Por Javier Flores
La legalización o regulación de la mariguana es un proceso inevitable e irreversible en el mundo entero. En América presenciamos cambios en las leyes, que modifican las tradicionales conductas punitivas sobre la posesión y el consumo de una planta cuyo principio activo es el delta-9-tetrahidrocanabinol. En Estados Unidos, nación que se reconoce a sí misma como una en las que existe la mayor demanda de esta y otras sustancias ilícitas, se han aprobado leyes en algunos estados que permiten su empleo con fines terapéuticos y, como ha ocurrido recientemente en Washington y Colorado, incluso recreativos. Pero esto no ocurre solamente en el Norte.
En Uruguay los diputados aprobaron el miércoles pasado una iniciativa con la que ese país se convertiría en el primero en el mundo en el que el Estado asume el control de todo el proceso de producción y venta de mariguana en su territorio. El proyecto de ley, que fue lanzado desde agosto de 2012 en el contexto de diversas medidas para combatir el aumento de la violencia; determina que el Estado asumirá el control y la regulación de la importación, producción, adquisición, almacenamiento, comercialización y distribución de mariguana y sus derivados. El proyecto citado, está avalado por el presidente de la República, José Mujica, y los titulares de todos los ministerios (el equivalente a los secretarios de Estado). Pasará ahora al Senado, en el que el gobierno también tiene mayoría.
Es interesante observar que en el contexto latinoamericano –donde se han perdido miles de vidas en una guerra contra el narcotráfico que ahora todos reconocen ha fracasado–, desde hace algunos años se han expresado con toda seriedad voces que apoyan la legalización o regulación de las drogas, como las de los ex presidentes Fernando Henrique Cardoso, de Brasil; César Gaviria, de Colombia; Ricardo Lagos, de Chile, y Ernesto Zedillo, de México. En este caso llama la atención que estos prominentes políticos, cuando estuvieron en la presidencia de sus respectivos países, poco hicieron para avanzar hacia la meta por la que ahora pugnan. Esto obliga a formular la pregunta de por qué se produjo este cambio en ellos. Quizá la respuesta, o alguna pista, podamos encontrarla en la declaración de otro ex presidente, el licenciado Vicente Fox, quien con su peculiar estilo dijo en mayo de 2010 que a México le estaba saliendo muy caro “hacerle la tarea a Estados Unidos…”
En México se ha abierto nuevamente un debate sobre la legalización de la mariguana. No es la primera vez que esto ocurre. En distintos momentos se han hecho llamados a discutir este tema, pero ahora puede tener un significado especial, si los diputados de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal toman en sus manos con seriedad la elaboración de un proyecto de ley que convierta a la ciudad de México en un territorio en el que la mariguana esté regulada. ¿Cuáles serán los alcances de esta iniciativa? No lo sabemos. Puede ser tan tímida que sólo asome a los usos terapéuticos de lacannabis, o tan ambiciosa como la ley uruguaya.
Por lo pronto, el debate está abierto y la semana pasada en la Fundación Miguel Alemán AC se realizó el foro tituladoMariguana: ¿despenalizar su consumo?, que reunió a destacadas personalidades de los medios político, cultural y científico, en el que participaron Héctor Aguilar Camín, Pedro Aspe, Jorge Castañeda, Juan Ramón de la Fuente, Fernando Gómez Mont y María Elena Morera. Todas las participaciones fueron muy valiosas, pero me voy a referir sólo a dos de ellas. Una, la de Pedro Aspe, ex secretario de Hacienda, y la del doctor Juan Ramón de la Fuente, ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Aspe dijo algo que es muy revelador. Se refirió al narcotráfico como un negocio muy curioso, pues entre más se le persigue y castiga, los precios de las drogas aumentan, y más personas entran a una actividad que produce más renta, la cual se emplea en corromper. Aquí es muy interesante observar que para quien fue un alto funcionario del gobierno de México, la estrategia punitiva es contraproducente, pues hace crecer a esta actividad ilícita y, más interesante todavía, es advertir en sus palabras que existe corrupción (la entiendo como personas que reciben dinero del narcotráfico), que permite que elnegocio florezca…
Por su parte, De la Fuente aportó más datos a la idea que ha impulsado sobre la necesidad de ubicar este problema en el campo de la salud, con lo que se dejaría de ver a los consumidores como delincuentes. Desde una perspectiva científica, el ex rector ha contribuido a eliminar los mitos en torno al consumo de la mariguana. En primer lugar aceptar que sí puede causar daños a la salud, pero en una magnitud que es diferente a la de otras drogas consideradas legales. Así, la mariguana es menos adictiva que el alcohol o el tabaco. En los accidentes fatales el alcohol está presente en 29 por ciento de los casos y la mariguana en sólo 2.5 por ciento. Muerte violenta con examen toxicológico positivo al alcohol 77 por ciento, a mariguana 7.4. La propuesta del ex secretario de Salud consiste no en prohibir y castigar el consumo de la mariguana, sino regularla, como se ha hecho con el tabaco, con resultados muy positivos.
Como sea la oposición a que la mariguana se despenalice o se regule en nuestro país es grande. En parte por una complicidad apenas disimulada con un negocio que depende de la prohibición, y también en parte por la oposición de personas que actúan de buena fe, pero basadas en el dogmatismo y la ignorancia, y que suponen, sin base alguna, que la legalización traerá mayores calamidades de las que ya de por sí tenemos. Algo que yo creo, es imposible.
Fuente: La Jornada