar con acento y tener otro color de piel- pueden perder la vida a manos de quien los debería proteger: la policía.

Fuente: Reforma

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