La ira de Octubre

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Por Carmen Aristegui
Las revelaciones hechas, el domingo pasado, por el equipo de Univisión Investiga y el programa Aquí y ahora, de Jorge Ramos, sobre las consecuencias trágicas del operativo Rápido y Furioso en México, son indignantes y estremecedoras.

Si al país le queda alguna hebra de sensibilidad, después de haber sido sometido, masivamente, a la más grande exposición de violencia e impunidad de la que tengamos memoria, tendría que exigir una explicación oficial de lo sucedido y una postura firme que corresponda, en lo mínimo, a la dimensión del agravio.

Lo que, hasta ahora, se ha visto es un gobierno que musita sobre el tema, que da muestras de querer pasarse de largo en el asunto. O por timoratos, o por no querer enfrentar al aliado del norte o porque supieron de lo que ocurría. La presencia de un representante de PGR ante la Agencia de Tabaco, Alcohol y Armas de Fuego (ATF), de nombre Carlos Luque, hace suponer que sí, que sí sabían de lo que ocurría. El funcionario debería rendir cuentas, por lo menos ante el Congreso, para explicar qué tareas desempeñaba y de qué información disponía.

De Rápido y Furioso conocimos porque en Estados Unidos hubo quien, en un arranque de conciencia, dio a conocer las primeras pistas de un asunto monstruoso. Cuando el agente de la patrulla fronteriza Brian Terry fue acribillado con armas que procedían de esta operación a finales de 2010, se detonó un asunto que derivó en investigaciones periodísticas y del Congreso. Se ha obligado al gobierno de Obama y a su procurador a dar explicaciones. No convincentes pero, las han tenido que dar.

Ahora sabemos que en México -y en otros países con un programa similar- fueron también brutalmente asesinadas personas y casi niños como los 16 que murieron en Villas de Salvárcar. La matanza de jóvenes en Ciudad Juárez ocurrió un año antes que la muerte del agente Terry. Apenas hoy sabemos que, por lo menos, tres armas “toleradas” sirvieron para matar a estos jóvenes en Chihuahua a quienes, en una declaración insensata y malinformada Calderón calificó de pandilleros. Con armas de ese operativo fue ejecutado también el hermano de Patricia González, la hoy ex procuradora de Justicia del mismo estado.

En otro caso relacionado, abogados de la familia del agente de Inmigración y Aduanas ICE Jaime Zapata, quien fue asesinado en una carretera mexicana, afirman que las armas usadas en el crimen pasaron a posesión de una banda que estaba bajo vigilancia de la ATF como parte de otra operación encubierta.

La ATF lanzó su fallida estrategia en el año 2009, desde su sede en Arizona. El número de asesinatos con armas bajo la supervisión fallida se encuentra aún indeterminado.

Con el cruce de datos de los reportes oficiales; el registro de las armas de Rápido y Furioso y las encontradas en escenas del crimen en México, se logró descubrir que, de las cerca de 2 mil armas que cruzaron la frontera de forma consentida, varias de ellas fueron utilizadas en dos masacres por lo menos. Se han identificado 57 armas que salieron del control de los agentes y fueron utilizadas en decenas de crímenes en varios estados de la República Mexicana.

Los hallazgos obtenidos con el cruce de datos, entrevistas a fuentes confidenciales y decenas de testigos en la investigación de Gerardo Reyes han dado nueva luz al asunto y han reactivado el nervio político en ambos lados de la frontera y también en otros países. Univisión entrevistó a un ex informante de la ATF, quien asegura que en la Operación Náufrago lanzada por esa agencia en la Florida, los funcionarios dejaron que salieran armas que terminaron en poder de los cárteles de la droga en Honduras, Colombia y Puerto Rico.

Durante el desarrollo de la investigación, los colegas del equipo comandado por el periodista colombiano Gerardo Reyes dieron con lo que llamaron un “punto siniestro”, el que ha desatado esta ira de octubre: “que el programa de rastreo llegó a un punto en el que su éxito dependía, en parte, de que las armas que salían de Estados Unidos fueran usadas para matar en México. De esa manera los agentes se enteraban a manos de quién habían llegado”. Es decir, que había que esperar a que sucedieran los crímenes en México para poder, entonces, registrar -con los datos de la escena- si habían llegado o no esas armas a tal o cual lugar con tal o cual cártel del crimen organizado en México. Que de entre los cuerpos regados en México se encontrarán las pistas de sus armas perdidas. Ira, y no otra cosa, es lo que produce la revelación.

 

Fuente: www.Reforma.com

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