Por Alejandro Páez Varela
La lógica simple dice que la izquierda mexicana, sobre todo en el Distrito Federal, sufrirá una derrota en 2015. Se perderán posiciones que se ganaron en 2012. La dinámica de la política en los últimos meses indica que esa derrota será causada por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que babea por el gran pastel que es la capital del país.
Los números de las últimas pocas décadas indican que las elecciones intermedias son casi siempre malas para la oposición. El PRI ha mantenido un poder inaudito en los estados y echa a andar la maquinaria; a eso se le podría atribuir. En las presidenciales, sin embargo, como los gobernadores no deben dar cuentas personales del desempeño, entonces aflojan.
Como sea, cualquiera que sea la explicación, desde la paliza de 1991 del PRI a la izquierda en la capital y hasta la fecha, ningún Jefe de Gobierno ha logrado dar buenas cifras en una intermedia.
Pero si en 2012 el triunfo fue tan amplio en el Distrito Federal, la caída de 2015 puede ser brutal. Hay muchos factores que se conjugan para que así suceda. Claro que siempre habrá forma de contener esa derrota; pero todo indica que la izquierda camina para allá.
Yo creo que la de 2015 será una paliza para la izquierda. Será sorprendida con las costuras rotas. El PRD volverá a sus 10 o 12 puntos porcentuales mientras que Morena alcanza un 6, 7 u 8 por ciento simplemente por un tema de posicionamiento de marca: el partido de Andrés Manuel López Obrador batallará para allegarse recursos pero, además, todavía está lejos en el conocimiento de los votantes.
No tengo datos que me digan que, en la capital del país, la izquierda vaya unida. Llegará dividida y mermada. A su vez, el PAN, lamento decirlo –y en realidad lo lamento, por el bien del equilibrio saludable de fuerzas–, seguirá en una penosa guerra interna y pagando las de Felipe Calderón.
Y mientras, el PRI se fortalece a diario. Mide sus actos, calcula acciones y consecuencias de manera milimétrica y da pisadas con guarache.
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Yo no leo en los elogios de la prensa internacional (The New York Times, Washington Post, El País, etc.) los nombres de Jesús Zambrano o de Gustavo Madero. Excepto el texto de la semana pasada de The Economist, no veo que atribuyan “el triunfo del Pacto por México” a la voluntad de la oposición para sacar reformas importantes. Veo otra cosa.
El PRI, que bloqueó algunas de estas reformas durante 12 años consecutivos (no y no, les dijo) cosecha los triunfos. Lo que leo en la prensa extranjera es que Enrique Peña Nieto es el hombre del momento. Que él juntó a los opositores, que él los puso de acuerdo. Que fue él quien propuso cambios estructurales, y que él los sacó adelante. Relean esos textos. Él ha logrado las reformas. Él, él.
Lo que veo y leo es que el Presidente del Pacto por México cambia de raíz esta nación de malvivientes y jodidos. No la oposición con él.
La prensa extranjera suele leer el país muy de pasadita… como la mayoría de los mexicanos. Y el crédito del Pacto por México, según la percepción, no es de las fuerzas que lo integran –leo–: es por voluntad del Jefe del Ejecutivo.
PAN y PRD seguirán dentro del Pacto porque –quiero pensar– obran de buena fe: quieren que el país avance. Pero no están midiendo, siento, que el PRI no es eso: no es un partido desinteresado; es uno que busca el poder así tenga que matar a su abuela.
El Pacto por México, según yo, fortalecerá al Presidente y al PRI. No a la oposición.
Ya veremos el resultado en el 2015, por no hablar de julio de 2013.
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El PRI opera como siempre: hace todo para aplastar. Todo. Vea: una buena parte de la prensa, por arte de magia, perdió el sentido crítico que ganó en los últimos años. La violencia no existe, simplemente, en el discurso oficial. Y mientras, Peña Nieto se vende como el “gran reformador”.
La Cruzada contra el Hambre hace lo suyo: la mayoría de los 400 municipios elegidos en la primera etapa, son priistas. Por ejemplo, en Chiapas: de 55 municipios seleccionados, cerca de la mitad están gobernados por el PVEM y 22 por el PRI. Y así en el resto de la República. Como si el gobierno de la República pagara a los que votaron por el PRI en 2012.
Los recursos de la Secretaría de Desarrollo Social llegarán, por lo tanto, a manos de los gobiernos priistas. Y ya sabemos qué significa eso.
El PRI se mueve con todo a nivel celular. En Chihuahua, el Gobernador César Duarte compró a toda la izquierda: irán en coalición con el PRI contra el PAN. En Zacatecas, el PRI impidió la alianza PAN-PRD, según la misma oposición, y en la Cámara de Diputados, el partidazo intenta por todos los medios imponer al consejero del IFE que sustituirá a Sergio García Ramírez.
En Quintana Roo, el Gobernador Roberto Borge lanzó la tarjeta “Bienestar” color roja, mientras el PRI (con espectaculares color rojo) se vende con el lema “sí cumple” (y para comprobarlo, se reparten miles de tarjetas. A la Monex). Como si el gobierno de del Estado pagara por adelantado los votos a favor del PRI.
Javier Duarte es simplemente una vergüenza para nuestra democracia. Le quita a la oposición hasta auditorios contratados para eventos públicos. Desde eso hasta más. El 13 de marzo, 81 legisladores presentaron una denuncia ante la PRG en contra del Gobernador de Veracruz por el desvío de cinco mil millones de pesos. ¿Usted sabe algo? Claro que no.
Mientras, la Procuraduría General de la República (PGR) opera, como en tiempos de Felipe Calderón, con agenda política. Pero no a lo idiota, como con Calderón. Ahora, con el PRI, simplemente se usan los expedientes: el nuevo dirigente del SNTE, Juan Díaz de la Torre, ya se tomó la foto con Emilio Chuayffet y con Peña Nieto, y la causa penal 11/2013, que lo involucra con el robo de miles de millones de pesos junto con Elba Esther, descansa. Y así. Los ejemplos sobran.
La maquinaria que conservó el poder durante 70 años está funcionando al mil por ciento. Barrio por barrio, colonia por colonia, ciudad por ciudad. Déjà vu.
Ya veremos el resultado en el 2015, por no hablar de julio de 2013.
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La derrota en la capital del país será muy notoria. Sobre todo porque se ganó con un alto número de votos en la elección pasada; el comparativo entre 2012 y 2015 será inevitable, y hará sentir todavía más fuerte la caída.
Como decía, es posible corregir este rumbo.
Pero lo que veo es todo lo contrario: es un tren que va al desfiladero, carro por carro. Es una piedra que va rebotando por el barranco.
@paezvarela
Fuente: Sin Embargo