La jugada maestra de la dama de hierro de Croacia

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Ante las cámaras de televisión aparece en los palcos de los estadios del Mundial de Rusia una mujer atractiva –voluptuosa–, alegre y encantadora que tras cada victoria de la finalista selección de Croacia reparte besos y abrazos a sus jugadores, pero detrás de los reflectores está Kolinda Grabar-Kitarovic, la primera presidenta del país balcánico, admiradora de Margaret Thatcher, nacionalista y ultraconservadora que utiliza la Copa del Mundo para hacer campaña y extender su influencia sobre la población croata con miras a las elecciones presidenciales de 2019.

Por Irene Savio/ Proceso

Roma. Las cámaras apuntan al vacío pedestal que pronto ocupará la nueva presidenta de Croacia, la conservadora Kolinda Grabar-Kitarovic. Los activistas y políticos de la nacionalista Unión Democrática Croata (HDZ) esperan a que se celebre la victoria en las elecciones presidenciales, el triunfo de la primera mujer en ocupar el cargo en el país postsocialista.

Es la noche del 11 de enero de 2015 y la multitud desborda el centro electoral del HDZ en la ciudad de Zagreb. Adentro, el ambiente es eufórico, de celebración. Los cantos patrióticos atruenan en medio de decenas de banderas croatas agitadas. Cuando la mujer del momento finalmente entra aparece con una sonrisa de oreja a oreja. Abraza a sus compañeros de partido, los besa; luego, levanta el pulgar en señal de triunfo.

“¡Buenas noches! Hemos obtenido una victoria para nuestra coalición patriótica y también para nuestra querida patria”, dice la ganadora. Luego hace una pausa que antecede a una avalancha de aplausos. “Les aseguro que no me alejaré de ustedes, estaré entre ustedes, con el pueblo”, añade.

Con palabras exaltadas evoca al fallecido (1999) Franjo Tudjman, el controvertido nacionalista y primer presidente de esta nación independiente, cuyo nombre resuena varias veces en su discurso. “Croacia ahora completará el trabajo iniciado por él”, sostiene la ganadora y luego, más aplausos.

Así fue la primera gran consagración política de esta hábil mujer de pelo rubio y lacio, admiradora de Margaret Thatcher y conservadora hasta la médula.

En enero de 2015, Grabar-Kitarovic (Rijeka, 1968) llegó al poder de una Croacia sumida en crisis económica y con su partido, el HDZ, golpeado por el más grave escándalo de corrupción desde que fue creado en 1989 por un grupo que pretendía derrocar a la Yugoslavia socialista.

Grabar-Kitarovic se encumbró ocupando el cargo de presidenta, que tiene carácter más bien protocolario y no supone competencias de política económica o poder para destituir al Ejecutivo, pero que ella no desaprovechó tratando de conquistar cuotas de visibilidad e influencia en la población y en los medios de comunicación.

El Mundial de Rusia ha sido su más reciente escenario. Desde que empezó la cita deportiva, y a medida que Croacia fue avanzando en la competición, la mandataria ha dejado que la fotografíen reiteradamente apoyando al equipo de su país: de pie en las gradas de los estadios rusos, vistiendo la camiseta de su equipo; saltando sonriente a cada gol croata o felicitando a los futbolistas de su país. Todo ello tiene un trasfondo desconocido fuera de Croacia, pero no adentro: las elecciones presidenciales que se celebrarán el año que viene en este país en el que el deporte es parte de la tónica habitual de la política.

Lo recordaba, recientemente, el filósofo croata Srećko Horvat: “El deporte ha sido una manera de expresión altamente politizada en la Croacia postsocialista, donde los futbolistas son a menudo descritos como héroes y guerreros. El primer presidente del país, Tudjman, decía que las ‘victorias en el futbol unen tanto como las victorias en la guerra’”.

Esto último lo dijo en referencia al conflicto fratricida causado tras la disolución de la Yugoslavia socialista y que llevó al nacimiento de la Croacia independiente.

Al igual que Tudjman, Kolinda y las fuerzas nacionalistas croatas están usando el futbol. Están haciendo “campaña” mediante el Mundial, agrega.

Balompié nacionalista

Los propios jugadores no han sido inmunes a la tentación de mezclar política y deporte. El más reciente incidente ocurrió el lunes 9, cuando la Federación Croata de Futbol cesó a Ognjen Vukojevic del cuerpo técnico del equipo que disputa la Copa del Mundo en Rusia.

Vukojevic publicó un video en el que el defensa Domagoj Vida manifestó públicamente su apoyo a Ucrania, después de la victoria del conjunto croata ante Rusia, país que históricamente ha apoyado a Serbia y no a Croacia en su cruenta guerra de los noventa.

“¡Gloria a Ucrania!”, grita el seleccionado en el video –cuyo caso es investigado por la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA)– repitiendo un eslogan que en Ucrania ha vuelto a ser usado por los ultranacionalistas tras la anexión de Crimea por Moscú en 2014, y que remite a un lema usado por Stepán Bandera, un paramilitar ucraniano y colaboracionista nazi.

