Por Arturo Rodríguez García
La animadversión de un sector del alto empresariado mexicano hacia Andrés Manuel López Obrador, pasa por lo personal, lo ideológico y, naturalmente, por los intereses que existen sobre áreas de negocio con el sector público que consideran en riesgo. Pero al ser identificados por el candidato por nombre y apellido, hubo una sensación de afrenta que radicalizó sus posiciones.
Acostumbrados a actuar en las sombras desde la creación del Consejo Mexicano (antes, de Hombres) de Negocios, ser identificados en una declaración del tabasqueño causó malestar y detonó el encono que, a lo largo del mes de mayo, el segundo mes de campaña, los movió a incursionar en la elección como no habían hecho en la historia, aunque manteniendo el anonimato hasta la semana pasada.
Zongolica, Veracruz, población de cabecera en una región pobre y olvidada de México, se convirtió en el epicentro del disgusto con el sector del alto empresariado, cuando el fundador de Morena respondió a pregunta de reporteros, respecto a las declaraciones que los voceros de José Antonio Meade, Javier Lozano Alarcón, y de Margarita Zavala, Jorge Camacho, hicieron sobre las presiones de empresarios para que ambos declinaran a favor de Ricardo Anaya.
La revelación de los voceros fue la que puso de manifiesto que había una operación en las sombras para incidir en el proceso electoral, algo que el tabasqueño ya había perfilado sin ser explícito, al llamar a José Antonio Meade reiteradamente en los días precedentes a mantenerse en la contienda “porque lo querían bajar”.
Pero ya con la declaración de los voceros de sus opositores, López Obrador identificó entre otros a Germán Larrea (Grupo México) y Alberto Bailleres (Grupo Bal), segundo y tercero más ricos de México, respectivamente. Esa fue la afrenta. En un país polarizado, los millonarios quieren incidir en política, como siempre desde las sombras, sin correr los riesgos de la polarización y la percepción popular.
Primero fue el desplegado, aunque escondidos en las siglas del CMN, alteró la tradición de mantenerse en las sombras. Luego continuaron usando a los organismos empresariales que suelen moverse conforme a los designios de la cúpula de cúpulas.
Al radicalizar su encono contra López Obrador, fueron Larrea, Bailleres, Eloy Vallina (Grupo Chihuahua), Héctor Hernández Pons (Herdez) y José Antonio Fernández Carvajal (Femsa), quienes se animaron a exponerse públicamente con sus comunicados, preámbulo de la estrategia que seguirán en los próximos días. El común denominador de su mensaje es decir que el país entrará en crisis, volverá a los tiempos de Luis Echeverría y José López Portillo, como se expone en la edición del semanario Proceso actualmente en circulación.
Naturalmente, omiten la relación que con aquellos presidentes y los que les siguieron, mantuvieron al menos los veteranos; la adquisición de empresas paraestatales y su posterior venta en los noventa; el Fobaproa, e inclusive, participaciones directas en el andamiaje priista, como en el caso de Vallina y Claudio X González, que llegaron a ocupar cargos en el PRI o en la estructura gubernamental.
Aun actuando en las sombras, a punto de designar candidato a Luis Echeverría, por ejemplo, los presidenciales hicieron pasarela ante los hombres del CMN. En las sombras, opinaban sobre la designación de cada sucesión presidencial. Un privilegio para los barones del dinero, de espaldas a la sociedad.
Quizás en un intento por distender el conflicto con el puntero, hicieron la oferta de una reunión, a puerta cerrada, con los cuatro presidenciales. Una vez más el privilegio, cuando hoy más que nunca, gane quien gane las elecciones y sea cual sea su postura, lo que el país necesita para ser más democrático es transparencia en los poderes fácticos, en sus intereses e inquietudes, algo que los magnates no parecen dispuestos a asumir… su costumbre es de influencia desde las sombras.
Fuente: Notassinpauta.com