Por Álvaro Delgado
El presidente Andrés Manuel López Obrador cumple tres años de su rotunda victoria, este jueves 1, con el cumplimiento aún parcial del mandato de cambio: Una nueva arquitectura jurídica que desmontó privilegios de la élite pública y privada, que garantiza nuevos derechos políticos y sociales, pero con la violencia, el estancamiento económico y la corrupción, tres pendientes con los que tomó el gobierno.
No ha sido fácil la primera mitad de su sexenio, que cumple en cinco meses, pero López Obrador tuvo la ventaja de la legitimidad que le dio el 53% de los votos, la primera alternancia por la izquierda, la mayoría absoluta en el Congreso que facilitó obtener de la oposición los votos para reformas constitucionales y hasta el recurso de culpar al pasado.
En el segundo trienio, la realidad será más hostil: Pese a que ratificó la mayoría en la Cámara de Diputados, clave para el manejo presupuestal de cada año, tiene el desafío de dar resultados tangibles en todos los órdenes, sobre todo en el combate a la corrupción —con sanciones a los del pasado y a los de casa—, el abatimiento de la violencia y la reactivación de la economía que la pandemia derrumbó a niveles no vistos en un siglo.
López Obrador enfrenta una oposición partidaria, empresarial y mediática muy articulada para confrontarlo de manera unificada en 2024, pero también en las consultas populares del 1 de agosto sobre los expresidentes, que busca sabotear, y de marzo de 2021, cuando querrá evitar que concluya su sexenio.
Pero el presidente de México enfrenta algo adicional a esa oposición, ya de suyo desafiante: La prematura contienda por la candidatura presidencial en Morena y para la jefatura de gobierno de la Ciudad de México, uno de cuyos capítulos fue la elección del 6 de junio, con todas sus ineptitudes y hasta sabotajes.
La variable de la disputa presidencial entre Claudia Sheimbaum, Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal, con otros que se sumen, puede comprometer la eficacia del gobierno después de tres años de mucho discurso y escaso resultado en materia económica —crecimiento cero en 2019 y derrumbe de -8.2% en 2020—, violencia contenida en el mejor de los casos, corrupción de alto nivel sin castigo y un desgaste de la herencia neoliberal.
Nadie tenía presupuestada la pandemia con todos sus devastadores efectos —la anterior, en 2009 con Felipe Calderón, la economía se cayó -6.5%—, pero sí se tenía un diagnóstico de la inseguridad y la violencia —tanto que López Obrador adelantó su plan desde antes de tomar posesión— y de la corrupción a todos los niveles, con resultados aún pobres.
Es de enorme relevancia que se haya terminado con los privilegios de la élite, como la condonación de impuestos, que haya austeridad republicana, que sea delito grave el fraude electoral y los programas sociales para los más débiles sean ya constitucionales, pero el mandato de cambio exige resultados mayores, que por eso una porción de mexicanos ya no ratificó su voto por Morena…
POR ÁLVARO DELGADO
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