Por José Gil Olmos
La violencia que vive nuestro país, producto del crimen organizado y sus cómplices en los tres niveles de gobierno, ha dado lugar al enunciado “mexicanización”, como en otro tiempo se usó el de “colombianización” para describir el crecimiento del narcotráfico en distintas naciones.
Ahora, cuando el Papa Francisco utilizó el término para advertir sobre el peligro de un fenómeno similar en Argentina, quien levantó las cejas y reaccionó con enojo no fue la sociedad mexicana, sino el gobierno de Enrique Peña Nieto, que se sitió perjudicado en su imagen e implícitamente asumió su culpa en esta imparable barbarie.
Quizá muchos piensen que Jorge Bergoglio no tiene mucha autoridad para hablar del narcotráfico y la violencia en México, porque el Estado Vaticano, a lo largo de su historia, ha sido culpable de miles de muertes y recientemente algunos de sus miembros han estado involucrados en tráfico de cocaína, lavado de dinero y corrupción.
Pero en lo que no se puede estar en desacuerdo es en el uso del término “mexicanización” para referirse a la espiral de violencia producto del crimen organizado y el fracaso del gobierno para combatirlo desde sus raíces.
Tampoco estarán en desacuerdo que al utilizar ese enunciado, lo que el Papa refleja es que así se ve México en el escenario internacional.
Corrupción, impunidad e injusticia son tres de los principales elementos que los gobiernos del PAN, PRI y PRD, esencialmente, han dejado que aceiten la maquinaria política mexicana, con lo que han permitido el crecimiento y evolución del narcotráfico hasta convertirse en crimen organizado, y gobierno en algunas regiones del país.
Los indicadores internacionales no pueden ocultarse: México está entre los países con mayor atraso educativo y los más corruptos; entre los más pobres y con mayor violencia; entre los de mayor índice de desempleo y más inseguros. En fin, ocupa los primeros niveles entre las naciones más peligrosas para visitar y también para ejercer el periodismo.
Y de ninguna manera se puede ocultar la muerte de más de 100 mil personas en los últimos ocho años, la desaparición de más de 20 mil y los enfrentamientos en distintos lugares del país como expresión de una guerra no convencional que no se acaba, a pesar de la intención oficial de maquillar el rostro ensangrentado con la ayuda de las televisoras y medios a modo.
Detrás de la expresión “mexicanizar” está la muerte, violencia, terror, crimen organizado, corrupción, ejecuciones, desapariciones y desplazamiento que sufren miles de familias mexicanas por esta guerra absurda que el gobierno de Peña Nieto heredó del panista Felipe Calderón y que continúa sin tener una estrategia humanista o social.
Pero también está la irresponsabilidad de gobiernos como el de Estados Unidos, que desde Washington dicta la estrategia militar en los países productores y comercializadores de enervantes, mientras su población aumenta el consumo de drogas y los dueños de los bancos y el sistema financiero se enriquecen con el lavado de millones de dólares ensangrentados con los miles de muertos de México, Colombia, Perú, Bolivia, Honduras, Brasil, Argentina, El Salvador y los países de Oriente y Medio Oriente.
“Mexicanizar” no es entonces una ofensa, sino la descripción de una realidad de la que sí deberían avergonzarse todos los gobernantes, empresarios, banqueros, comerciantes y representantes de todas las autoridades políticas, judiciales, legislativas y militares que participan atizando el fuego de la violencia con su falta de compromiso social y su avidez de poder y dinero.
Twitter: @GilOlmos
Fuente: Proceso