Por Servando Pineda Jaimes/ Fotos: Sylvia Ortiz
El Paso, Texas— Muy lejos de la gloria que soñó para sí en algún momento de su vida, el ex dictador o el usurpador, como muchos prefieren llamarlo en su paso por la historia, el general de División Victoriano Huerta, yace en una polvosa tumba en el panteón Evergreen en El Paso, Texas, distante a 1,510 kilómetros de su natal Colotlán, Jalisco.
José Victoriano Huerta Márquez,[1] tras mandar asesinar al presidente Madero, asumió la presidencia de México, misma que sólo pudo desempeñar durante 17 meses, antes de ser derrocado también por otro caudillo, éste del norte: Venustiano Carranza.
Tras un largo exilio, Huerta llegó a El Paso, donde fue apresado. Con 62 años a cuestas, víctima de la cirrosis y de la ictericia, producto de su afición desmedida por el coñac y otras bebidas alcohólicas, el que fuera presidente de México del 19 de febrero de 1913 al 15 de julio de 1914, murió finalmente el 13 de enero de 1916.
Su cuerpo fue enterrado en el panteón Concordia de El Paso, pero luego fue movido unos tres kilómetros de su sitio original para ser sepultado finalmente en el cementerio Evergreen, donde aún descansan sus restos, en espera de que algún día, como fue su deseo, regresen a México, y reposen en algún panteón ilustre o en su natal Colotlán. La paradoja en todo caso es, que de donde reposa, al México que algún día gobernó, sólo lo separan cuatro kilómetros; distancia que hay del panteón Evergreen al puente internacional Córdova-Las Américas, o Libre, como lo conoce todo mundo en Ciudad Juárez, que es el más cercano a ese camposanto.
Su tumba se encuentra ubicada en la sección “O” lote 140, del panteón Evergreen, ubicado en la calle Alameda, en el lado norte de El Paso, Texas, declarado cementerio histórico en 2008 pero que data de 1894; es decir que don Victoriano Huerta contaba ya con 40 años de edad, cuando abría sus puertas el lugar donde finalmente reposarían sus restos.
Ahí se encuentra sepultado don Victoriano, muy lejos del mausoleo en el que quedaron muchos de su contemporáneos, quienes pasaron a la historia de México como héroes nacionales. En su contra, el general de División es recordado como un traidor a la patria, un usurpador y un dictador, conocido como El Chacal, por la furia y crueldad con que se deshacía de sus enemigos. Es recordado como el autor intelectual del magnicidio del presidente Madero y de su vicepresidente Pino Suárez.
Sus restos reposan en una tumba que tiene una pequeña lápida de cemento de 1.10 metros de largo por 92 centímetros de ancho, con una placa que colocó la Comisión de Historia de Texas, donde de manera sucinta y breve, explica de quién se trata, lo que hizo y cómo es que llegó a ser sepultado en ese lugar. El texto finaliza con un poco de indulgencia para con el exdictador mexicano, al destacar que se trata del “único expresidente extranjero enterrado en El Paso”.
De frente, una pequeña losa colocada en los años setenta por sus descendientes, indica quién está enterrado ahí. Sin mayores garigoleos; en el frente y arriba, una cruz. Debajo de ésta, en otra línea, abreviado, con mayúsculas y con faltas de ortografía, tal vez porque se pensaba que las mayúsculas no se acentúan: GRAL. DE DIVISION (sic). En otra línea, el nombre con que fue conocido: VICTORIANO HUERTA, simplemente sin su segundo apellido y también con mayúsculas; seguido en otra línea con su fecha de nacimiento, 1854 y de muerte, 1916; para rematar más abajo, también abreviado incorrectamente: PRES. (sic) DE LA REP. MEX.
En el lugar no hay flores, ni pasto que cubra la tumba, sino tierra, mucha tierra. El lugar puede pasar desapercibido para cualquiera, pues no existe ninguna señal que indique que ahí se encuentra enterrado un expresidente de México. Lo austera y olvidada en la que se encuentra, contrasta con la esquina del lote donde están sepultados miembros de la familia Magoffin, de gran influencia y tradición en El Paso, Texas.
