Por Andy Robinson
Antes de visitar la mega metrópoli de Greater Phoenix, 44.000 kilómetros cuadrados de urbanizaciones valladas y freeways atascados de 4×4 en medio del desierto de Arizona, conviene dar una vuelta por las ruinas precolombinas del mismo estado.
En Cañón de Chelley, al noreste de Phoenix, pueden verse algunas de las excavaciones arqueológicas de las ciudades perdidas de los Anasazi, un pueblo que hace 900 años levantaba edificios de piedra y cemento de seis plantas y hasta 65 habitaciones y alcanzó una población de decenas de miles de personas, viable gracias a avanzados sistemas de regadío. O, más al sur, los restos de los Hohokam con 40.000 habitantes, alimentados a partir de cereales cultivados en el desierto gracias a una compleja red de canales artificiales. Tras un crecimiento demográfico vertiginoso, ambas sociedades desaparecieron repentinamente entre los siglos XII y XIV. Todo indica que el colapso se debió a sequías de hasta 100 años de duración – quizás con algún diluvio cataclísmico para rematar la faena.. “El cambio de entorno medioambiental, concretamente sequías de larga duración, propinó un knock out a estas sociedades”, dice el meteorólogo Mike Crimmins en una entrevista en la Universidad de Arizona en Tucson.
Fast forward a Phoenix siglo XXI, en la segunda década de una mega sequía que viene afectando el árido oeste de Estados Unidos desde los años noventa. Las urbanizaciones de chalés con césped, piscinas, hoteles Marriott y Holiday Inn, restaurantes Wendy’s y Friday’s y campos de golf de verde prístino se extienden hacia un horizonte de montañas fluorescentes. Ya con cuatro millones de habitantes, Phoenix–junto a la otra metrópoli en el desierto Las Vegas- es la ciudad del mundo desarrollado que más ha crecido en las últimas décadas. 115.000 personas se sumaban a la población cada año durante la década de burbujas de 1995- 2007. Llegaban desde el medio oeste y el norte, muchos de ellos jubilados, en busca de un lugar al sol. Llegaban desde México y Centro América en busca de un trabajo regando el césped de los jubilados del norte.. “El modelo era crecer, atraer a más gente, construir más casas y así ampliar la base tributaria”, dice Crimmins. Eso, hasta el gran pinchazo de la vivienda del 2007. Ahora es fácil ver en las afueras barrios fantasma urbanizados pero jamás construidos, con letreros de calles, y señales de tráfico tomados por la maleza de “sage brush”.
Contemplando el crecimiento truncado de la ciudad de fuego, los espejismos provocados por el calor del desierto tenían un aspecto sorprendente bajo mi óptica: empecé a ver las afueras medio construidas de Madrid en la árida meseta ibérica también amenazada por el cambio climático.
Pero ahora el ciclo inmobiliario cambia y vuelve la construcción. A 20 o 30 kilómetros del anodino centro de Phoenix bien, se resucitan los proyectos ideados en delirios inmobilarios antes del crash . Superstition Vistas a una hora en coche del centro, cuyos promotores pretendían en un atraer a hasta un millón de habitantes en las próximas décadas. O las 1.550 viviendas de lujo en Mesa Proving Ground, cerca del aeropuerto. O las 6.900 viviendas más al sur en sierra vista cerca de Tucson que amenazan con secar el rio San Pedro.
No hay muchos obstáculos regulatorios para la puesta en marcha de otra fase de expansión. La llamada Proposición 207 de 2006 permite que un inmobilario demande a las autoridades si una norma urbanística o una zona verde perjudica el valor de una promoción.“No hay controles sobre el mercado ni fronteras al crecimiento urbano” advierte Michael White del Centro de decisiones de una ciudad en el desierto de la Universidad de Arizona. “Van a dejar que la industria inmobiliaria decida”.
El ladrillo es barato en Phoenix y el agua también -menos de la mitad que en los verdes valles de Seattle. En los distritos opulentos de chalés como Scottsdale, se consume una media de 855 litros de agua por persona por dia, frente a una media en Phoenix de 340. La mayor parte de este agua se consume en el riego de césped y árboles no autóctonos, plantas sedientas y césped en urbanización tras urbanización, el notiro sprawl (expansión como mancha de aceite) en el desierto. Aunque el ayuntamiento ha adoptado medidas para mejorar la eficacia de la gestión de agua, en urbanizaciones como Scottsdale no hay mucho interés en cambiar el modelo de desarrollo residencial. “La gente en Scottsdale luchará por viviendas de baja densidad; cuando les hablas de un entorno más urbano reaccionan con rabia”, dice Stacey Champion, activista en las campañas en favor de la sostenibilidad.
