Lo que nos vino a decir Amnistía

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Por Darío Ramírez

El Secretario General de Amnistía Internacional, Salil Shetty, realizó una visita de alto nivel a México. Pocas veces he visto que un dirigente de una organización internacional de derechos humanos se reúna en privado con el Presidente, Secretario de Relaciones Exteriores, Secretario de Gobernación y Procurador General de la República. El escrutinio en materia de derechos humanos por la comunidad internacional sigue siendo uno de los puntos reconocibles en materia de la incipiente política de derechos humanos.

Las reuniones con las autoridades mexicanas se llevaron a cabo, como siempre, se cumplió con la formalidad. Otra cosa es conocer qué tanto se logrará cambiar de nuestra insostenible realidad. Me temo que poco, pero tal vez peque de pesimista. Por lo general dichas reuniones son más protocolarias. El gobierno aguanta el golpe de la crítica y al mismo tiempo se defiende ferozmente con una retórica nebulosa basada en buenas intenciones, en el mejor de los casos, y de falacias, en la mayoría de sus declaraciones.

La reunión de Peña con Shetty duró casi tres horas. El Presidente afirmó que tiene un gran interés por los derechos humanos (obvio no iba a decir otra cosa a el Secretario General de Amnistía Internacional), a lo que Salil Shetty respondió que sería muy oportuno que ese compromiso –que dice tener- lo hiciera público en aras de revalorar el trabajo de los defensores de derechos humanos y periodistas que hoy en día están bajo fuego en México. La larga reunión al parecer fue cordial en el intercambio de discursos, sin embargo, lo cierto es que fuera de esos salones de la Casa Presidencial, el Estado mexicano no puede frenar las interminables violaciones a derechos humanos. El gran reto es pasar de las palabras y declaraciones a garantizar el ejercicio pleno de los derechos humanos.

Después, en la conferencia de prensa el Secretario General afirmó que la situación que enfrenta México es “crítica”, así, sin cortapisas ni reparos. Al parecer el dirigente no se dejó deslumbrar por la retórica vacía del gobierno federal. Como dicta el protocolo, los comentarios contra el gobierno fueron suaves aunque directos.

Hace unos años, recuerdo, el gobierno mexicano dijo en la ONU que la tortura en nuestro país había sido erradicada. Hoy la situación ha cambiado, el mismo dicho sería insostenible inclusive por el mismo gobierno. Por ello, vale la pena la vista de organismos internacionales de derechos humanos para reiterar lo que muchos decimos día con día: hay una grave crisis en derechos humanos en México.

Escuchar de Salil Shetty que la tortura y desapariciones en México es una práctica común, debería de cimbrarnos a todos. También debe preocuparnos que señale el peligro de ser defensor de derechos humanos o periodista y que la impunidad sea sistemática en las agresiones contra ellos. Vivimos en un país dónde la práctica de desaparecer, hostigar, amenazar y torturar es tolerada y normalizada. Pero parece ser que a las instituciones como la CNDH, PGR y poder judicial estas prácticas les parecen insignificantes y no de obligada e inmediata atención.

Al día siguiente de la conferencia de prensa del Secretario General corrí a revisar las primeras planas de los principales diarios. Sin asombro –al parecer es lo que ya se espera- ningún diario traía la nota en portada (La Jornada traía un mini recuadro pero no nota). ¿Por qué ningún diario la retomó en portada? Sería difícil argumentar que las declaraciones sobre México de uno de los líderes mundiales del movimiento de derechos humanos no sea nota relevante. Este argumento toma fuerza cuando revisas las portadas y ves que hay notas de contenido menor ocupando espacios importantes.

Mucho me temo que estamos una vez más frente a ese nado sincronizado de los medios en relación con las noticias. Esa “curiosa” coincidencia en dónde todos piensan igual. Ante ello una simple pregunta: ¿A quién le molestaría un titular devastador como “en México la tortura es práctica común”?  Demasiado cerca de Los Pinos, demasiada alejada del interés público de la información. La práctica alentada desde el gobierno y aceptada en los medios es: si no hablamos del problema, el problema no existe. Es burdo pero cierto. Por esto la continua práctica de cooptar y presionar a los medios desde el poder, para que no hablen de lo que no se debe de hablar.

La narrativa oficial de la actual administración pretende invisibilizar la violencia de todo tipo. Entonces resulta obvio que la violencia de Estado, aquella que se traduce en violaciones a derechos humanos, se minimice. A pesar de ello Amnistía Internacional volvió a advertirnos que la situación en México es crítica, que esa violencia que proviene del gobierno es real y va en aumento. Esas no son buenas noticias. Y es esa información la que los medios deben trasmitir en toda su magnitud y crudeza. Lo otro, lo que padecemos ahora, es el silencio cómplice.

Fuente: Sin Embargo

 

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