Los abusos sexuales eclesiásticos en Pensilvania

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“Nosotros, los integrantes de este gran jurado, necesitamos que escuchen”: así es como inicia un informe de casi novecientas páginas que surgió de una investigación de dos años sobre abuso sexual en diócesis de la Iglesia católica en Pensilvania, que se habría dado durante setenta años.

El reporte dice que hay más de mil víctimas identificadas, y quizá miles más, y es la indagatoria más abarcadora hasta el momento realizada por una agencia gubernamental estadounidense sobre el abuso sexual de menores dentro del clero. A continuación presentamos algunos fragmentos del reporte y de sus hallazgos:

Una serie de casos particularmente espeluznantes

Los integrantes del gran jurado documentaron varios abusos por parte de sacerdotes y otros dentro del aparato eclesiástico, así como las maneras creativas con las que encubrían o negaban las denuncias. “Incluso dentro de todas estas horripilantes historias, destacan algunas”, se lee en el informe.

Entre ellas la de un sacerdote que habría violado a una niña de 7 años cuando la visitó en el hospital después de que ella tuvo una operación para quitarle las amígdalas. Otro forzó a un niño de 9 a darle sexo oral “y después lavó la boca del menor con agua bendita para purificarlo”.

Este fragmento dice:

Un sacerdote reconoció abusar de niños, pero negó los reportes de dos niñas que lo acusaron: “No tienen pene”, explicó. Otro sacerdote, ante la pregunta de si había abusado de sus feligreses, respondió de manera evasiva: “Con mi historial”, dijo, “todo es posible”. Y otro sacerdote al final decidió renunciar después de años de haber enfrentado denuncias, pero pidió —y recibió— una carta de recomendación para su siguiente trabajo, en Disney World.

Críticas a líderes eclesiásticos

El jurado fue contundente al exigir la rendición de cuentas de líderes de la Iglesia por permitir los abusos y proteger a quienes los cometieron.

Este fragmento dice:

Lo que podemos decir es que, pese a algunas reformas institucionales, los líderes individuales de la Iglesia han eludido la rendición de cuentas pública. Los sacerdotes estaban violando a niños y niñas pequeños, y los hombres de Dios que eran responsables de ellos no solo no hicieron nada, sino que lo escondieron todo. Durante décadas. Monseñores, obispos auxiliares, obispos, arzobispos, cardenales fueron en gran parte protegidos; muchos, incluyendo a los que son nombrados en este reporte, recibieron ascensos. Hasta que eso cambie, creemos que es demasiado pronto para cerrar el libro sobre el escándalo de abuso sexual de la Iglesia católica.

Con frecuencia, se dice en el informe, estas figuras eclesiásticas simpatizaban con los perpetradores, y no con sus víctimas.

Por ejemplo:

[…] Enfatizó el alto costo de un encarcelamiento. En otro caso, un sacerdote violó a una niña; la embarazó y organizó que abortara. Un obispo escribió su sentir en una carta: “Este es un momento muy difícil en tu vida y me doy cuenta de lo mal que te sientes. Yo también comparto tu pesar”. Sin embargo, esa carta no iba dirigida a la menor violada, sino al religioso que la violó.

Mirar hacia otro lado

Uno de los casos que tiene muchos detalles en el reporte del gran jurado involucra al reverendo Edward Graff, quien se desempeñó como sacerdote durante 45 años, 35 de ellos en la diócesis de Allentown. Durante su clerecía, Graff violó a decenas de menores, de acuerdo con el reporte.

Aquí dice:

El 28 de junio de 2003, una segunda víctima identificada escribió una declaración en la que detalló el abuso sexual al que lo sometió Graff. Esta segunda víctima identificada indicó que el abuso sucedió en la vicaría de la escuela primaria Holy Guardian Angels cuando la segunda víctima cursaba el séptimo año escolar. La víctima describió las técnicas de insinuación de Graff: después de un periodo de engatusamiento, Graff hizo que se quitara los pantalones y que se sentara. Graff después toqueteó el pene de la víctima mientras Graff se masturbaba. De acuerdo con la segunda víctima, cuando cuestionó a Graff sobre el abuso este respondió que estaba “Ok” porque él era “un instrumento de Dios”. La segunda víctima dijo que hubo más abusos durante los siguientes seis meses, cuando Graff lo hacía ir a su habitación, donde Graff se masturbaba y masturbaba a la víctima. La segunda víctima identificada cree que un amigo suyo y otros niños también fueron abusados durante el mismo periodo.

La Iglesia documentó varios reportes de los abusos de Graff a lo largo de los años, según el informe, pero aminoró las denuncias y negó haber tenido conocimiento cuando salieron a la luz.

Sin embargo, la declaración de la diócesis contrasta fuertemente con la evidencia que tenía la misma diócesis. Mientras que el obispado se dijo “sorprendido”, hay registros internos que documentan las opiniones de obispos en las que expresan preocupación de manera constante de que Graff representa un “riesgo”, un “problema” y una “posible responsabilidad jurídica”. Este lenguaje coincide más con el usado para referirse a sacerdotes abusadores que a sacerdotes con alcoholismo.

En 2002, Graff fue arrestado en un condado de Texas donde aún era clérigo por abusar sexualmente de un menor de 15 años, según el reporte. Murió de las heridas infligidas en un accidente en la prisión texana en la que esperaba su juicio.

Varias víctimas en una sola familia

Otro de los casos documentados en el informe está relacionado con un sacerdote de la diócesis de Harrisburg que fue acusado de abusar de varios integrantes de una sola familia que iban a su parroquia durante los años ochenta.

Sobre el caso:

En la iglesia San Juan el Evangelista, Giella conoció a una familia que lo acogió como su sacerdote. En la familia había ocho niñas y un niño. Giella comenzó a abusar a las niñas casi inmediatamente después de ser nombrado a la parroquia. Giella abusó sexualmente de cinco de las ocho menores. Giella también abusó de otros integrantes de la misma familia. Su conducta incluye una serie de delitos punibles según la ley de Pensilvania.

Abusadores unidos

El gran jurado reportó que descubrió una red de sacerdotes depredadores en la diócesis de Pittsburgh que “compartían datos o información sobre las víctimas”, que crearon pornografía con las víctimas y que se “intercambiaban” víctimas entre sí. “Este grupo de sacerdotes utilizaba látigos, violencia y sadismo cuando violaba a los menores”, se dice el informe.

Una de las víctimas contó:

George recordó que cada uno de los sacerdotes tenía un grupo de niños preferidos a los que llevaban de viaje. Los niños recibían regalos: en específico, cadenas con cruces de oro. George declaró: “[Zirwas] me dijo que ellos, los sacerdotes, les daban a sus niños, a sus monaguillos o a sus favoritos, estas cruces. Así que me dio una cruz para que me la pusiera”. El gran jurado observó que estas cruces cumplían otra función además de engatusar a las víctimas: eran un método de identificación clara de que estos niños eran víctimas del abuso sexual. Eran una señal para los demás depredadores de que los niños ya estaban insensibilizados al abuso y podían ser blanco de más victimización.

El reporte agrega: “George aún tiene la cruz y se la mostró al gran jurado”.

Fuente: NYT

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