Por Jenaro Villamil
Tiene razón el escritor Fabrizio Mejía en su comentario en Twitter: La noche de Iguala, estrenada este fin de semana, no es un “docudrama” ni una “docufarsa”. Es un “Procu-drama”. Es un relato de ficción realizado bajo encargo y promoción de la Procuraduría General de la República (PGR), pero sin mencionarlo explícitamente.
La obra pretende instalar en un sector de la opinión pública la tesis de que la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa y lo sucedido la larga noche del 26 y 27 de septiembre de 2014 fue resultado de una disputa entre dos cárteles por la ruta de la heroína en Guerrero: Los Rojos y Los Guerreros Unidos.
Constituye la tesis oficial de siempre desde el inicio de la guerra contra el narcotráfico: los “malos” se matan entre ellos; los “desechables” son carne de cañón en esta disputa, y los derechos humanos son secundarios frente a esta espiral de violencia. En el pleito de los cárteles, las autoridades policiacas y militares sólo observan o son cómplices en sus niveles más bajos, municipales. Ninguna referencia o reflexión al delito de desapariciones forzadas.
Sin mayor prueba que la misma “verdad histórica” de la PGR, el documental dirigido por Raúl Quintanilla y con guión de Jorge Fernández Menéndez deduce que el director de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, José Luis Hernández Rivera, está coludido con Los Rojos y que recibió dinero para que 17 presuntos integrantes de este cártel se infiltraran con los estudiantes en los camiones.
La “tesis” es similar como una gota de agua con la que defiende desde noviembre del año pasado el director de la Agencia de Investigación Criminal (AIC) de la PGR, Tomás Zerón de Lucio, el mismo personaje que indujo y condujo las investigaciones que dieron origen a la nefasta frase de “verdad histórica” de Jesús Murillo Karam.
Zerón de Lucio no es un personaje cualquiera en la sobreviviente estructura murillista de la PGR. Es el “hombre de Peña Nieto” en la Procuraduría y un intocable que se ha mantenido, contra viento y marea, a pesar del naufragio documentado de esa “verdad histórica”, tras el Informe Ayotzinapa que dieron a conocer los investigadores del GIEI de la CIDH.
Zerón de Lucio mantiene una relación de amistad con Quintanilla y con Fernández Menéndez. El vínculo está en El Ajusco y, específicamente, en TV Azteca, en donde colabora Jorge Fernández Menéndez y en donde Quintanilla trabaja como director de Formación Actoral de TV Azteca, según confiaron fuentes de la propia PGR.
La noche de Iguala no se trata de un ejercicio de libertad creativa o de libertad de expresión. Es la defensa y “recreación” de las conclusiones que Zerón de Lucio ha impuesto al interior del gobierno federal, a pesar de la profunda irritación social que ha generado esta “verdad histórica” y del evidente desprecio y menosprecio por los sobrevivientes de la tragedia y los familiares de los 43 jóvenes desaparecidos.
No es casual que el jefe de la AIC –heredera directa de la estructura de la Policía Judicial Federal (PJF) y de la Agencia Federal de Investigaciones (AFI)– pretenda utilizar el recurso fílmico o mediático.
Su exjefe Genaro García Luna, secretario de Seguridad Pública federal en el sexenio anterior, lo utilizó de manera intensa a través de montajes y teleseries sin pena ni gloria durante el gobierno de Felipe Calderón, para justificar la versión exitosa de una “guerra contra el narcotráfico” que fragmentó y multiplicó los frentes de violencia criminal en el país.
Zerón de Lucio trabajó como coordinador de Investigación y Análisis de la Procuraduría General de Justicia del Estado de México (PGJEM), donde conoció a Peña Nieto y su grupo. Fue parte del equipo que “investigó” el drama de la niña Paulette (otro caso de imposición de una “verdad” ministerial fuera de lógica y credibilidad) y se cubrió de gloria política con la detención de los involucrados en el caso Heaven.
Quienes conocen su relación con Peña Nieto confirman que Tomás Zerón era el candidato presidencial a sustituir a Murillo Karam al frente de la PGR. Se lo impidió el requisito de ser abogado de profesión.
Ahora Zerón es el “hombre fuerte” para la búsqueda de Joaquín El Chapo Guzmán, en trabajo conjunto con las cinco agencias policiacas y de inteligencia más importantes de Estados Unidos: DEA, FBI, ICE, ATF y el Departamento de Justicia), según publicó el reportero Jorge Carrasco en Proceso, a partir de una reunión donde Zerón aparece en una fotografía conjunta con los representantes de estas agencias norteamericanas.
Sin embargo, su talón de Aquiles es el expediente de Ayotzinapa y la versión de la incineración en el basurero de Cocula. Tomás Zerón ha desacreditado los resultados de los expertos y ha intensificado su gestión mediática para defender su versión del basurero de Cocula.
No es extraño el enorme enojo que ha provocado entre activistas, familiares y estudiantes de Ayotzinapa el intento de reinventar la “verdad histórica” ahora en una versión fílmica. Desde antes de que se exhibiera en cines, al productor y director se le advirtió que era un mal momento para estrenar una obra que constituye más una provocación que un intento periodístico de abordar la tragedia.
Omar García, estudiante sobreviviente de esa noche de Iguala, encabezó las protestas contra el documental y advirtió:
“Nosotros no somos partes del crimen organizado, lo hemos dicho miles de veces. Y el director de la escuela no tiene nada que ver”.
Además, advirtió Omar García, La noche de Iguala viola la Ley General de Víctimas que, en uno de sus artículos centrales establece:
“Ninguna autoridad o particular podrá especular públicamente sobre la pertenencia de las víctimas al crimen organizado o su vinculación con alguna actividad delictiva. La estigmatización, el prejuicio y las consideraciones de tipo subjetivo deben evitarse”.
Los defensores de la exhibición del documental, en su mayoría comentaristas del consenso gubernamental que repiten el mismo guión en sus programas de radio y televisión, defienden la seriedad del trabajo de Fernández Menéndez, la libertad de expresión y condenan la “intolerancia” de las izquierdas, como si se tratara de un asunto de geometrías políticas y no de elemental justicia.
No es necesario llamar a ningún boicot. La noche de Iguala no le ha gustado a quienes han ido a verla y tampoco representa un fenómeno similar al del Crimen del padre Amaro, por la sencilla razón de que no hubo intento de censura por parte de las autoridades gubernamentales ni eclesiásticas, como sí ocurrió con el filme que recreaba una ficción con guión de Vicente Leñero.
La noche de Iguala es otro intento fallido por criminalizar a las víctimas y justificar como “lucha entre cárteles” lo que constituye una de las tragedias más vergonzosas para la civilización mexicana.
Twitter: @JenaroVillamil
Fuente: www.homozapping.com.mx