Luis Felipe Fabré, ganador del Premio de novela Elena Poniatowska

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El libro Declaración de las canciones oscuras (Sexto Piso), de Luis Felipe Fabré (Ciudad de México, 1974), ganador del Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska, fue presentado en el marco de la 41 Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería.

Fernando Macotela, director de la feria, agradeció a la Secretaría de Cultura (SC) de la Ciudad de México –organizadora el certamen—“el apoyo que nos da” ya que es la única institución que lo hace. “Somos una feria autosuficiente, sin embargo cada vez menos suficiente, aunque, bueno, seguimos jalando”.

Declaración de las canciones oscuras está situada a finales del siglo XVI y tiene la particularidad de estar escrita en el español de entonces, aunque “por fortuna Luis Felipe lo hizo con ortografía, de otra manera sería más transgresor ese esfuerzo”, señaló Argel Gómez Concheiro, director general de Grandes Festivales Comunitarios de la SC local.

“Disfruté mucho ese lenguaje al escribirlo –dijo Fabré- . La emoción que uno tiene al escribir lo transmite siempre al lector. Me descubrí más lírico en la novela que en la poesía. Lo interesante es lo que trasciende un género y deriva en otro y en otro. Sin embargo, me parece que el hilo conductor es la poesía.

“No escribí una novela como narrador sino como poeta, en el sentido de que lo me importaba era el lenguaje, que la historia fuera un disparador para posibilitarme un asunto del lenguaje. No iba a ser obediente al género de la novela porque los novelistas que me gustan nunca son obedientes a sus géneros. En novela interesa lo no es novela. Eso es mi poética, por decirlo de alguna manera”.

Philippe Ollé-Laprune, jurado del premio, hizo hincapié en “una estética grotesca”, del gusto de Fabré, que se usó mucho en los siglos XVI y XVII. El galardonado dijo reconocerse en lo grotesco más fácilmente que en las altas bellezas: “El lenguaje del XVI me parece uno de los momentos más interesantes del español. Lo que pasa con el lenguaje es que me suena nuevo, no viejo. Me huele todavía muy fresco, de una maleabilidad y plasticidad. Ni siquiera había leyes fijas de ortografía. Me suena más viejo nuestro español que ese, por eso le tengo preferencia”.

Dejó claro que el lenguaje utilizado “no es una imitación”. Además, “me di el lujo de poner unas cuantas palabras que desde hace siglos no se publicaban. Tiene que ver más con una aproximación poética, aunque es menos comercial para traducir. No me ayudo a mí mismo al éxito, digamos, con ese lenguaje. Hoy hay un español casi estandarizado, neutro, de personas que quieren escribir un libro con un español que se entiende igual en Argentina que en México”.

Para Ollé-Laprune, Fabré es un escritor que no está conforme con los géneros: “Utiliza cada uno de los géneros para llevarlo a un extremo y así interrogar su validez”. Fabré, a su vez, dijo que quiso hablar del deseo: “Esto es básicamente el asunto de la novela, el deseo que atraviesa los cuerpos. Lo veía casi como un don Giovanni, todos estos cuerpos atravesados por el deseo”.

Sobre la estructura del libro, un prólogo y 28 capítulos cortos con títulos largos, el autor indicó que “llevaba un año escribiendo. Era un libro sin diálogos, sin embargo sentía que le falta aire, vida. Dije, éste es el telón sobre el que va a suceder una obra de teatro. Me puse a escribir un diálogo y ése fue lo que quedó del prólogo. Buscaba un tono”.

Fuente: La Jornada

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