Los niños olvidados de Chihuahua

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Así está Chihuahua. La paz es una idea en algún escritorio, el combate a la miseria también. La Cruzada Nacional Contra el Hambre es sólo un aapunte de alguien frente al verdadero drama que, por supuesto, montados en helicópteros, no ven Rosario Robles y mucho menos Enrique Peña Nieto. Esta crónica acerca al mundo real, al que se vive más allá de la discusión política: al de los niños que, mexicanos como todos, no tienen una esquina, una orilla o –claro– un Estado. Son los sin-nada. Los invisibles. Los que, por suerte, encuentran a alguien, también…

Por Luz del Carmen Sosa

Aunque hace unos días se celebró a la niñez con alegría, ese sector de la población tiene otra cara: enfrenta abandono, violencia y discriminación y es poco o nulo el apoyo oficial para atacar estas variables.

En Ciudad Juárez existen más de mil niños bajo la tutela pública, de acuerdo a estimaciones oficiales; lo cierto es que no existe un censo actualizado de cuántos menores viven en albergues y condición de calle.

Son niñas y niños que no reciben apoyo ni protección gubernamental, que perecerían de no ser por la labor altruista de agrupaciones civiles que instalaron casas de cuidado sostenidas con recursos propios y donaciones.

Estos son las niñas y los niños olvidados… esta es la otra cara de la niñez.

Con una ley de Protección a la Infancia que no logra salir del Congreso del Estado, las organizaciones sociales han denunciado de manera permanente la falta de políticas sociales hacia la  infancia, así como el permanente incumplimiento de las ya establecidas.

Catalina Castillo, directora de la Organización Popular Independiente (OPI), refiere que como sociedad se ignora  y evade el tema de los derechos de la infancia.

La también activista social expone que esta grave problemática va directamente relacionada con el abandono oficial a las familias marginadas; a la ausencia de políticas públicas que fortalezcan programas prevención y atención de la violencia intrafamiliar, así como a la apertura y accesibilidad a las estancias de cuidado infantil que permitan a la madre trabajar sin preocuparse del cuidado de los hijo.

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Surge una oportunidad

En Zaragoza, donde los asesinatos y la venta de droga al menudeo forman parte del escenario natural, fue construida la Casa-Hogar “Vino, Trigo y Aceite”, que dirige la pastora Lupita Páez desde hace 25 años y aquí, el trabajo parece nunca terminar.

De manera regular reciben a los niños que las corporaciones policiacas o la Procuraduría para la Asistencia Jurídica y Social canalizan, o bien, que los padres o madres abandonan.

“Hay niños y niños que fueron violentados sexualmente por sus padres o padrastros; hay hijos de madres  adictas que se prostituyen, no para alimentar a sus hijos, sino para comprar drogas; huérfanos a causa de la violencia que se vivió hace poco años”, explica Sarita Páez.

“Son niños que no tiene a dónde ir. ¿Cómo se les puede cerrar las puertas?”, plantea la maestra e hija de Aurelio y Lupita Páez.

En la atención a los menores se aplican los principios bíblicos, se impulsa la educación y se practica el deporte, cuenta.

“Aquí los niños encuentran disciplina y reglas, pero también una cama limpia, alimentos nutritivos y cariño de personas que han confinado su vida al servicio de la infancia como ministerio a Cristo”.

La vida de cada uno de los pequeños que este albergue arropa es una verdadera tragedia.

Entre ellos destaca Bryan.

“Yo llegué aquí por maltrato infantil y omisión de cuidados, por eso me escapé de mi casa. La Policía me encontró y me ficharon. Mi primer albergue fue Agua Viva, luego me fui a Árbol de Vida, que lo cerraron, me pasaron a Santa María y me escapé, de ahí me fui a La Vid y de ahí me fui a un albergue a Cuernavaca, que fue un gran error y después de 9 meses, por fin me trajeron a Vino, Trigo y Aceite”, narra Bryan.

El chico acepta hablar de su historia. Su paso por los orfelinatos ha formado un carácter fuerte y la vez noble. Bryan no soporta las injusticias y en un futuro quiere estudiar Derecho.

“Mi mamá no nos quería. A ella no le importamos, yo le pedí mi certificado de primaria y me lo negó, estoy estudiando secundaria abierta, mientras aquí me consiguen el otro documento, sino, no va a tener validez”, expone lo que llama la última negligencia de su madre.

