La segunda temporada de los videoescándalos

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Por Jenaro Villamil

Con una regularidad tan obvia como predecibles son los actores y las circunstancias que los orillaron, en este abril de 2017 comenzó a repetirse el guión de aquellos videoescándalos protagonizados por Carlos Ahumada y sus socios del poder en marzo de 2004 en contra de Andrés Manuel López Obrador, entonces jefe de Gobierno capitalino.

Como en aquella ocasión, se trata de “filtrar” un video con entrega de recursos en efectivo para generar un alto impacto emocional: en 2004 fue vía René Bejarano, entonces cercano al jefe de Gobierno capitalino, a quien se le vio en el bochornoso episodio de las ligas; en este 2017 encontraron a una imberbe candidata a alcaldesa de Las Choapas, Veracruz, Eva Cadena, que pide una bolsa para recibir 500 mil pesos y reiterar que se los entregará a López Obrador, como dicta el guión.

En 2004 aquellos videoescándalos generaron un gran impacto mediático al ser divulgados en el entonces Canal 2 de la otrora todopoderosa Televisa; ahora utilizan a El Universal, el mismo periódico que ha filtrado varios escándalos a modo (caso Ricardo Anaya), llamadas telefónicas que forman parte de un expediente y violan la privacidad (recuérdese el caso de Kate del Castillo y sus mensajes con El Chapo Guzmán) y, sobre todo, bajo la batuta de la Secretaría de Gobernación, cuyo titular es juez y parte en esta contienda sucesoria.

Hasta los astros del firmamento del escándalo comenzaron a alinearse: Diego Fernández de Cevallos, el jefe de las mil batallas en contra de López Obrador, apareció de nuevo para decir que seguramente el dirigente de Morena recibió “miles de millones de pesos” de Javier Duarte, a quien no le reclaman los miles de millones de pesos que sí desvió para la campaña de Enrique Peña Nieto en el 2012 y de varios aspirantes priistas; Carlos Salinas de Gortari volvió a hacer su aparición triunfal y, en ronda de medios, con el pretexto de su nuevo opúsculo sobre Cuba y las “cátedras ficción” sobre las “tres íes” que le faltan a los políticos mexicanos; Felipe Calderón, en patético papel de desmemoriado, reparte culpas y sanciones a otros vía Twitter, ignorando que él mismo promovió como presidente de la República la impunidad de muchos priistas y la narcocleptocracia actual.

Nuevos actores en este escenario son Miguel Ángel Yunes, maestro en las artes sucias de la política mexicana que él conoce como pocos; y el incontinente líder del PRI, Enrique Ochoa Reza, a quien ya las redes bautizaron como el “rey de los taxistas” y pide candorosamente la renuncia de López Obrador sin atenerse a la enorme cola de exgobernadores y actuales mandatarios priistas acusados de robo al erario. Tan sólo por mencionar un dato: las irregularidades documentadas por la Auditoría Superior de la Federación en el peñismo suman 700 expedientes y más de 80% involucran a gobiernos del PRI y funcionarios del gobierno federal.

La diferencia sustancial entre 2004 y 2017 es el escenario del Estado de México y la suma de auténticos escándalos de sobornos (OHL y Odebrecht) que involucran a la administración de Calderón y de Peña Nieto, de narcolavadores y exgobernadores que están siendo perseguidos no por videoastas sino por tribunales de Estados Unidos (Edgar Veytia, Tomás Yarrington y Eugenio Hernández), así como la cloaca destapada alrededor de Javier Duarte.

En 2004 la fallida alternancia aún le daba oxígeno a un sistema político decadente, pero en 2017 cualquier otro expediente es mucho más grave que la señora Eva Cadena en el iluso papel de Western Union de la corrupción.

