Por Ángel Otero Calderón
Pese a los tres millones de votos de ventaja, no parece ser un mandato concluyente: Enrique Peña Nieto llegará a la presidencia de la República con el voto de uno de cada cuatro electores mexicanos, en promedio. Y eso, aquí y en donde sea, plantea un problema de representatividad política.
El desafío de Peña Nieto es conseguir que el 75 por ciento de los electores que votaron en su contra o no acudieron a las urnas, le crean que viene de regreso a Los Pinos el nuevo PRI. O que constituye una mejor alternativa de gobierno que la ofertada por el candidato de las izquierdas Andrés Manuel López Obrador.
Y para ello, tendría que deshacerse del viejo PRI que precisamente fue el mismo que le construyó la victoria echando mano de los usos y costumbres de su eficiente maquinaria de hacer votos. Ese también en un problema. ¿Cuántas y cuáles cabezas tendrá que sacrificar en el altar de la patria para abonar a su credibilidad?
Ello podría explicar por qué el abanderado priista insistió tanto en su mensaje que habrá de gobernar para todos y advirtió de manera sesgada a la festiva familia revolucionaria que ya no podrán gobernar como lo hicieron antes.
Habrá que decir, por lo pronto, que tampoco estamos en presencia del triunfo arrollador que vaticinaban las televisoras y las casas encuestadoras, que volvieron a fallar por encima del margen de error. Vale recordar que las encuestas finales le obsequiaban a Peña Nieto una ventaja de dos dígitos. Y también las encuestas de salida.
Con excepción de Ibsos-Bimba, que parece haber hecho la medición más certera, las más reputadas firmas de opinión pública erraron por exceso, regalando al abanderado priista entre cuatro y diez puntos de más. Ello permite suponer que manipularon sus números. No hay otra explicación posible.
A reserva de los cómputos finales, parece ser que Enrique Peña Nieto encabezará también un gobierno dividido y se verá obligado a emprender alianzas con otras fuerzas políticas para sacar adelante sus anunciadas reformas. El priista no tendrá el control absoluto en el Congreso de la Unión. Por sí solo, el PRI está incluso en riesgo de no alcanzar la mayoría simple en la Cámara de Diputados sino a través de su alianza con el Verde Ecologista.
Por lo demás, el ex gobernador del Estado de México trae encima la pesada losa no sólo de los viejos representantes del PRI autoritario y dictatorial. Además, enfrenta una larga estela de compromisos con los poderes fácticos sin cuya intervención la disputa habría sido mucho más cerrada. Algo parecido, digamos, a lo que ocurrió en 2006.
Para ser más directos: ¿Qué hará Peña Nieto con Televisa, en particular, y TV Azteca y los así llamados periódicos nacionales, en general?
Así las cosas, habrá que preguntarse qué está dispuesto a hacer Enrique Peña Nieto para deslindarse en los hechos del viejo PRI. No basta una linda cara para ser creíble y obtener un margen de maniobra cierto para arrancar su gestión sexenal.
Es previsible, en este sentido, que se decida aprovechar de aquí a diciembre para limpiar la casa y mandar una señal inequívoca al priismo nacional de que las cosas tienen que cambiar, como el propio México ha cambiado ya. El presidente Felipe Calderón tendría que ayudar con ese trabajo. Y parece estar disponible a acatar cualquier solicitud en este sentido.
Apenas asumió el poder, Carlos Salinas de Gortari metió a la cárcel a Joaquín Hernández Galicia, La Quina, máximo líder del sindicato de Pemex, y más tarde desplazó a Carlos Jongitud Barrios como cabeza del SNTE. ¿Cuál será el primer movimiento de Peña Nieto?
El otro desafío, del mismo modo acuciante, tiene que ver con el crimen organizado. Peña Nieto ya dijo que no habrá ni pacto ni tregua con el crimen organizado. Su proclama sólo sería creíble si logra deslindarse de personajes priistas con la reputación manchada por la sombra de complicidades con el narcotráfico.
El mensaje de la noche del domingo habla muy claro de la persistencia del viejo PRI: el de las matracas, las serpentinas, la música estridente, la conducción de un locutor de voz engolada… Nada parecido a un partido moderno y atractivo para las nuevas generaciones. No se vio allí para nada el Nuevo PRI que representa Enrique Peña Nieto.
Cierto, todavía es temprano…
1 Comment
Me da gusto saludarlo, hoy me dicuenta de la invitacion que nos hace de visitar su pagina hilodirecto .com. Ya en confianza le quiero manifestar porque Amlo no triunfo en esta Eleccion: Dijo Napoleon Bonaparte que las guerras se ganan con dinero y cuando el Periodista le pregunta “con que mas?, le responde Napoleon :_”con mas dinero”. Fue lo que le falto a nuestro Candidato, haber incentivado a los Morenistas, a sus Coordinadores Distritales, a los Coordinadores de Zona, a sus Protagonistas Seccionales del Cambio verdadero Promotores del Voto, Al contrario el Pri, les pago $ 300 pesos a los Representantes de Casilla, $ 2,500 Representantes Generales, $ 5,000 a los responsables de ganar la Casilla en una Seccion Electoral y que ademas los dotaban con regalos para las amas de casa. Invirtio 165 millones para contratar a 33 mil Promotores Seccionales de a 5 mil cada uno. EPN sabia que no eran ciertas las Encuestas y que Amlo ya tenia a Morenistas y que podia ganar la Eleccion y este le hizo al Austero. Ademas, sus Candidatos a Diputados y Senadores EPN los puso a trabajar y que apoyaran su Candidatura, mientras los Candidatos de nuestro Movimiento Progresista estuvieron muy grises, no los capacitaron para la Campaña.