El líder chiita Moqtada Sadr, reconocido por combatir a las fuerzas estadunidenses en Irak, ganó las elecciones legislativas pero ahora tendrá que lidiar con las otras formaciones para gobernar un país socavado por la corrupción.
La inédita alianza entre el populista Sadr y los comunistas consiguió 54 escaños, de acuerdo a los resultados definitivos de la votación del 12 de mayo anunciados el sábado tras un largo recuento.
Le sigue con 47 diputados la lista de los antiguos combatientes de las unidades Hashd al Shaabi, que lucharon contra el grupo yihadista Estado Islámico (EI). A continuación, con 42 escaños, aparece la lista del primer ministro saliente, Haider al Abadi.
Moqtada Sadr, un clérigo de 44 años que se benefició de las manifestaciones anticorrupción en Irak, considera que “la reforma ha ganado y la corrupción se ha debilitado” con estos resultados en un país rico en petróleo pero con escasez de infraestructuras.
Marcadas por una abstención récord, las elecciones, las primeras desde el anuncio de la victoria sobre el grupo EI a finales de 2017, dieron lugar a la asamblea más fragmentada desde la primera votación multipartidista en 2005.
Tras la caída en 2003 del ex presidente Sadam Husein, luego de la invasión estadunidense de Irak, se redactó una Constitución para evitar un retorno a la dictadura, forzando a las fuerzas políticas a negociar alianzas para formar gobierno.
“Entramos en la fase de formación de coaliciones” estrictamente hablando, declaró a la AFP el politólogo iraquí Hisham al Hashemi.
Estas negociaciones, tradicionalmente largas después de cada votación, se prevén todavía más complicadas en esta ocasión.
La lista ganadora del clérigo Moqtada Sadr, que consiguió menos del 20% de los 329 escaños del futuro parlamento, debe aliarse con varias fuerzas para conseguir una mayoría y gobernar. Las negociaciones ya han comenzado.
El juego de Washington y Teherán
Pero no hay que olvidar el juego de influencias extranjeras. Estados Unidos y el chiita Irán, dos países enemigos, son los principales actores internacionales en Irak y su ayuda fue esencial para vencer al grupo EI.
Washington y Teherán han mandado cada uno un enviado para guiar las conversaciones. Porque los dos enemigos comparten el mismo objetivo en Irak: obstaculizar a Moqtada Sadr.
Para Estados Unidos sigue siendo el líder de la poderosa milicia que combatió a sus tropas. Ésta fue disuelta.
Irán, vecino de Irak y peso pesado regional chiita, no confía en este inquieto descendiente de una línea de clérigos chiitas que ha aumentado sus bravuconadas contra el anteriormente muy cercano aliado iraní.
Para obstaculizarle, Irán puede contar, según los observadores, con el ex primer ministro Nuri al Maliki, que consiguió 26 escaños, y con los elegidos en la lista de las unidades Hashd al Shaabi, grupos paramilitares financiados por Teherán que ayudaron al ejército iraquí a expulsar al grupo EI de todos los centros urbanos.
Dos días después de las elecciones, como en cada acontecimiento importante político y militar en Irak, el influyente general iraní Ghassem Soleimani llegó a Bagdad para reunirse con los principales líderes políticos.
El enviado estadounidense Brett McGurk se ha encontrado también con dirigentes en Bagdad y en la región autónoma del Kurdistán.
“Amplia coalición”
En este contexto, Moqtada Sadr “probablemente va a intentar formar una amplia coalición, incluyendo a los partidos chiitas, potencialmente la lista de Abadi, a los sunitas y también a los kurdos”, explicó a la AFP Raphaele Auberty, investigadora del centro de pensamiento BMI.
Pero, añade, si Sadr logra formar una coalición, “la fragmentación del paisaje político complicará la toma de decisiones”.
Fuente: AFP