Por Jenaro Villamil
Servando Gómez, La Tuta, no es un criminal cualquiera. No es sólo el jefe de un cártel, el animador del terror en Michoacán, el titiritero de la política local en todos los partidos y el único que no se ha visto sustancialmente afectado a nueve meses del nombramiento de un comisionado presidencial en su entidad.
La Tuta es todo eso y más. Es también un hábil productor y distribuidor de videos, intercepciones telefónicas, audios comprometedores y amenazas en Internet que lo convierten en una mezcla de hacker y de Osama bin Laden. Gómez ha sabido capitalizar su propio escándalo para demostrar que todos (o casi todos) pasaron por su mesa de fiestas. Es un Carlos Ahumada posmoderno que no oculta su estrategia.
La TutaTV ya tomó carta de naturalización en las redes sociales. No sin sarcasmo en Twitter varias cuentas sociales anuncian: ¿quién será el próximo protagonista de la TutaTV? Ya salieron Rodrigo Vallejo, hijo del exgobernador priista, alcaldes, empresarios y el corresponsal de Televisa en territorio purépecha.
La TutaTV es una bofetada a la justificación gubernamental para interceptar las redes sociales y las llamadas telefónicas. ¡Qué paradójico! Mientras, la Secretaría de Gobernación, el Instituto Federal de Telecomunicaciones, la mayoría de los senadores y “especialistas” se enredan para justificar por qué en la Ley de Telecomunicaciones se mantuvieron los artículos 189 y 190 del capítulo “Colaboración con la Justicia” para justificar la violación a la privacidad y el espionaje a los ciudadanos. Nos dijeron hasta el cansancio que se trata de combatir el crimen organizado. Que dependerá de la orden de un juez y que no se usará de manera arbitraria.
La TutaTV ha demostrado que ni los miles de millones de pesos del presupuesto destinado al espionaje del Cisen, ni las violaciones a la privacidad ni a la legislación internacional en materia de Internet y de telefonía son suficientes para atraparlo o frenar su contraofensiva mediática. Él es capaz de “geolocalizar” a cualquiera antes de que lo ubiquen.
Él puede más que todo el aparato del Estado. O, quizá, con la colaboración de una parte de ese aparato al que mantiene bajo el chantaje permanente de sus múltiples videos y encuentros “en la mesita”.
La TutaTV es demostración clara de la corrupción que no se resuelve con gendarmerías, policías comunitarios, guardias rurales ni aparatos de espionaje. Porque todo ese modelo de seguridad no altera la ecuación fundamental de Los Caballeros Templarios: su condición de Estado paralelo y su arraigo social.
Como buen Estado paralelo, el cártel de la Tuta también ya tiene su “empresa” televisiva. No necesita, como el multimillonario Germán Larrea o el magnate Carlos Slim, licitar alguna cadena televisiva para defender sus intereses. Tampoco requiere de permiso como si fuera medio comunitario para distribuir sus contenidos. Para eso tiene a Youtube, a las redes sociales y a las redacciones de varios medios electrónicos a los que presiona y chantajea.
La TutaTV contacta corresponsales, se burla de Televisa, presiona a MVS, reparte “chayos” a modo, manda acosar o matar a los informadores que no quieran llegar a su mesa. La TutaTV es como el fuego. Quien se le acerque saldrá chamuscado.
Su alegato es tan cínico como el de cualquier mafia: por qué lo acosan a él si “todos” son corruptos. Servando Gómez es una mezcla de los métodos de Marcial Maciel, de la filantropía violenta de La Mamá Rosa, del milenarismo criminal de la Nueva Jerusalén y hasta del mesianismo al estilo del panista Felipe Calderón. Todos ellos, fenómenos michoacanos. Es la herencia más cruel de La Familia Michoacana y Los Zetas.
La TutaTV ha demostrado que si quieren acabar con él, primero deben asumir que colaboraron con él. Que el problema en Michoacán no es sólo un individuo astuto y sin escrúpulos. El problema real es la derrota de una operación militar que privilegió el Estado de excepción y sólo acrecentó el Estado de terror.
Twitter: @JenaroVillamil
Fuente: www.homozapping.com.mx