La prisa de unos, la desgracia de todos

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Por Alejandro Páez Varela

La vida siempre tiene prisa. Hace 24 horas que las banderas del PRI ondeaban sobre cada rincón del país, y hace 20 que Cuauhtémoc Cárdenas ponía a temblar al sistema político mexicano. Hace 16 horas que una erupción tímida desde Chihuahua sacudía a los priistas y hace 15 que Ernesto Ruffo Appel ganaba la primera gubernatura, Baja California, para la oposición. Hace ocho horas que Vicente Fox Quesada arrebataba la presidencia de la República al partidazo y hace apenas unos minutos que el PRI la volvió a ganar.

Y en el camino, puras traiciones. Unos a otros: traiciones. Cambios de bando, de ideologías, de partidos, de objetivos. Traición tras traición y mientras, los pobres siguieron siendo pobres y las reformas “estructurales”, vendidas con millones de pesos en publicidad, mostraron su rotundo fracaso. Promesas y promesas: sacaremos a la economía del abismo, la prioridad son los pobres, la clase media tiene que resurgir, defenderé la democracia como un perro, para vivir mejor, la solución son ustedes.

La vida tiene prisa, pero sobre todo para los que esperan. Los que vieron, hace 30 años, los primeros brotes de insurrección contra el PRI, ahora pintan canas. Los padres de familia que creían que con mayor competencia política por fin vendría la justicia social, ahora son abuelos. Los que juraban que la llegada de Fox significaría un cambio para bien, rumian su propia desgracia.

Pero Carlos Slim Helú ahora es millones de veces más rico que hace 24 horas. Carlos Salinas de Gortari está de regreso en el poder. Los pobres (de acuerdo con Coneval) son muchos y la economía suma 30 años de estancamiento (según el mismo Secretario de Hacienda, Luis Videgaray).

Ahora nos venden que “hay prisa” con las nuevas reformas. Y las reformas, implican que nosotros, usted y yo y el resto de los ciudadanos, paguemos más. Que les demos más impuestos y que les entreguemos el petróleo ya, ahora mismo, de inmediato, sin preguntar y sin opinar.

Ah, tiznao, ¿y como por qué? ¿Más impuestos? ¿Darles el petróleo? ¿Ahora mismo, ya, de inmediato, sin preguntar, sin opinar?

Jodidos estamos, mexicanos, si se los aprobamos ya, ahora mismo, de inmediato, sin preguntar y sin opinar.

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Claro que quiero pagar impuestos. Y no sólo quiero: lo hago. Me sale caro y ni modo: este año, fuera de mis aportaciones regulares como empleado, le di al Estado mexicano y a mi contadora más dinero del que me metí a la bolsa por esa vía. Es decir: sólo por tener recibos a la mano y estar dado de alta, pago. Y mi pago es mayor a lo que ingreso.

Eso no tendría ninguna importancia, digamos. Mientras tenga los huesos fuertes y la mente clara, lo haré. Lo he hecho durante 25 años consecutivos desde distintos empleos. He aportado, peso tras peso, lo que me corresponde. No me quejo. No lloriqueo.

Lo que es terrible es pagar y que te roben. Cada vez que un funcionario público no hace su trabajo, nos roba. Cada vez que usa su puesto para corromper a otros o para dejarse sobornar, nos roba. Cada vez que incumplen una promesa, nos roban. Cada una de las ocasiones en donde operan los intereses de grupo y no los nacionales, nos roban. Cada vez que llegan al poder comprando votos con despensas o con chequeras, nos roban. Uso otra vez esa palabra, en pleno uso de mi derecho a recurrir al español para hablar con propiedad: esas son fregaderas.

Y de que nos roban, nos roban: una parte importante de lo que aporto y aportamos se va a los bolsillos de alguien más. Allí están los indicadores de corrupción: México –según la última medición publicada por Maplecroft– está entre los cuatro países de América Latina más corruptos. Y es uno de los líderes mundiales en ese deshonroso ranking.

Pero no necesitamos, como mexicanos, indicador alguno. Lo vivimos a diario: nos roban Carlos Romero Deschamps, el ex “niño verde” Emilio González, los partidos-satélite como Nueva Alianza o “Partido” “Verde” “Ecologista” (sí, las tres palabras entre comillas). Nos robó Elba Esther Gordillo y ahora nos roba Juan Díaz de la Torre, el nuevo dirigente sindical de los maestros. Nos roban los que crean políticas públicas para beneficiar a otros; nos roban las megaempresas que tienen impuestos especiales. Nos roban los ex presidentes, que cobran millones de pesos anuales a pesar de que han hecho esta hermosa Nación, sexenio tras sexenio, más inviable para un alto porcentaje de mexicanos que vive en la miseria. Nos roban los policías que cometen secuestros, los que asaltan, los que trabajan con las mafias. Nos roban los diputados y senadores que sólo van a levantar el dedo a las sesiones. Nos roban los jueces cuando les pagamos para impartir justicia y dictan lo que les ordenan quienes les pagan mordida.

Todo mundo nos hinca el diente: Carlos Slim, los bancos, todos. Y además, el gobierno. Le arrebatan a uno el dinero de las manos. Y quieren más, ahora mismo, de inmediato, sin preguntar y sin opinar.

Hay que pagar impuestos porque si yo no pago, ¿quién sí lo hará? El problema es lo que hacen con nuestro dinero. El problema es que le pagamos a nuestros políticos sus aviones, sus fiestas y las de sus hijos, sus trajes, sus mansiones. Les pagamos para que nos escupan con menosprecio. ¿Más impuestos? ¿Todo el petróleo y ahora mismo, de inmediato, sin preguntar y sin opinar?

Por eso, por primera vez en muchos años coincido con el PAN: que el Congreso NO apruebe ninguna de las reformas de Enrique Peña Nieto si primero no se impone una Reforma Político-Electoral que le amarre las uñas a los gobernadores y a todos aquellos que se sirven de sus cargos con un solo objetivo: robar más.

Y coincido con Cuauhtémoc Cárdenas, con Marcelo Ebrard y con Andrés Manuel López Obrador en que el petróleo es de todos y mínimo, mínimo se requiere de una Consulta Nacional para saber qué vamos a hacer con este recurso.

Porque la vida siempre tiene prisa, sí.

Pero en México, la prisa de unos es la desgracia de todos los demás.

Una y otra vez les hemos dado todo en cuanto lo han pedido. Todo. Porque “el país no puede esperar más” y bla, bla, bla.

¿También ahora les vamos a dar todo, ya, de inmediato, sin preguntar, sin opinar? No me parece, ciudadanos. De verdad, simplemente no me parece.

Y recurro al buen español, al que usamos los mexicanos a diario: si a pesar de todo lo que nos han hecho los dejamos disponer de nuestro dinero y nuestro petróleo sin siquiera tomar la palabra, estamos de la fregada.

Fuente: Sin Embargo

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