Por John M. Ackerman
La grandiosa victoria del pueblo boliviano en las elecciones del pasado domingo, 18 de octubre constituye un hito histórico en el devenir político de las Américas. Es una clara señal de la enorme fortaleza de la milenaria cultura política de los bolivianos que no se dejaron engañar por las mentiras de los oligarcas, los medios de comunicación o la Organización de los Estados Americanos (OEA). Es también una demostración de fuerza de los procesos políticos plenamente democráticos frente a los constantes intentos de desestabilización de parte de Washington en contra de los gobiernos de izquierda en América Latina.
La narrativa del supuesto fraude electoral en las elecciones del 20 de octubre de 2019 nunca tenía pies ni cabeza. Tal y como el mismo Evo Morales dejó claro en la entrevista que tuve el privilegio de conducir unos días después del golpe (véase: https://bit.ly/3kx9O2z), todo fue una fabricación de la misma OEA en alianza con la oposición política, las fuerzas militares bolivianas y el Pentágono.
Tanto el New York Times (véase: https://nyti.ms/2ToLKTz) como el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG) (véase: https://bit.ly/3mpHS1h) y el Center for Economic and Policy Research (CEPR) (véase: https://bit.ly/31JiWK5) han demostrado que quien realmente cometió un fraude en 2019 no fue el partido de Evo Morales, el Movimiento al Socialismo (MAS), sino la misión de la OEA que simplemente inventó supuestas irregularidades con tal de intentar justificar el golpe de Estado que finalmente tuvo lugar el domingo, 10 de noviembre de 2019. Ese día el general Williams Kaliman hizo honor a su apellido y “sugirió” a Morales que renunciara a la Presidencia tres meses antes del final de su mandato constitucional (véase: https://bit.ly/3jrmpTK) .
Lo que ocurrió después fue un baño de sangre mientras un pequeño grupo de racistas con el apoyo de la oligarquía nacional impuso por la fuerza la “presidencia interina” de Jeanine Añez. Añez anunció “el retorno de La Biblia a Palacio” y su gobierno masacró decenas de manifestantes, hirió cientos y acusó a más de mil 500 personas de sedición y terrorismo por su insubordinación frente al golpe.
El Secretario General de la OEA, Luis Almagro, tiene sangre en las manos. También son directamente responsables dos mexicanos que ocupan los cargos más altos de la OEA en materia de supuesto “fortalecimiento de la democracia”: Francisco Guerrero, Secretario para el Fortalecimiento de la Democracia, y Gerardo de Icaza, Director del Departamento para la Cooperación y Observación Electoral. Guerrero fue consejero electoral del IFE durante la cuestionada elección de Enrique Peña Nieto en 2012 y en 2018 fungió como Vicecoordinador de Análisis y Estrategia de la Campaña Presidencial de José Antonio Meade. De Icaza también trabajó por muchos años durante el viejo régimen en el IFE y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
Almagro, Guerrero e Icaza deberían renunciar inmediatamente a sus cargos frente a la evidencia de su complicidad con el golpe de Estado en Bolivia. Tal y como denunció hace unos días el Subsecretario para América Latina y el Caribe de la Secretaría de Relaciones Exteriores del Gobierno de México, Max Reyes Zuñiga, el comportamiento “faccioso” de la OEA “generó inestabilidad, violencia y desorden constitucional en Bolivia, y creó un entorno internacional de confrontación” lo cual pone en duda la “autoridad moral” tanto de Almagro como de todos los esfuerzos de observación electoral de la OEA (véase: https://bit.ly/31EhiJS).
Sin embargo, resulta que para Lorenzo Córdova las desacreditadas misiones de la OEA son hoy más importantes que nunca. Brincando la normatividad en la materia, el pasado 7 de octubre el Consejero Presidente del INE invitó directamente a la OEA a “desplegar una misión de observación electoral” para las elecciones mexicanas de 2021. Almagro ha respondido con un oficio, de fecha 14 de octubre, afirmando que “será un placer para la OEA seguir trabajando con una institución como el INE”.
Con este intercambio tanto Córdova como Almagro violan el “Manual para las Misiones de Observación Electoral” de la OEA que señala claramente, en el capítulo I, apartado B, que las solicitudes de observación electoral siempre deben realizarse por medio de “la Cancillería del Estado miembro”. De manera irregular, Córdova y Almagro también excluyeron de sus intercambios a la Representante Permanente de México ante la OEA, la Embajadora Luz Elena Baños, quien no solamente representa al Poder Ejecutivo sino a todo el Estado mexicano, incluyendo el INE, frente a este organismo multilateral.
Los mexicanos de ninguna manera deberíamos permitir que la OEA se inmiscuya en los asuntos políticos internos de México. Tal y como ha quedado claro con el caso de Bolivia, la OEA bajo el mando de Almagro no se comporta como una institución independiente o neutral sino que participa como un actor político más buscando la alteración de los resultados electorales con el fin de afectar negativamente las expresiones políticas de izquierda.
Ahora bien, la contundente victoria de Luis Arce y David Choquehuanca en Bolivia ofrece una gran lección histórica tanto a los pueblos como a las élites de toda América Latina. Por un lado, los golpistas ahora tendrán que pensar dos veces antes de volver a intentar tomar el poder por la fuerza, en Bolivia, México, Venezuela o cualquier otro país, sabiendo que lo más probable es que en la próxima elección serán echados por un pueblo cada vez más informado y consciente. Por otro lado, la ciudadanía también ha aprendido la lección de que la organización popular y la participación electoral sí permiten cambios históricos, que la vía pacífica funciona y vale la pena para defender sus derechos y su bienestar.
¡Jallalla Bolivia! ¡Jallalla Tupak Katari!