La necesaria muerte del PRD

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Por Sanjuana Martínez

Cuando un partido político traiciona sus principios, se desvía de su objetivo original, ignora las criticas para corregir y comete errores de manera constante, su destino manifiesto es la autodesaparición.

Si Heberto Castillo levantará la cabeza de la tumba se revolcaría al ver en lo que se ha convertido el PRD, un partido que nació con firmes ideales de izquierda, convertido ahora en un esperpento político vinculado al poder gubernamental.

A veces, el humanitario uso de la eutanasia está más que justificado para acelerar la muerte de este tipo de partidos. Se trata de evitar más dolor y sufrimiento a quienes padecen las consecuencias de su agónica existencia.

El Partido de la Revolución Democrática (PRD), en cuya fundación el 5 de mayo de 1989 se especificaba que sería un partido con una ideología política de izquierda, ha cambiado radicalmente, se ha alejado de sus principios básicos. Y merece la eutanasia.

Los fundadores eran de la Corriente Democrática del PRI y tuvieron la gran idea de fusionarse con organizaciones de la izquierda mexicana. En su nacimiento, el PRD generó grandes ilusiones. Antes de llamarse así se denominó el Partido Mexicano Socialista (PMS) y aglutinaba 6 fuerzas políticas de la histórica izquierda: el Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT), Partido Socialista Unificado de México (PSUM), Partido Patriótico Revolucionario (PPR), Movimiento Revolucionario del Pueblo (MRP), Unión de la Izquierda Comunista (UIC); y después una parte de la militancia del Partido Socialista de los Trabajadores (PST).

Del nacimiento al momento actual, surge la primera pregunta. ¿Qué le queda de izquierda al PRD? Nada o casi nada. Es un partido que participó abiertamente en el Pacto por México traicionando a su propio electorado al unirse a las políticas neoliberales representadas magistralmente en las reformas de Enrique Peña Nieto.

El increíble capital político obtenido en las últimas elecciones gracias al Movimiento Progresista fue echado por la borda por los actuales dirigentes del PRD inscritos en la corriente de los Chuchos controlada por Jesús Ortega, Jesús Zambrano y Carlos Navarrete.

El PRD debería ser excluido de la Internacional Socialista. Dejo de ser de izquierda cuando abandonó el ideal socialdemócrata y le dio la espalda a las causas más humildes, a la justicia social, al combate a la pobreza y la endémica desigualdad.

El proyecto de los Chuchos ha terminado por destruir al PRD. En su afán por ganar gubernaturas, alcaldías y puestos de elección popular, se olvidó de analizar de manera fehaciente los perfiles de los candidatos.

Para los Chuchos lo más importante es que dichos candidatos sean amigos, compadres, ahijados, conocidos de los jefes. El único mérito exigido para convertirse en candidato perredista bajo su mandato era el estar bien colocado, con palancas y por supuesto, con suficiente dinero para comprar voluntades y repartir prebendas. La descomposición del PRD empezó hace años con Jesús Ortega a la cabeza, el Chucho mayor, quien aún controla tras bambalinas los hilos del partido. Fue él quien empezó con las luchas caudillistas por encima de los principios ideológicos. En el PRD de los Chuchos se hace lo que Ortega dice y si no, allí está la puerta o el ostracismo para sus adversarios de partido.

El PRD fue construyendo sus propios caudillos por encima de objetivos de partido. El propio Cuauhtémoc Cárdenas sigue aspirando a la presidencia sin haber superado la caída del sistema. Su menguado liderazgo ya no contiene ni la más mínima crisis interna, ni mucho menos, los vendavales actuales generados en Guerrero por los perredistas narcopolíticos.

El odio entre ellos terminó por consumir al PRD. Cuauhtémoc no se lleva con Andrés Manuel, Jesús Ortega tampoco tiene buenas relaciones con ambos; Navarrete no soporta a René Bejarano y Zambrano a ninguno de los anteriores, aunque en el fondo todos llevan una relación diplomática envidiable en la carrera por obtener el hueso mayor. Bendita izquierda. Siempre dividida. Todos quieren ser generales, capitanes, jefes. En fin, que las luchas de poder interno fueron calcinando los verdaderos objetivos del partido.

La rubrica ideológica del PRD desapareció. Y como mejor ejemplo allí está Guerrero. Los invitó a visitar Guerrero, fuera de Acapulco o Zihuatanejo. Hay vivir, sentir, pensar, reflexionar la miseria extrema de ese estado, un estado eminentemente de “izquierda” que a pesar de ser un feudo perredista nunca disminuyó la desigualdad económica histórica en la que han vivido durante décadas.

En Guerrero el PRD se mimetizó con el PRI y con lo peor de la política. Se olvidó de combatir la corrupción. Prefirió ser parte de ella, robar a manos llenas, aceptar dinero sucio para sus campañas. Hizo suyo el lema: “el fin justifica los medios” y sus dirigentes se enriquecieron sin pudor. Los Chuchos mayores y menores sabían lo que pasaba en Guerrero, siempre lo supieron, pero al fin y al cabo, esos narcopolíticos eran parte de su gente, de su corriente, de su tribu, de su mafioso grupo. Todos se beneficiaron del cochinero, hasta que les explotó la bomba.

El PRD merece morir. No se cuando dejará de existir. Para ello se requiere un análisis crítico de sus tribus, una autoexploración sincera y honesta, dos elementos casi ausentes en sus filas. Tal vez por eso su agonía se prolongue durante varios años más. Pero al final, estoy segura que su destino será dejar de existir. Me avergüenza como mexicana que la izquierda este representada por un partido en plena descomposición con vicios que generan y generarán más podredumbre y consecuencias nauseabundas como la de Iguala y Ayotzinapa.

Con las cenizas del PRD podría nacer un nuevo proyecto, aglutinando como en su origen, a otras organizaciones con fundamentos sólidos y principios inquebrantables y duraderos. Seremos nosotros los electores quienes tengamos la última palabra.

Lo cierto es que, los mexicanos de izquierda, las mujeres y los hombres progresistas con ideales forjados en la libertad, la igualdad y la fraternidad, hemos quedado en la orfandad. Si el PRD se mantiene sostenido en la omertá, (ley del silencio, un código de honor de la mafia siciliana) sin democracia interna, seguramente, ningún ciudadano de izquierda verdadera volverá a votar por el PRD de los Chuchos. Ese será su castigo. Y su próximo final.

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Fuente: Sin Embargo

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