Esta polémica no es un hecho aislado. Desde el arranque del Mundial han circulado otras grabaciones, como el video del defensa Dejan Lovren, quien canta un estribillo relacionado con los Ustashas: colaboradores croatas del régimen nazi que enviaron a decenas de miles de serbios y judíos a campos de concentración.

La presidenta croata también ha sido criticada por sus posiciones ultranacionalistas y favorables, incluso, a aquellos que han sido acusados de haber cometido brutales crímenes de guerra durante el conflicto de los noventa.

El más reciente incidente de la mandataria ocurrió en noviembre pasado, cuando la organización no gubernamental The Youth Initiative for Human Rights solicitó que fuera investigada por sus declaraciones en favor de seis imputados ante el tribunal de La Haya.

“La contribución del general Slobodan Praljak (uno de los acusados de crímenes de guerra) en la defensa de Croacia y Bosnia y Herzegovina de la agresión de Serbia, y en favor del pueblo croata durante la Guerra de la Patria, ha sido de gran importancia”, dijo la presidenta en un escrito.

Praljak es el personaje que se suicidó a finales de noviembre cuando ingirió un veneno ante los jueces del Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY) que le leían su condena.

De esta misma manera, en noviembre de 2016, Grabar-Kitarovic, quien antes de ser presidenta fue embajadora en Estados Unidos, secretaria adjunta de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y ministra de Relaciones Exteriores (2003-2008) durante los escándalos de corrupción de su partido, también fue acusada de usar la bandera de los Ustashas en un acto en Canadá.

El polémico incidente de la ahora mandataria ocurrió cinco meses después de que evocó en redes sociales a la hoy extinta Organización de los Yugoslavos Nacionalistas, una forma comúnmente usada en Croacia para desacreditar a personas consideradas carentes de patriotismo.

Otro caso controvertido es el de la estrella de la selección de Croacia, el capitán Luka Modric, a quien Grabar-Kitarovic besó y abrazó después del partido de los octavos de final contra Dinamarca.

El centrocampista está acusado de falso testimonio en un juicio —a reanudarse en las próximas semanas— por corrupción contra Zdravko Mamic, el poderoso exdirector técnico del Dinamo de Zagreb.

Según la fiscalía, Modric mintió e impidió el avance de este caso en el que Mamic está acusado de malversaciones de hasta 15 millones de euros en los traspasos de jugadores a clubes extranjeros, entre ellos el propio capitán del conjunto croata, así como por evadir 1.5 millones de euros en impuestos.

Xenofobia

En materia migratoria, Grabar-Kitarovic no ha dejado de hacer sentir su inclinación conservadora y, a menudo, polémica. En septiembre de 2015, cuando el progresista Zoran Milanovic —entonces primer ministro del país— aceptó el paso de miles de inmigrantes que intentaban cruzar Croacia para llegar a Alemania, ella fue la primera en protestar.

“Van a poder pasar por Croacia (…) Los muros que se elevan no sólo no detendrán a nadie, sino que mandan un mensaje horroroso y peligroso”, dijo Milanovic. “Esta ola de refugiados (tiene) posibles implicaciones sociales, económicas y de seguridad”, le respondió ella al pedir de inmediato reunir en una sesión el Consejo de Seguridad Nacional para tratar la crisis migratoria.

A renglón seguido, entre septiembre y noviembre de aquel año, Grabar-Kitarovic enfatizó discurso tras discurso el supuesto peligro de una invasión de inmigrantes en Croacia.

Primero, criticó al gobierno alemán y lo acusó de haber desatado un caos en los Balcanes por el paso de los indocumentados hacia su territorio. Después, azuzó a los conservadores con el fantasma del terrorismo. La presidenta dijo que entre los inmigrantes “puede haber, no solo terroristas, también criminales que transportan armas o drogas. Creo que en el futuro será necesaria alguna valla u obstáculo físico (…) la protección de las fronteras es el derecho de todo Estado”.

Las declaraciones de Kolinda fueron emitidas a la par de las acciones que el presidente de Hungría, Víctor Orbán, había tomado contra los migrantes. De hecho, Orbán es uno de los gobernantes más hostiles contra los indocumentados en su camino hacia la Unión Europea.

El resultado no se hizo esperar. En noviembre de 2017 los progresistas croatas perdieron las elecciones generales y el poder pasó nuevamente a manos de la HDZ, tras una campaña centrada sobre los supuestos peligros derivados de la inmigración en Croacia, un país de 4.3 millones de habitantes.

Pese a ello, la victoria conservadora no marcó el fin de las proclamas antiinmigración de la voluptuosa presidenta croata. Europa ha recibido los “refugiados equivocados”, decía todavía en enero de 2017 al diario austriaco Kleine Zeitung.

“Puede que no sea políticamente correcto, pero estamos cometiendo un terrible error si pensamos que gente que se ha formado en escuelas y ha escuchado a autoridades religiosas decir que las mujeres somos inferiores a los hombres, aceptarán, de la noche a la mañana, nuestros valores”, insistía.

Este texto se publicó el 15 de julio de 2018 en la edición 2176 de la revista Proceso.

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