La decadencia de los 18 años de danzas impunes entre el PAN y el PRI le han costado al país, a la economía, al sistema, al erario, a la credibilidad, y han dejado miles de víctimas de una narcoviolencia que rara vez afecta a los poderosos y aún hay quienes piensan que todo es obra del discurso “populista” y “mesiánico” de López Obrador y del partido Morena, y no el saldo lógico de tantos años de raterías impunes.

La insistencia del discurso de ahora, como en 2004, es que López Obrador no es un político diferente y es igual de corrupto que los otros. El peligro real es que Morena está ahora encabezando las preferencias electorales por diferenciación con los autores de esta debacle y se ha vuelto un referente tan poroso como fácil de ser penetrado por el reinado del dinero para buscar el poder.

Tiene razón López Obrador al comparar este episodio con los intentos anteriores, pero no puede minimizar él ni los otros dirigentes de Morena que este episodio es una alerta clara de lo que ocurre cuando el pragmatismo se impone en el terreno electoral.

El problema no es sólo un “complot de la mafia del poder” sino la persistencia de un sistema que arrastra a sus actores y dirigentes a buscar el dinero por la vía que sea para ganar en las urnas. El fin no justifica los medios. Menos en las circunstancias actuales de la política mexicana.

El videoescándalo de Eva Cadena ocurre también en vísperas del primer debate oficial entre los principales candidatos a gobernador en el Estado de México, donde el aspirante del PRI, Alfredo del Mazo Maza, que tiene el récord de acaparar el mayor monto de gastos (123 millones de pesos) de los 250 millones que autorizó la autoridad electoral, y que ni así ha podido remontar en las preferencias.

El riesgo mayúsculo de que el PRI, el peñismo y el grupo Atlacomulco pierdan el poder en “su madriguera” (López Obrador dixit) es tan real como sintomático de los escenarios futuros para evitar un fenómeno similar.

El periódico Reforma publicó este martes 25 que el candidato del PRI, Verde, Panal y Encuentro Social prácticamente está empatado con la candidata de Morena, Delfina Gómez, con 28-29% de las preferencias electorales, aunque la exalcaldesa de Texcoco es la que menos gasto ha registrado: 29.1 millones de pesos.

En tercer sitio se encuentra la candidata del PAN, Josefina Vázquez Mota, con un 25-22% de las preferencias y un gasto de 43 millones de pesos de los recursos oficiales, hasta el momento. Según la encuesta de Reforma, la excandidata presidencial del PAN registró un descenso de 3 puntos respecto de marzo.

El aspirante del PRD, Juan Manuel Zepeda, creció 3 puntos porcentuales, pero se ubica en 17-15%, y su nivel de gastos es de 37.5 millones de pesos, de acuerdo con las cifras oficiales.

El aspirante priista Alfredo del Mazo no ha podido remontar ante un estado de ánimo social que en 94% opina que “las cosas en el Estado de México deben cambiar” y un 85% está en contra de la frase “es mejor que las cosas en el estado sigan como están”. El 78% consideró que debe haber un cambio de partido en el gobierno.

El nivel de violencia e inseguridad entre enero y marzo de 2017 creció también en el Estado de México, según las cifras oficiales. Se registraron 555 asesinatos, 48 secuestros y 250 extorsiones, una muestra clarísima de dónde está la verdadera derrota del modelo peñista-eruvielista.

Sin embargo, el último recurso del método priista también está presente para retener a toda costa el Estado de México. La encuesta de Reforma revela que 40% de los mil electores consultados definen su estado de ánimo con la palabra “miedo”, el 29% con “enojo”, 15% con “optimismo” y sólo 13% se dice tranquilo.

La segunda temporada de videoescándalos resultó una comedia en comparación con la primera, pero es también un aviso de que pueden aplicar todas las tácticas del miedo que este sistema político aún mantiene. Lo vimos con el gasolinazo. Lo pueden aplicar después del debate de este martes.

Ojalá y todo fuera un espectáculo de Netflix o una mala serie de Televisa. Son los estertores de un sistema que se derrumba.

Fuente: Homozapping

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