La intolerancia gay en Chihuahua

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Por Luis Javier Valero Flores

La celebración del primer matrimonio homosexual en Chihuahua, la semana anterior, ha desatado infinidad de reacciones, destacadamente de la más alta jerarquía católica, la que ha descalificado acremente tales uniones. No se les pueden llamar matrimonios, eso está reservado para un hombre y una mujer, cuyo fin es el de la procreación, sostienen.

Sin embargo, justamente ahí es en donde ha resuelto la Suprema Corte de Justicia (SCJN) que existe una discriminación; la unión matrimonial, para la sociedad, dice el máximo tribunal, debe celebrarse entre dos personas.

Pero las expresiones eclesiales no son las únicas que desestiman la posibilidad de legislar en la entidad al respecto.

Los representantes parlamentarios del PRI, PAN y PRD en Chihuahua, Rodrigo de la Rosa, César Jáuregui y Hortensia Aragón, respectivamente, cada uno con su matiz, esbozan tímidamente tal posibilidad, luego, dicen, de consultar a la sociedad sobre este tema tan polémico.

Lo llevarían a debate a pesar de no encontrarse en la agenda legislativa. César Jáuregui lo calificó como un tema “molesto”, Hortensia Aragón opinó que debería llevarse a la discusión hasta el segundo año de la actual legislatura, “porque sería complicado empezar con temas que nos dividen y no con los que coincidimos” y De la Rosa sostuvo que lo harán “cuando lo solicite la ciudadanía”. (Nota de Jaime Armendáriz, El Diario de Chihuahua, 20/XI/13).

Las malas noticias para ellos es que, así se someta a la amplia consulta y debate este tema, en caso de legislar, tendrían que hacerlo en el sentido que lo ha ordenado la SCJN.

No hay otra posibilidad, las últimas reformas constitucionales en materia de derechos humanos, luego de ser sentenciado el Estado Mexicano por la Corte Interamericana de los Derechos Humanos, los ubican como primordiales. Uno de ellos es el de la prohibición a la discriminación por motivos de género o de preferencias sexuales.

De tal manera que la actual legislatura, si decide legislar sobre el tema no tiene opción, a menos que quiera verse envuelta en una controversia constitucional, con la seguridad de que será derrotada.

El rechazo de la jerarquía católica se basa en los argumentos sostenidos desde siempre. Es antinatural, es una aberración, sostuvo el Arzobispo Constancio Miranda Beckmann en diciembre pasado. Enfático, afirmó que “iríamos a la ruina” de aprobarse tales matrimonios, “ya que esto se agregaría a las lacras que laceran a la sociedad, como son las desgracias naturales o el cambio climático”. (Nota de Venessa Rivas Medina, 13/XII/12).

¡De ese tamaño es el amor al prójimo, sólo porque decidan casarse dos homosexuales entran a la clasificación de calamidad al nivel de los tsunamis y tifones!

Bueno, respetable su punto de vista, pero es el de los creyentes de esta religión.

Ya hace mucho tiempo que acordamos que debería existir plena libertad de creencias y de cultos; por tanto, las concepciones de un culto determinado no pueden imponérsele al resto de la sociedad, más aún, como sostuvo el conductor norteamericano de televisión, Bill Maher, no se pueden “resolver problemas reales con pensamientos mágicos”, y el abordado ahora es uno de ellos.

Igual postura sostuvo la presidenta de la Alianza Ministerial Evangélica (AME), Norma Varela, quien afirmó que la “Palabra de Dios lo prohíbe” pues su guía es La Biblia y esta sostiene que el matrimonio es “sólo entre un hombre y una mujer”. (Nota de Juan Salazar, 7/XII/12).

Probablemente más puntilloso acerca del manejo de los conceptos y del lenguaje, el Padre Camilo Daniel, párroco de Anáhuac, y una de las figuras más respetadas en ámbito de los derechos humanos y las luchas campesinas, afirmó que los matrimonios homosexuales son contrarios a la naturaleza, porque “el matrimonio sólo puede darse y existir entre un hombre y una mujer, que constituyen la base de la familia y la razón es porque, para la Iglesia católica, el matrimonio tiene una doble finalidad del apoyo mutuo y de la procreación y éste sólo se puede dar de manera natural entre hombre y mujer”.

Y aquí se encuentra la diferencia, esa concepción, dijo, es para la Iglesia Católica.

Ahí es en donde deberemos abrevar.

No pueden elevarse al nivel de mandamientos jurídicos las concepciones religiosas de una parte de la sociedad, así sea mayoritaria.

Pretender que el resto de la sociedad se rija por sus creencias es uno de los signos más emblemáticos de la intolerancia, y esa, sí que no debemos tolerarla.

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