Solo hay un problema,. . Con solo 20 centímetros de lluvia al año, un nuevo siglo de cambio climático y sequía crónica en el Oeste, puede resultar tan desastroso para Phoenix como lo fue para los Anasazi y los Hohokam hace un milenio. Los paleontólogos de la Universidad de Arizona en Tucson, expertos en el estudio de los anillos de árboles milenarios -muchos de ellos sacados de las vigas de las construcciones de los Anasazi- han advertido que los últimos 150 años de vertiginoso desarrollo urbano en el oeste son bastante excepcionales. Analizando el grosor de estos anillos, se puede averiguar que el siglo XX fue uno de los tres de mayor pluviosidad de los últimos 13 siglos. Un regreso a la media histórica agravada pro el cambio climático, resultará catastrófico para el modelo de crecimiento de Phoenix. Y tras casi dos décadas de sequía en el oeste, desaparece la nieve de las sierras al norte y los grandes pantanos de Lake Mead y Lake Powell vuelven a acercarse a los mínimos del 2010 con una advertencia del último informe de climate assessment federal de una caída del 15% del cual del río Colorado este siglo. .. “Phoenix acabará como Jericó; solo quedarán reliquias resecadas de campos de golf y piscinas vacías y polvorientas”, advierte con humor negro la escritora Rebecca Solnit.
Pero hay otra forma de ver Phoenix. Tras el colapso de su modelo de ladrillo y agua barata, la ciudad se está viendo forzada a tomar muy en serio la cuestión del cambio climático, pese a los negacionistas republicanos instalados en el gobierno del estado de Arizona. “El atractivo de Phoenix ha sido que es barato y esto pronto va a cambiar”, dice John Soba del Instituto Global de Sostenibilidad en Phoenix. Si no se sube el precio de agua, el problema se manifestará mediante subidas del coste de los alimentos ya que cuando hay escasez de agua, los primeros en verse forzados a cortar su consumo son los agricultores. “Hace falta una crisis”, dice Hallie Eakin de la universidad. “De repente sabemos que estamos en una mega sequía, o que el río Colorado tiene menos cauce de lo que pensábamos; y si seguimos igual tendremos que hacer ajustes enormes más adelante.”
El primer ajuste que hay que hacer es aprender del pasado. No solo de los Anasazi, cuyos bloques de piedra adobe eran un ejemplo de elevada densidad y adaptación al duro clima del desierto, sino de los españoles.
“Si vas al antiguo barrio de Tucson, verás casas bajas con paredes gruesas de adobe, color claro o blanco; no es casual; son los colores y las materias que menos absorben el calor”, dice Crimmins . Pero Phoenix es una ciudad basada en el imaginario “anglo” del medio oeste o la costa del este. “Son viviendas de ensamblaje fácil; hechas de madera y alambre, ladrillo por fuera; son como una tienda de campaña, que se calientan infernalmente”, dice Crimmins. Comentamos el hecho irónico y trágico que, en lugar de aprender del pasado español para sustituir las urbanizaciones de chalés unifamilares con jardín y piscina en urbanizaciones de bajísima densidad al alcance del mall de compras y la gasolinera, la fantasía “suburbana” de la América blanca, estaba ocurriendo justo lo contrario. “En España han construido millones de viviendas tipo chalé y se generaliza el uso del aire acondicionado”, le dije a Crimmins. ”Eso no acabará bien”, respondió.
Con emisiones de gases invernaderos que crecen tres veces más rápido que la media en EE.UU., y las temperaturas veraniegas más altas del hemisferio norte (45 grados ya viene a ser habitual), Phoenix se percibe como la más apocalíptica de las ciudades del oeste, una “ciudad de fuego… la urbe menos sostenible del mundo,”, según el libro de Andrew Ross. Pero en las urbanizaciones de España – impulsadas por políticos e inmobiliarios que han copiado el modelo estadounidense de suelo liberalizado, chalé unifamiliar y centros comerciales- se crean otras ciudades de fuego.
Conduciendo por la interstate 10, desde Tucson a Phoenix por el llamado Pasillo del Sol, el coche empieza a tambalearse arrastrado por los primeros vendavales del año, y se emiten los primeros avisos de incendio en la radio. “Desde 1996 la media de lluvia en invierno ha sido bastante por debajo de la media histórica”, dice Crimmins. “Hace dos años tuvimos el incendio forestal más grande de la historia; ahora estamos en primavera y empieza el tiempo de fuego”…
Fuente: La Vanguardia