La democracia mexicana y el desarrollo de un país moderno, no se puede entender sin la activa presencia de la mujer sin importar distinción alguna, en este sentido va la siguiente reflexión, pero también como llamada de atención a un mundo masculino que como están las cosas, en mucho ha fallado.
La mujer mexicana, ha transitado por una serie de situaciones difíciles, la historia lo ha demostrado una y otra vez, ser mujer en México conlleva sacrificios, invisibilidad, maltratos, incomprensión, incluso denigrar el rol de madre. Ser mujer en un país donde su identidad se construye a costa en ocasiones de una marginación premeditada, fue una desgracia mayúscula. Aún así, la tragedia de ser mujer se fue convirtiendo en una esperanza: en soñar con libertad, igualdad ante el hombre, o la posibilidad de irse educando para colaborar con un proyecto de nación paradójicamente masculinizado.
Actualmente, el país recorre por una senda algo inquietante, aún no se resuelven varios problemas que se plantearon hace años, concretamente la situación de la mujer indígena, que sumida en sus tradicionalismos y pobreza, refleja todavía un pasado excluyente y primitivo. Más allá de las culturas y las idiosincrasias, hay algo pendiente en este renglón socio-histórico. De la misma forma, la violencia contra la mujer sigue su lamentable curso, es el caso concreto de la violencia contra las mujeres en Ciudad Juárez, inaudita patología social donde han sido dilapidadas física y simbólicamente, sin que hasta el momento existan soluciones específicas que terminen con tal ignominia.
Hay pendientes en la educación, en la política, la empresa, en las Fuerzas Armadas que hasta hace poco incluyen a las mujeres en la carrera de las armas. Entonces, el país necesita una buena dosis de políticas de toda índole donde las mujeres puedan alcanzar su desarrollo y ambiciones personales, como parte de una democracia plena.
En tiempos electorales, rescatar una identidad femenina nacionalista, sería importante en momentos en que todo se ha globalizado, para bien en ocasiones de intereses no precisamente constructivos, es decir, es clave fomentar una identidad femenina que prosiga con los valores de una feminidad moderna, pero dentro de una serie de valores mexicanos, una amalgama entre lo mejor de la modernidad ( en términos de ciudadanía, participación, educación, salud) pero sin olvidar los valores de una tradición mexicanista (honestidad, amor por sí misma, apego a la familia). Pues la globalización también ha enajenado a la mujer como al hombre.
La mujer hoy en día es un actor imprescindible en la sociedad actual, su presencia se ha consolidado paulatinamente, por otro lado, ha tomado la batuta en varios problemas donde el hombre no precisamente se ha destacado: es gestora en los barrios pobres, es lideresa mientras el hombre va en busca del sustento diario, es madre soltera, mujer que ha decidido hacer uso de su maternidad con valentía y amor, es una obrera que produce estándares de calidad sumamente rigurosos aún cuando su vida carece de calidad. Incluso es policía y curiosamente, muchas no se han dejado corromper. También es política, artista, intelectual, profesionista, ante todo es madre y trabajadora de su hogar, sin sueldo, sin servicio médico, sencillamente procurando dar amor y responsabilidad en aras de una familia consolidada y funcional.
En tiempos electorales es importante que haya una candidata presidencial mujer, más allá de las simpatías a su partido, esto permitirá abrir más espacios participativos en la política mexicana, fuera de la demagógica cuota de género.
En Ciudad Juárez, las mujeres han dado bastante, si hacemos un recuento, su heroicidad está comprobadísima, luchadoras sociales, activistas de derechos humanos, trabajadoras, ¿a qué hombre le gustaría ocupar ese lugar?, dudo que muchos lo quisieran.