Es curioso, pero una de las características de la mayoría de los panteones en los Estados Unidos es la simetría en que se encuentran alineadas las tumbas. Sin embargo, en la de Huerta no hay tal y ésta está desalineada con respecto a las otras. Vista de frente, a su derecha, muy pegadito se encuentra el sepulcro de una mujer, con la inscripción grabada en piedra y en inglés: “Mother Bibiana E. De Nava, 1898-1952”, con un: “Recuerdo de sus hijos”, en español. Y como si se tratara de una broma macabra para don Victoriano, su vecina de tumba cuenta con una escultura de lo que parece ser un santo pero que está decapitado y en el suelo; sin embargo su base está intacta para indicarnos que ahí se localiza a doña Bibiana. A ambos lados, dos jarrones para flores, pero vacíos.
A su izquierda y con un espacio suficiente para otro sepulcro, se encuentra una doble tumba donde están quienes al parecer, fuera un matrimonio: James y Delfina Loewenstein. El primero con una inscripción de su fecha de nacimiento marcada en 1884, y 1932 como el año de su muerte; mientras que la segunda se ha borrado ya la fecha de su nacimiento, pero permanece intacta la de su muerte: 1962.
Huerta fue sepultado en el panteón Concordia en 1916, pero en 1932 es trasladado al Evergreen. Esto quiere decir que cuando su cuerpo fue enterrado en el nuevo cementerio, ese mismo año llegó a ese lugar James Loewenstein, quien murió muy joven, a los 48 años de edad; doña Bibiana fue sepultada 20 años más tarde y contaba al momento de morir con 54 años de edad y 30 años después doña Delfina, a quien debido a que su fecha de nacimiento se ha borrado, es difícil saber cuántos años contaba al momento de morir en 1962.
Enfrente de su sepultura, como si se tratara de sus custodios, se encuentran las tumbas, a la izquierda (siempre de frente a la tumba de Huerta) de Mary Katherine Kircher, que sólo tiene la fecha de fallecimiento: 1921; y a la derecha la de Katherine E. Gifford, con la inscripción 1865-1952. En otra fila y más al frente se localizan las tumbas de Charles Edmund, 1873-1954 y de Felice McCollum, 1883-1956.
En la tumba del general de División Victoriano Huerta, no hay ningún indicio de que en algún momento alguien haya llevado algunas flores o veladoras, como se acostumbra en la cultura mexicana. Se podría decir que está sola y abandonada; sólo acompañada por el polvo que por toneladas se acumula en este lugar, que si bien es un sitio limpio y tranquilo, está muy lejos de parecerse a aquellos panteones estadounidenses con su césped bien cortado, uno que otro árbol y una lápida sencilla, pero igual para todos los que son enterrados ahí.
Aquí las diferencias son notables, que seguramente tienen que ver con su pasado y la importancia que tuvo en algún momento dentro de la comunidad paseña. Hay pues, de muertos a muertos.
El Chacal que gobernó México
Le decían El Chacal por la brutalidad con que asesinaba o se deshacía de quienes consideraba le estorbaban en sus propósitos. Era conocido por su gusto por el coñac y la mariguana (ésta era legal en aquellos años) y su sed de poder lo llevó a obtener casi todo cuanto quiso, como su anhelo de ser presidente de la República, lo que consiguió sin que le importara traicionar a don Francisco I. Madero, quien ciegamente confiaba en él para defender Palacio Nacional, y por tanto, su gobierno.
Y así como anheló con ansias el poder, así también lo perdió rápidamente. Solo, perseguido, a salto de mata y sin la gloria que soñó para sí en algún momento, Victoriano Huerta pasaría a la historia de nuestro país como el gran “traidor de la patria”, al no dudar ni un segundo en ordenar los asesinatos del presidente Francisco I. Madero y su vicepresidente Pino Suárez.
