¿Por qué los multimillonarios están comprando algunos de los periódicos que fueron iconos de la industria? Las adquisiciones de publicaciones periodísticas por empresarios como Jeff P. Bezos y John Henry, muestran que este tipo de acuerdos no tienen únicamente un sentido financiero, según The New York Times.
Sólo 250 millones de dólares. Eso es todo lo que Jeff P. Bezos pagó por The Washington Post, el cual alguna vez tuvo un valor de varios miles de millones de dólares.
Casi nada. Eso es lo que IBT Media pagó por comprar Newsweek a IAC, que había pagado sólo un dólar más 40 millones de dólares en obligaciones de pensiones para adquirirla hace dos años.
¿Cómo se explican los precios en que estas ilustres instituciones de medios han sido vendidas recientemente?
La respuesta tiene poco que ver con dólares y centavos, hojas de cálculo y mediciones de avalúo. De haber sido así, de hecho, los compradores habrían pagado incluso menos.
Si no era claro que los periódicos se han convertido en trofeos para los ricos con interés en el periodismo o el poder, o una combinación de ambos, debería serlo ahora.
“Estos acuerdos no tienen sentido financiero”, dijo Ken Doctor, un analista en Outsell, una firma de investigación y consultoría para la industria editorial.
Sugirió que el avalúo que hizo Bezos de The Washington Post fue un regalo generoso. “Es una combinación de buena voluntad y valor inmobiliario”, dijo, antes de añadir: “Me refiero a buena voluntad en el sentido moral, no el financiero”.
Bezos, el director ejecutivo de Amazon.com, está pagando en efectivo por The Washington Post de su riqueza personal, actualmente estimada en más de 25,000 millones de dólares. El Post le costará aproximadamente un 1% de lo que posee en acciones de Amazon.
A algunos multimillonarios les gustan los autos, los yates y los jets privados. A otros les gustan los periódicos.
“Los periódicos han pasado de los mercados públicos a las manos de relativamente pocos multimillonarios que tienen gusto por los roles social, cívico y financiero”, dijo Doctor.
Con base en las matemáticas, es difícil justificar un avalúo de 250 millones de dólares por The Washington Post. La compañía informó que perdió casi 50 millones de dólares en el primer semestre del año en su operación periodística que generó 138.4 millones de dólares en ingresos. De la pérdida de 50 millones de dólares, casi 40 millones de dólares fueron un gasto de pensiones no líquido.
De manera que se pudiera argumentar que la compañía perdió sólo 10 millones de dólares en operaciones. Pero además perdió 33 millones de dólares en el primer semestre de 2012, incluyendo también costos de pensiones. La circulación cayó alrededor de 7 por ciento en el primer semestre de 2013.
A finales del año pasado, la compañía valuó sus activos periodísticos en 293.6 millones de dólares, sin duda una cifra generosa.
Para la Washington Post Company, que seguirá cotizándose públicamente y rebautizada, probablemente para reflejar su enfoque en sus actividades educativas, Kaplan, y sus estaciones televisivas, la venta del periódico representa una parte muy pequeña de sus actividades. El valor de mercado de la Washington Post Company es de 4,200 millones de dólares.
Pero el periódico, que ha sido propiedad de cuatro generaciones de la familia desde 1933, no era sólo un negocio.
Subrayando el tamaño del periódico para la compañía, Katharine Weymouth, editora del periódico, justificó la venta diciendo esto en una entrevista con The Washington Post: “Si el periodismo es la misión, dadas las presiones para reducir los costos y generar utilidades, quizá (una compañía cotizada públicamente) no es el mejor lugar para The Post”.
Al llevar al periódico al terreno privado, Bezos puede permitirse ser un dueño paciente. Las pérdidas y utilidades probablemente sean las menores de sus preocupaciones. Un chiste que empezó a circular después de que el periódico fue comprado fue éste de Ben Popper, el editor el sitio Web Verge, en Twitter: “Jeff Bezos tiene fama de crear compañías grandiosas con poca o ninguna utilidad, el tipo perfecto para poseer un periódico”.
Aunque Bezos quizá no esté comprando el diario por sus utilidades inmediatas, quizá no sea totalmente altruista tampoco. No lo está haciendo parte de la Fundación Familia Bezos sin fines de lucro, la cual es operada por sus padres, Jackie y Mike Bezos, y no se espera que la fundación se involucre en las actividades del periódico.
Como parte del acuerdo, Bezos está asumiendo las obligaciones de pensiones de los empleados actuales del periódico. Comparado con el acuerdo al que llegó John Henry, dueño de los Medias Rojas de Boston, por The Boston Globe, Bezos parece un benefactor generoso. Henry pagó 70 millones de dólares, pero The Boston Globe tiene aproximadamente 110 millones de dólares en obligaciones de pensiones, las cuales The New York Times Company está conservando en sus libros.
Un multimillonario que ha sido que ha sido optimista respecto de los periódicos, no sólo como benefactor, sino como negocio, es Warren Buffett. Su compañía, Berkshire Hathaway, ha adquirido una serie de periódicos, incluido The Omaha World-Herald, donde vive y creció, y más de Media General.
En mis conversaciones con él durante el último año, ha insistido en que le gustan los periódicos comunitarios pequeños porque hay un público cautivo que no puede recibir las noticias por otro medio. Pero ha expresado dudas sobre los periódicos regionales, como Los Angeles Times. Berkshire es un accionista importante de The Washington Post Company y Buffett estuvo en el consejo por muchos años, hasta 2011.
En la reunión anual de Berkshire, Buffett dijo que esperaba que sus periódicos generaran una ganancia, pero “no va a mover la aguja en Berkshire”.
El 5 de agosto, apenas horas después de que The Post anunció su venta a Bezos, James Fallows, exeditor de U.S. News & World Report que escribe para The Atlantic, dijo que el acuerdo le causó una conmoción”.
“Esperemos”, escribió, “que esto sea lo que la venta significa: el inicio de una fase en la cual los principales beneficiarios de esta Era Dorada reinviertan en la infraestructura de nuestra inteligencia pública”.
Fuente: The New York Times