“Yo si la quiero, pero no la extraño, estoy mejor sin ella…mucho”, refiere.

El menor, que abrazó la religión cristiana por convicción propia dice que su problema interno es no perdonar a su madre por la mala vida que les dio a ella y a sus hermanos.

Bryan recuerda las golpizas y los insultos que lo orillaron a preferir la calle, a pasar hambre y miedo a lo desconocido antes que permanecer en su casa.

Los hermanos de Bryan, de 16 y 17 años, también fueron confinados a otro refugio para jóvenes y la única posibilidad de triunfo para estos tres hermanos es continuar en estos sitios donde les garantizan los estudios.

Como Bryan, otros niños encuentran en los estudios una esperanza de vida.

La semana pasada ingresó al albergue una pequeña de cinco meses de nacida. Llegó para quedarse con su madre, quien recién cumplió 18 años y permanece en la casa hogar porque su abuela no la puede cuidar.

La infante es producto de una violación.

“Me violaron”, dice Milagros, quien padece una discapacidad física y mental.

Desde pequeña la joven madre estuvo a cargo de su abuela, quien la dejaba al cuidado de su tío mientras ella trabajaba.

Milagros identifica a su tío como el padre de su hija. La agresión no fue denunciada por la abuela, que un día después de dejar a la infante regresó por ella, pero dejó internada a Milagros.

“Yo quiero estudiar para sacar adelante a mi hija, voy a terminar la secundaria”, dice la joven que a causa del problema en su cadera está impedida para cargar a su hija.

“Yo la quiero cuidar, quiero estar a su lado siempre, por eso quiero estudiar”, anhela.

Pese a que tienen bajo su guardia y custodia a decenas de niños en cinco albergues que conforman Vino, Trigo y Aceite, esta asociación civil recibe menos de un centavo por cada peso que invierte en la alimentación y educación de un niño y es gracias a las aportaciones voluntarias de empresarios, ciudadanos y la propia familia, como están trabajando a favor de la infancia.

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Al fondo del basurero se puede apreciar el albergue

Un hogar en la Sierra

Para la pastora Lupita Páez, la problemática de maltrato infantil en Juárez la llevó a conocer otra realidad. La que vive la niñez en la sierra de Chihuahua.

Ahí, las condiciones de maltrato y abandono se agudizan ante la situación de pobreza que prevalece en la sierra. Al conocer a las y los niños víctimas de la violencia, no dudó en crear otro albergue en Madera, Chihuahua.

Fue así como surgió la Granja-Hogar Vino, Trigo y Aceite, que dirige otro de sus hijos, Aurelio Páez.

“En esta comunidad se encuentran en condición de abandono cerca de 50 niños, cuyas edades oscilan de los cero a los 15 años, muchos de estos pequeños ya están bajo tutela del estado”, explica Yara Yesenia Andujo Ortiz, asistente personal de Romelia Domínguez, presidenta del DIF municipal en Madera.

Explica que las pobreza de las comunidades que conforman este municipio ha impactado principalmente a las madres solteras que

“Aquí, para una mujer es muy fácil decir ‘yo los dejo en un albergue’ estamos buscando la manera de que esto disminuya, dándoles apoyos como despensas y apoyo sicológico”, refiere.

El problema aquí es bastante grave, casi a diario tenemos uno o dos casos de maltrato físico, de omisión de cuidados y hasta abandono, agrega la funcionaria.

Este es el único albergue en la zona que tiene bajo su resguardo y custodia a los niños tutelados por el Estado, cuyo apoyo es prácticamente nulo para la atención de los pequeños.

Tan poco importante es la niñez en condición de abandono en este municipio, que el gobierno estatal y municipal autorizó construcción de un basurero a un lado de la granja, provocando problemas de salud entre los niños que a diario aspiran los malos olores y sufren con la presencia de bichos e insectos provocados por los desperdicios que son vertidos a diario.

Incluso afectaron su alimentación, ya que los cúmulos de basura trajeron consigo la proliferación de ratas se alimentaron de los huevos de las gallinas, que los niños y adolescentes crían como parte de la terapia ocupacional.

“Ya se está tratando de tener otro relleno sanitario, no sé cuando sea esto, ni cuanto se tarde, pero si se está viendo este asunto, no se puede tener un basurero a lado de un albergue, aún no sabemos cuándo ocurrirá esto, pero sí va a ser reubicado el basurero”, afirma la funcionaria.

Fuente: El Diario/ Sin Embargo

 

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