Sólo le bastaron 45 minutos para conquistar el poder en México, luego de que, al asesinato de Madero, el Congreso designara presidente interino al entonces secretario de Relaciones Exteriores, Pedro Lascuráin, quien ya como mandatario y como parte de la traición pactada, procedió a nombrar secretario de Gobernación a Huerta. Menos de una hora después de asumir el poder, Lascuráin renuncia y deja su lugar para que el famoso Chacal se convirtiera en presidente de México, el 19 de febrero de 1913.
Así como subió, su derrumbe fue vertiginoso. Su afición por el alcohol y la mariguana, pronto le pasaron la factura, y para el 15 de julio de 1914, 17 meses después de haber usurpado el poder, tuvo que renunciar y comenzar su periplo por buena parte del mundo.
Cosas de la vida. Años atrás le había correspondido escoltar al dictador Porfirio Díaz en su viaje de la Ciudad de México a Veracruz, y de ahí al destierro. Ahora la historia se repetía en su persona y era él quien partía al destierro: Veracruz-La Habana-Barcelona. Estuvo un tiempo en Inglaterra, luego regresó a América y se estableció en Nueva York para de ahí llegar a estas tierras, donde anduvo a salto de mata, hasta que fue detenido y encarcelado en Fort Bliss.
Así, tras su paso por la historia como uno de los más grandes traidores que recuerde nuestro país, Victoriano Huerta sufre las consecuencias de su gusto por el coñac y muere el 13 de enero de 1916.
Sus restos fueron sepultados en un principio en otro de los cementerios emblemáticos de El Paso, Texas, el Concordia, donde reposan lo mismo masones, que los fundadores de aquella ciudad, veteranos de la primera y segunda guerras mundiales, así como de Vietnam y Corea y otros ciudadanos.
Por lo pronto, don Victoriano ya va casi para 100 años de muerto y sigue aquí en el cementerio Evergreen, en el Paso, Texas; mientras que su rival, aquel diminuto hombre a quien mandó asesinar, don Francisco I. Madero descansa en el panteón de los héroes nacionales, con toda la gloria que aquél llegará a soñar algún día para él, pero que nunca consiguió.
De acuerdo con Paco Ignacio Taibo, Victoriano Huerta tuvo 11 hijos, pero al momento de morir sólo le sobrevivían ocho: Jorge, María Elisa, Víctor, Luz, Elena, Dagoberto, Eva y Celia, según se reportó en el obituario que publica en su momento El Paso Times.
Al igual que Porfirio Díaz, otro dictador mexicano enterrado en el cementerio Montparnasse en París, Francia, el último deseo de Huerta fue ser sepultado en México, pero a ninguno de los dos se les ha cumplido. La diferencia es que al primero, sus descendientes llevan a cabo una discreta, pero constante presión para que sus restos sean repatriados a México, mientras que en el caso del segundo, no se tiene noticia de que sus descendientes realicen trámite o petición alguna al respecto.
En la tumba del general de División Victoriano Huerta, como dijimos antes, no hay indicios de flores o veladoras, no hay rastros de que alguno de sus familiares lo visite. Aquí no hay nada de eso. Sólo existe una placa de la Comisión de Historia de Texas, que nos recuerda que en esa tumba yace el único expresidente extranjero enterrado en El Paso, Texas: Victoriano Huerta, uno de los hombres más sanguinarios que haya gobernado México.
Y a casi 100 años de su muerte, así terminó su historia: sin flores, solo y lleno de polvo en el panteón del olvido.
[1] De acuerdo con el sitilo Wikipedia, parece haber conflicto sobre el apellido materno, ya que aparece como Ortega en la obra de Fernando Orozco Linares, así como en algunos sitios del gobierno. Pero el sitio oficial de Colotlán, Jalisco, así como los registros de bautismo y matrimonio, según microfilmados de la Sociedad de Genealogía de Utah, igual que el certificado de su muerte del Estado de Texas, muestran que su madre se llamaba María Lázara del Refugio Márquez. http://es.wikipedia.org/wiki/Victoriano_Huerta
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Las fotos que acompañarían este reportaje no aparecen.
Quedaron borradas las fotos anteriores a 2014 por el ataque masivo que tuvimos la semana pasada. Esperamos recuperarlas…