Por Luis Javier Valero Flores
Desatada la discusión pública acerca de la designación del candidato del PRI al gobierno estatal, en la que aparecen varios funcionarios públicos, entre ellos dos alcaldes, dos senadoras y un funcionario federal, la polémica se ha centrado en quiénes y cuándo deban pedir licencia a sus cargos a fin de cumplir con los requerimientos legales de las candidaturas.
Ocupada la atención en ello, se ha dejado de lado uno de los aspectos que más se les ha criticado a los integrantes de la clase política, la de que no bien terminan un cargo y ya están buscando el otro.
Ahora están enfrascados los aspirantes priistas en las licencias de los aspirantes alcaldes, porque las senadoras Graciela Ortiz y Lilia Merodio han anunciado que pedirán las licencias respectivas.
¿Por qué discuten tanto tal asunto?
Porque no habrá elección interna; todos están esperando la señal para no equivocarse; de lo contrario, si existieran los mínimos márgenes de democracia interna, en virtud de sus aspiraciones, a pesar del “chapulinazo”, y de sus proyectos, pedirían las licencias y esperarían los términos de la convocatoria, sabedores de que habría una elección interna.
Y luego, como confirmación de que nos encontramos en plena regresión democrática, el mensaje que el dirigente nacional del PRI, Manlio Fabio Beltrones, les lanzó a los priistas chihuahuenses, nos regresó a varias décadas atrás, a los tiempos del eterno dirigente de la CTM, el aún presente entre nosotros Fidel Velázquez. Beltrones la repitió: el que se mueve, se sale de la foto.
Y vino a decírselo a un partido en el cual los dos principales grupos políticos existentes en la entidad –el gubernamental y el Delicias– están profundamente enemistados. ¡Imagínense, al punto de querer meter a la cárcel a uno de ellos!
¡Coman, cenen y desayunen unidad, fueron los elevadísimos conceptos filosóficos de Beltrones!
Y lo logró. Ahí están las fotos en las que, a pesar de todo, los exgobernadores Patricio Martínez y Reyes Baeza posan junto al gobernador César Duarte, en la inauguración del nuevo local del PRI, luego de meses y meses de no tan soterrados enfrentamientos entre los dos segundos y sus equipos.
Ciertamente, la legislación local es extremadamente confusa acerca de los alcaldes, pero el espíritu de la norma es que los servidores públicos, “con funciones de dirección y atribuciones de mando”, deban separarse de sus cargos.
En ese supuesto se encuentran los alcaldes, son los jefes de la policía municipal, más mando que ese no podría haber.
Seis años atrás, ante la posibilidad de que el entonces alcalde de la capital, el panista Carlos Borruel, participara como candidato al Gobierno del Estado, “el Instituto Estatal Electoral (IEE) informó que este precepto (la obligación de presentar licencia) se aplica también para los diputados, senadores o alcaldes que se encuentren en funciones y aspiren a ser gobernador. El órgano electoral indicó que aunque la Ley Electoral del Estado no lo precisa de esta manera, se aplica jurisprudencia de la Sala Superior del Tribunal del Poder Judicial de la Federación”. (Nota de Gabriela Minjáres, El Diario, 1/I/10).
Además, estableció que “con el hecho de que presenten la licencia o la renuncia en el tiempo establecido, independientemente de que sólo sea recibida o aprobada, pero siempre y cuando no cobren ninguna quincena subsecuente, se considera el retiro del cargo en tiempo y forma”. (Idem).
Por todo lo anterior, mañana viernes, a la media noche, quienes suspiren y tengan mando en el servicio público, deberán pedir licencia.
La novedad podría ser que los “mandos superiores” les indicaran a todos los involucrados que se separan de sus cargos, para así dejar en plena libertad al “voto secreto” priista, de designar al abanderado al Gobierno de Chihuahua.
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